jueves, 29 de octubre de 2009

Cómo ayudar a los cetáceos

Toda la vida concreta, manifiesta, la que conocemos como realidad convencional; como última realidad de la energía, está sostenida por una maya energética que le sirve de molde. Esta maya se conoce como plano etérico. Vincula los impulsos cósmicos creativos de la vida única a través de cierto poder magnético. Existe en esos reino sutiles una red magnética cuya parte visible o parte fisico concreto, es el agua. Los cetáceos son los encargados de mantener esta red sana, fluida, elástica y renovada, direccionada hacía un orden evolutivo. La red magnética toma impulsos y los va renovando en una constante transformación vinculada a los ciclos de manifestación de vida. Como una membrana permeable la información se va construyendo en su viaje mediante símbolos hasta resonar en la conciencia orgánica del planeta. Esta resonancia la podemos reconocer en el reino humano como el Verbo Creador. Este Verbo Creador es igual a nuestra más profunda autenticidad, es nuestro espíritu humano morador eterno del cosmos.
Dado al desvío de la humanidad, de haberse torcido su conciencia y de haber mal empleado el libre albedrío, la red magnética ha quedado obstruida, bloqueada con nódulos para esos impulsos cósmicos creativos. Esto ha llevado al deterioro del planeta y de todo lo que en él vive. Junto a esta torcedura las fuerzas ciegas o instintivas fueron ganando terreno en el psiquismo humano que perdió el poder sobre sí mismo y, paradójicamente, quedando preso de sí mismo. Estas fuerzas instintivas dominan la energía sexual de la humanidad distorsionando todo el poder creativo en la misma sexualidad, en la conquista y usufructo del hábitat terrestre el cual es, en propósito cósmico, campo para el desenvolvimiento de la conciencia. La humanidad es un organismo viviente donde se encuentra una infinidad de grados de conciencia o de evolución. Todos compartimos las mismas desgracias como las mismas bendiciones. El factor principal es el miedo proveniente de la ignorancia. Todo el esfuerzo planetario y solar se centra en ese enderezamiento de la conciencia o eje terrestre. Todo va hacia allí más allá de las preferencias humanas. Esa torcedura la podemos vislumbrar en la humanidad a través de sus impulsos y conducta ególatra, violenta, agresiva, primitiva, ventajista, adquisitiva, engañadora, acaparadora, con impulsos de dominio sobre la realidad externa, manipuladora, divisora, especuladora, egocéntrica y destructiva.
Entonces cómo podemos ayudar a la titánica tarea de los cetáceos, no solo dejándolos en paz, sino asumiendo el trabajo de reparar nuestro campo etérico. Este campo etérico se refleja en las relaciones con uno mismo y con lo demás, principalmente entre la propia raza para luego establecer el orden jerárquico con los reinos infra y suprahumanos. El eslabón perdido es símbolo del vacío mental o ignorancia que la humanidad tiene como la realidad de este concepto del campo etérico bloqueado, rígido y ofuscado. En el campo etérico resuenan los códigos divinos regidos mediante leyes que sostienen amorosamente al hombre como es la ley de karma o como será la ley evolutiva superior. Miremos como están las aguas en el planeta y veremos nuestro campo etérico. Sintamos cómo estamos emocionalmente y sabremos cómo está nuestro campo etérico, seamos conciente de nuestros pensamientos, qué creencias y conceptos los hacen manifiesto y sabremos cómo está nuestro campo etérico. Veamos la anormalidad de nuestra “conducta normal” y veremos cómo está nuestro campo etérico. Miremos la normalidad de nuestra conducta anormal y veremos cómo está nuestro campo etérico. Miremos estas ideas y veremos la corrupción humana. Abiertos, sin culpa y asumiendo la luz de la conciencia que intenta dirigirnos hacia la tierra prometida. Los cetáceos son pilar de ese desenvolvimiento. Ayudémoslos entonces haciendo el trabajo que solo nosotros podemos hacer por nosotros y por el planeta. Las reformas de conducta sin conciencia o interiorización, sin aprehensión o comprensión que se obtiene a través de la experiencia directa no sirven porque carecen de Verbo. Mirar adentro es el coraje. Mirar adentro es el valor. Mirar adentro es la puerta de salida y de cura. En Ser desde adentro, como los cetáceos, esta implícito el arte de de la vida. No pasa por el mero echo de vivir, sino por algo que lo abarca y lo trasciende. Y eso es Ser la vida

Hugo Juárez

domingo, 3 de mayo de 2009

A los cetáceos
quienes, con su amor incondicional,
sostienen nuestro rumbo hacia la tierra prometida
y que con sus soplos han inspirado y acompañado el movimiento de esta obra
y nuestra visión hacia lo inconmensurable
desde la Presencia sensible y concreta
que me ha enseñado mucho más
de lo que he comprendido racionalmente.

Próximas tres fotos sacadas por Germán Ferreyra

jueves, 6 de marzo de 2008

lunes, 21 de enero de 2008

Entrevista (autorretrato)

Esta es una forma de autorretrato y expresión. Una charla con uno mismo. Un ida y vuelta entre distintas partes de la conciencia. Tal vez un lámpara encendida o una forma de "locura" que he renunciado comprender.




- Cómo te ubicarías dentro de los humanos? - Como un humano! Pero entiendo tu pregunta. Si usara una palabra que formara un concepto con significado sintético, sería como un artista y potencial Artista. Solo que la mayoría de mis obras no se ven porque no fueron plasmadas en lo concreto-material-visible…porque siempre trabajé con el cuerpo. Sin embargo mi obra de arte soy yo mismo. La forma sublime de creatividad es la construcción del alma a través del desarrollo de la Conciencia, después que supe el significado de mis nombres quedó como un recordatorio, digo esto porque todo lo que respecta a nosotros tiene que ver con nosotros mismos, en lo individual y en lo colectivo. Es tan obvio que a veces no nos damos cuenta. En los últimos años vengo desarrollando artes curativas. Este arte, no queda impreso en una tela, por ejemplo; ni en un papel o una cinta, sino en el cuerpo y va penetrando en la memoria celular y atómica de la especie humana, en su darse cuenta, ayudando a armonizar y abrir el cuerpo, soltar y aquietar la mente para que pueda aflorar y expander la conciencia e ingrese luz al mundo. La creatividad más profunda siempre busca ser positiva para el Todo, es inteligencia solar, nunca va a favor de algo para ir en contra de otra cosa. Sin embargo no podemos dejar de ser creativos, lo somos todo el tiempo. La cara opuesta de la creatividad, la dualidad de esta cualidad natural, es la destrucción. La vida se renueva a sí misma mediante este proceso. Es la misma energía. La diferencia o la distorción de la naturaleza creativa se realiza en la incapacidad mental de discernir sobre los diferentes fines, potencialidades y cualidades entre Materia, Mente y Espíritu. El humano tiene libre albedrio en el reino mental y material... sin embaro, al observar la vida veo que ese poder es transitorio. En el reino espiritual existe la Ley, fluyendo como la sangre por nuestros cuerpos. Es un tema de atención.

- Tenías algo para decir cuando lo empesaste a escribir?

- Si; quise decir algo, pero no estaba en mi mente conciente la complejidad con la que resultó. Después de 6 años lo voy captando.

El valor que rescato es múltiple, pero sobretodo la revelación objetiva de la multidimencionalidad y lo descriptivo para el acceso práctico y conciente de lo que la ciencia reconoce como física cuántica. Cuando escribí la novela, que fue un pensamiento inspirado, no tenía conocimiento sobre estos temas; apenas obtuve conocimiento básicos, a través de la psicología transpersnal, fluyó a través de la escritura.


- Qué es ser un artista para vos?

- Es acumular y develar la esencialidad de la existencia. Es convivir con el misterio y su discernimiento y aprehenderlo. El Arte es dominio de la expresión de la divinidad y cualquier humano puede ser el Arte encarnado en cualquiera de sus actos.

- Cómo crees que la gente ve esto?

- Los que investigan el Arte deben ver lo mismo que yo, porque la conciencia es una; cada uno a su manera, porque en la forma somos únicos y en ese plano concebimos en forma parcial. Los que no lo ven así, supongo que creen más en el ilusionismo que en la magia verdadera. La creatividad es el hilo continuo que teje la vida en Sí misma en su autodespliegue. Todo el tiempo nuestras celulas y toda la vida orgánica se están regenerando. El movimiento de la vida misma es creatividad. Se ve detrás de cualquier forma y se puede experimentar en sí mismo.

- Donde te ubicas dentro de la sociedad?

- Junto a los intuitivos, los reveladores y sanadores; entre los que viajan timoneando a tientas hacia la tierra prometida.


- En qué creés?

- En la originalidad, que tiene que ir acompañada por la diversidad; sino, no habría cabida para todos. Si cada uno ejerciera sus dones, talentos y virtudes Dios estaría aquí con y por nosotros, los humanos y lo disfrutaríamos mucho junto a todos los seres vivientes y el planeta entero. Igual pienso que hacia ahí se va. Dicen, los que saben, que lo que pasaó hace 2.ooo años tiene mucho que ver. Algo así como un acto de Amor...

Ese Amor está por descubrirse. Es un aprendizaje de autoconocimiento y revelación.
Entre otras cosas aprendí que debemos dejar a los cetáceos y otros animales en paz. Ellos son gandes sanandores que necesitan no ser molestados puerilmente con fines vanos y egoistas. No solo por quienes los cazan; sino también por los que "reglamentan" las leyes y lucran a través de ese poder de control y los "reglamentados legales" y muchos quienes se llaman a sí mismos sus "protectores", "estudiantes" o "conservacionistas".


Oct. 2007

lunes, 17 de diciembre de 2007

El cuerpo-mente como puerta del ifinito

El humano está conectado al infinito. Cuando se va hacia adentro uno encuentra espacio interminable, tal cual el Universo y en ese espacio están todas las posibilidades. Desde ahí se trae al mundo las experiencias individuales y colectivas que vibran en resonancia y correspondencia. La Ley Universal es una y el libre albedrío nos traslada por la gama infinita de múltiples niveles de experiencia. De esta forma el ego va probando y la Conciencia atestiguando. Así uno elige conciente o inconcientemente lo que va a experimentar y eligió conciente o inconcientemente lo que está experimentando ahora. Sin embargo existe un anhelo-voluntad intrínseco y permanente que se va revelando en distintos niveles de dimensión, intensidad y códigos; allí se vive o experimenta la experiencia y puede obtenerse la revelación de la Verdad. Cuando se centra la atención con esta intención se comienza a penetrar en la Verdad , transitando verdades relativas o parciales que forman parte de la Verdad. La Verdad es inabarcable para la parte y la parte por ser naturaleza de la Totalidad tiene que estar protegida por esta. Cuando la parte retorna como función integrada al sistema autointeligente del Universo, la abundancia tiene que ser sin esfuerzo.

Indio

jueves, 13 de diciembre de 2007

Sintesis

Si cada uno de nosotros fuera conciente del Sí mismo y lo aceptara, lo explorara, practicara y ejerciera con libertad, descubriría un potencial infinito y lo disfrutaríamos mucho, junto al planeta y todos los seres del Ser en evolución.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Ojo Ancestral


Autor

Comunicación sensible


Dibujo de tapa : Claudio Juárez


Esperando a las Ballenas

Un encuentro con lo verdadero



"Todo puede ser un fin o un medio.
Como medio se abre la oportunidad de seguir transitando lo que como fin,
ya se daba por hecho;
y es ahí cuando puede aparecer
lo que ni se había imaginado.”




Introducción La historia que cuento aquí no pretende ser considerada de algún modo en particular.
En cuanto a una explicación me encuentro con la rivalidad entre considerar y aclarar algunos conceptos y apelar a la inteligencia sagrada que reside en usted y escuche y mantenga una comunicación con su propia consciencia.
He entendido que nada que logre existir necesita ser justificado o justificarse.
Si tuviese una pretensión predilecta como autor sería que al leer esta obra, usted pueda navegar con el vuelo de la imaginación y el entendimiento en un viaje suave e intenso a través de los elementos de los reinos físico y mental y sea tocado o rozado por la magia del concepto real de su propia verdad.











Capítulo l
LA PRESENCIA DEL LUGAR

El 10 de Octubre de 1993 llegué a Puerto Pirámide, donde hice algunas averiguaciones sobre lugares, clima y caminos de la Península Valdés.
Me hablaron de un lugar llamado Punta Pardelas, situado a unos dieciséis kilómetros por tierra y a unos ocho por agua. Me interesó ese sitio porque me pareció una buena parcela a escoger para la finalidad que tenía: acampar en un punto con una buena panorámica y ubicarme no demasiado lejos de la civilización, ya que en mis planes estaban incluidas las posibilidades de necesitar hacer algunas compras, llamar por teléfono o cualquier eventualidad que pudiera surgir como, la de simplemente, ver gente.
En toda la península, además de un par de campamentos de pescadores, Puerto Pirámide es la única aldea. Este nombre se debe a las formas que presentan los acantilados costeros; en especial por una: la que se encuentra en Punta Pirámide. Las dos puntas (Punta Pardelas y Punta Pirámide) son los vértices que posee la bahía de la aldea con forma de herradura.
Hice las compras necesarias y me trasladé en auto, un Gacel color verde, hasta Punta Pardelas donde esperaba ver ballenas por primera vez.
El camino de ripio y arena me fue conduciendo en medio del desierto hasta la costa del golfo. Fue fuerte la imagen cuando, desde un punto alto del recorrido, el lugar se mostró ante mí, imponiéndose y creando una sensación como si mis ojos hubiesen visto salir a un genio de una botella. Las extensas playas y las altas paredes acantiladas ocres doradas, delinean formas semicirculares que se enfrentan a sí mismas en diferentes ángulos y distancias, conteniendo las aguas frías de color intenso. A lo lejos, estos bordes de la península dibujan una lonja que intermedia entre los distintos matices de azul del cielo y el mar.
En el final del trayecto, el camino bajaba abriendo los acantilados, separándolos, y llegaba hasta la misma costa del mar. Sin dudas me encontraba en un lugar tan mágico que al bajar del auto me despertó miedo al encontrarme solo ante tanta belleza e inmensidad. El encanto y la esencia del lugar me arrebataron del tiempo, dejándome inmóvil, pequeño y con la extraña sensación de no poder compartirlo con nadie.
No se avistaba ninguna ballena. Tuve que romper con esfuerzo el encantamiento del momento para encontrar el espacio que iría a ocupar.
Comencé a mirar hacia dónde caminar, el lugar era una bahía que comenzaba desde la misma Punta Pardelas haciendo de intersección con otra bahía y desde donde se puede ver la aldea de Puerto Pirámide. Es decir que Punta Pardelas tiene dos caras, una que se extiende hacia el este, formando la bahía con Punta Alta y otra hacia el norte, desde la cual se puede ver el puerto natural y la aldea. Frente de la mismísima punta de Punta Pardelas está el Islote de Pardelas.
Me dirigí hacia el borde de los acantilados buscando el mejor ángulo de observación. Pensando en el viento como primera medida, subí y caminé sobre las bardas buscando un sitio para armar mi carpa iglú. Di con un lugar donde el suelo formaba una pequeña depresión quedando protegido en los trescientos sesenta grados por plantas que crecían en la zona y que alcanzaban a medir no más de ciento veinte centímetros. Salvo algunos pinos de aproximadamente dos metros, no había plantas más altas.
Descubrí un camino que llegaba hasta allí que me permitía estar en la parte más alta de la punta y a la vez, a pocos metros, estar protegido del viento lo mejor posible. En una eventual tormenta contaba con la posibilidad de ir a la aldea. Las tormentas suelen ser pocas pero de gran intensidad; sobretodo intensidad eléctrica.
Armé el iglú protegido del peor de los vientos de la zona: el viento sur. Ordené el campamento y me entregué nuevamente a contemplar el lugar. Desde allí contaba con una amplia visión en forma de abanico.
Observando sentado caí nuevamente en un estado de éxtasis, provocado por una de las manifestaciones de la inmensidad. Hasta en el aire podía ver la belleza, éste se comportaba como vapores y resplandores en movimiento.
Tenía la información de que se encontraban unas trescientas ballenas en todo el Golfo Nuevo y a las que empecé a esperar para verlas.
La espera se hizo silencio y el silencio se hacía escuchar de manera sutil y permanente, dando presencia a los sonidos de la vida del lugar que generaban otro sentimiento que hasta ese momento la vida había tenido para mí... o yo para la vida.
En toda la tarde, ni rastros de ballenas.
Fue pasando el tiempo y el ocaso terminó tiñendo de colores luminiscentes la tierra, el mar y el cielo.
Preparando la cena comenzaron a resaltar las estrellas. Cuando volví a mirar el firmamento desde la plena oscuridad tuve un breve destello en relación con la Presencia Universal, al infinito. Fue algo que me hizo sentir aún más pequeño... ¡y a la vez, gigante! Porque al poder contemplar y sentir en mí esa nueva manifestación de inmensidad, me descubrí como parte. Y esa fue la razón de por qué yo, un grano de arena en el planeta, y éste a la vez, grano de arena en el espacio, me percibí así.
Sin saber bien qué estaba pasando, con mucho sueño y cansado me entregué a descansar.
Antes de dormirme me sentí solo en el desierto, bajo el cielo, al lado del mar. Sentí una especie de desprotección. Sin embargo, todo se reveló como protección.
Esta fue la intensidad de cada día. Yo y el lugar, el lugar y yo. Intensidad que iría ampliándose y presentándose cada día de modos diferentes.




Capítulo 2
JUEGOS DE LOS SENTIDOS


Al otro día, la luz del sol reflejada sobre el iglú me despertó. Tuve un dormir pesado debido al cansancio del viaje. Al despertar, mi sensación inmediata antes de abrir los ojos fue no saber dónde estaba. Cuando lo recordé fue como si todo el lugar se metiera en mi cuerpo. Me abrigué adecuadamente para la temperatura baja de la mañana y salí para mirar hacia el mar. Estaba plano y azul.
Intenté detectar ballenas por unos minutos, luego fui a asearme y a desayunar.
El día prometía ser esplendoroso. Sabía que no volvería a permanecer en la carpa hasta después de la puesta del sol. La única sombra con que contaba, era el pequeño alero adherido a ese modelo de iglú. Acabado el desayuno tomé el largavista, la cámara fotográfica y fui a donde sería el mirador.
Cuando llegué pensé que era necesario hacer una sombra. Conseguí cuatro palos, hilo y arbustos del lugar y construí un techo de un metro y medio de altura, un poco más elevado que las plantas más altas del lugar, aunque allí en la punta casi no había plantas.
Mientras trabajaba en la sombra, echaba vistazos para localizar ballenas; nada había pasado al respecto todavía.
El mirador estaba a unos cincuenta metros de distancia de la carpa. Bajé y fui hasta ella en busca de algunas frutas, agua y algo sólido para comer mientras miraba. No tenía idea de cómo ver y de cómo distinguirlas. Vi que para el alcance de la vista el golfo es grande, pero sabía que había una buena cantidad de ballenas que estaban allí.
Hice algunos intentos con el largavista, aunque miraba más tiempo sin ellos.
El tiempo fue pasando imperceptiblemente.
...Ya eran más de las cinco de la tarde y seguía mirando las aguas de todo el amplio espacio del golfo que se podía observar desde ese lugar.
De pronto me pareció con el rabillo del ojo ver sobresalir una sombra; dirigí la vista hacia ese lugar, a unos cuatro o cinco mil metros de distancia. Me quedé atentamente observando. Me di cuenta que estuve conteniendo el aire por un momento. Pasaron unos diez minutos cuando se confirmó la realidad: una enorme cabeza rompía la superficie del mar para sacar gran parte del cuerpo fuera del agua y caer pesadamente de costado, dejando una imagen de explosión, como chispazos de agua que se formaron cuando el enorme mamífero hizo contacto con todo su flanco izquierdo sobre la superficie. Instantes después, llegó hasta mis oídos el sonido, acuoso y elástico, como el de un enorme cachetazo. ¡Splasssssh!
Tomé el largavista y la busqué.
- ¿Dónde estás? ¡Vamos, una vez más!
Una y otra vez se repitieron las escenas en menos de diez minutos.
No podía dejar de mirar. Las imágenes me mantenían como hipnotizado.
Habrían pasado unos veinte minutos cuando pude distinguir en otra dirección una cola que se erguía para hundirse suavemente.
Al tercer día de observar casi obsesivamente las podía distinguir con mayor facilidad. Las había visto en varias actitudes: saltar y caer de costado, algo que repetían muchas veces; las vi levantar y mantener la cola fuera del agua, golpeando la superficie del agua con la aleta pectoral, soplando, haciendo movimientos giratorios... Pero mis avistajes habían sido siempre a mucha distancia para poder verlas mejor y tomar las fotos que quería.
Al cuarto día hubo un poco de viento formando corderitos en el agua ondulada del golfo. Esto no me permitió ver ningún ejemplar.
Hasta ese momento no había pensado en el clima, salvo para apreciarlo placenteramente; tuve una leve visión de lo que podría ser el viento allí, según los habitantes del lugar, sobre todo los que navegaban: me habían prevenido de que el viento era sorprendente y sorpresivo.
Durante la noche pensé sobre la resistencia del techo que había armado en el mirador. Ese día, el viento había ido en aumento permaneciendo toda la noche con ráfagas muy fuertes.
Al día siguiente, la calma había llegado nuevamente. Abrí la carpa y vi el mar como un espejo, en quietud total. Fui hasta el mirador y un show paradisíaco y natural me recibió: ballenas saltando, sacando la cola, jugando con sus aletas pectorales. Pensé que cada vez venían más cerca del lugar donde yo podía observarlas. Pero siempre muy lejos.
Ya se estaba haciendo monótono verlas a tanta distancia. Pensé que me quedaban apenas tres o cuatro días más y que probablemente no se acercarían a la costa como era mi deseo. Al día siguiente iría a explorar otros lugares más alejados del campamento.
Era pasada la medianoche, estaba acostado, despierto, sin poder conciliar el sueño. En el silencio profundo de la noche escuché sonidos estremecedores que venían de las ballenas. Me levanté y caminé hacia el borde del acantilado. Me senté atento mientras disfrutaba del misterio creado en la oscuridad. Si las ballenas habían deleitado mi vista, ahora le tocaba el turno a mis oídos que recibían sus voces intensas, graves y agudas, emocionales y un canto coral vibrante que daba lugar a una sinfonía que duró un par de horas; de esa forma tomé conciencia real de su condición de mamífero… además de seres mágicos. La bahía y el mismo golfo son como anfiteatros naturales integrados. El escuchar de noche a las ballenas causó una sensación, tal vez, más fuerte que verlas; y además me alejaba de la monotonía que se estaba creando. Los sonidos de los soplidos nocturnos también impresionaban.
No sabía nada con respecto a esto, si se estarían comunicando entre ellas o qué, pero me dejaba una impresión de llamado. ¿Llamado de qué? De atención: “¡Hey, ustedes, la especie humana, sepan que también pertenecemos al planeta! ¡Basta de locuras!”
Luego, nuevamente en la carpa, pude seguir escuchando sus cantos. No lo podía creer...
Pero eso no era “la vida”: era la naturaleza.



Capítulo 3
CONOCIENDO Al MAESTRO


El día 14, después del desayuno tomé la cámara, el largavista, frutas y agua. Se estaba consumiendo el tiempo de mis días en ese lugar y todavía no había recorrido algunos sitios que estaban a cierta distancia de allí. Ese día mi idea era andar por otras costas y luego volver al campamento. Mirando el mar divisé un par de manchas alargadas y oscuras en la superficie del agua. Eran las ballenas que más cerca había visto. Parecían ser un macho y una hembra, o tal vez, una madre con su cría. Estarían a unos mil metros, a unos setenta y cinco grados a mi derecha, cuando descubrí, abajo a mi izquierda, cerca de la playa, un auto y un hombre vestido de buzo. Mi vista iba alternadamente del hombre a las ballenas que permanecían allí como jugando.
El hombre se dirigió caminando hacia el mar con las patas de rana en la mano, la máscara con snorkel en la cabeza y un cinturón con piezas de plomo puesto. Cuando tenía el agua por la cintura se calzó las patas y la máscara.
Volví la mirada hacia las ballenas que aún permanecían allí.
El hombre había comenzado a nadar mar adentro, paró a unos doscientos metros de la costa y se quedó inmóvil en forma horizontal, con los brazos y piernas extendidos. La situación se había apoderado casi plenamente de mi atención. Nunca había visto a un buzo. Me trajo recuerdos de cuando yo era niño y jugaba a bucear entre las piedras de un muelle derrumbado en Punta Lara, en el Río de la Plata, , donde íbamos a disfrutar algunos fines de semana con mis padres.
Había pasado un tiempo considerable, permaneciendo en esa posición, inmóvil sobre el agua. Luego de aproximadamente cuarenta minutos, repentinamente se produjo algo increíble: una ballena desplegó su salto a unos cuarenta metros de él. El hombre se puso en forma vertical con el agua al pecho. Tomé el largavista y enfoqué el lugar. Presentía que algo más sucedería. Vi acercarse lentamente hacia el hombre la figura oscura y alargada de la ballena que se deslizaba apenas bajo el agua.
Quedó flotando con el lomo afuera, como un inmenso barril, a unos cinco metros de distancia. El hombre comenzó a acercarse muy lentamente, con sumo cuidado. Se paró a escasos dos metros. Parecían mirarse por debajo del agua. La ballena levantaba levemente la cabeza sobre el agua, como queriendo mirar también por el aire. De pronto, sin que a ninguno se le notara hacer movimientos estaban casi pegados.
El hombre parecía acariciarla. Digo parecía porque no lo podía creer y por momento me daba la sensación de que mi imaginación exageraba lo que estaba viendo. Pero era eso: el hombre estaba acariciando a la ballena. Parecía hablarle.
Pensé que ese era el momento en que más cerca había visto un ejemplar: a unos trescientos metros.
Una escena única se estaba desarrollando ante mis ojos. Me acordé de la cámara de fotos; maldije no tenerla a mano en ese momento ¿Será un guardafauna? Buscaba una razón que explicara bajo qué circunstancias un hombre podía lograr esa experiencia. Yo que pensaba alardear con mi viaje aventurero en el Sur me sentí un tanto frustrado: esa situación había dejado mis días de constante observación sin importancia.
De pronto la ballena se sumergió hundiendo suavemente la cola frente al hombre, quien después de pocos minutos comenzó a nadar nuevamente hacia la costa. Decidí ir a conversar con él, pues sin duda sabía mucho de ballenas y tal vez podría decirme un lugar donde las pudiera observar más de cerca.
Cuando llegué abajo, el hombre se había quitado la chaqueta de neoprene y estaba guardando los equipos de buceo en una bolsa de mallas.
-¡Hola! - dije mirándolo con una sonrisa forzada para agradar.
-¡Hola! - contestó amistosamente dirigiendo un golpe de mirada fugaz y penetrante como un rayo.
-¿No hacen nada? - (No sabía bien que decir).
-¿Las ballenas? Hasta ahora... - dijo regocijado.
-¿Usted las conoce bien, no?
-Se me confunde si les conozco las manías o si es manifestación del Espíritu.
Tomé la respuesta como una ironía fanfarrona.
-Tremenda experiencia tuvo. Yo estoy hace casi una semana observándolas desde allá arriba. - señalé donde estaba el campamento y el mirador - Pero nunca las pude ver desde cerca. ¿Se le acercó, o la había visto?
-Nos encontramos, creo.- contestó el hombre.
-Qué bueno - dije sin haber reparado demasiado en su respuesta - debe ser una experiencia impresionante.
- Sí, es muy agradable; se necesita vivirlo para saber mejor qué se siente.
- ¿Hay algún lugar donde las pueda ver más cerca?- Le pregunté.
- Andan por todas partes. Suelen acercarse por estas costas.
- Yo no las pude ver a corta distancia, excepto ésta con la que usted estuvo. ¿Usted es guarda fauna, o biólogo?
- No, me gusta bucear. Vivo temporalmente en Puerto Pirámide. Me llaman Indio - dijo extendiéndome el brazo.
-Mucho gusto, yo soy Hugo -dije estrechándole la mano-. Vivo en Buenos Aires.
- Yo nací en La Boca.
- Ah... yo soy de la zona sur del Gran Buenos Aires. De Almirante Brown.- dije como si hubiese alguna coincidencia.
- ¿Hasta cuándo te quedas por aquí? - preguntó mientras terminaba de guardar el traje de buceo húmedo, dentro de una bolso negro y éste en el baúl del auto.
- Sólo dos o tres días más lamentablemente. Este lugar es increíble.
-Sí, ya lo creo. Cuando vayas a la aldea, si quieres pasa a visitarme. Yo vivo arriba de la segunda bajada, en una cabaña pintada de verde. Si te gustan las ballenas te puedo mostrar algunas fotos.
- Muchas gracias, mañana andaré por allí. Pasaré a visitarlo.
-Si no encuentras la casa, pregunta por Indio a cualquiera del lugar. Allá todos conocemos donde vive cada nombre.
Indio aparentaba tener una edad de cuarenta y ocho o cincuenta años y un notable estado físico.
Usaba el pelo un tanto largo y llevaba los rastros del sol en su cara. No tenía rasgos indígenas. La charla con él me había resultado algo excéntrica y agradable.
Volví caminando al campamento con ganas de buscar una ballena y tirarme al mar; pero las razones de que el agua era muy fría para estar sin traje y no saber nadar muy bien, habían desdibujado las ganas que daban vueltas en mí. Además, pensándolo bien, ¿estar junto a una ballena no sería peligroso?


Capítulo 4
SABER ESPERAR A LAS BALLENAS



El día 15 a la media tarde llegué a la aldea de Pirámide. Hice las compras necesarias y pregunté dónde vivía Indio. Inmediatamente me lo informaron. Cuando llegué a la casa estaba sentado afuera, al costado de la cabaña de madera color verde oscuro, trabajando con algunos equipos de buceo sobre una mesa, también de madera, ubicada bajo un árbol. Yo no tenía ningún conocimiento sobre el tema Buceo.
-¡Buen día, Indio!
-¡Hola! ¿Cómo estás? Pasa, estoy limpiando unos reguladores para bucear. ¿Cómo anda la observación de ballenas? Es interesante eso.
Entré y me acerqué tímidamente a la mesa. -Les conozco varias actitudes... Pero, ¿qué puedo contarle a usted, después de lo de ayer?
-Toma asiento si quieres. – me invitó amablemente.
Su atención me resultó un tanto exagerada pero, al mismo tiempo, auténtica. Me senté en un banco hecho con el tronco de un árbol.
Se sonrió mientras terminaba de armar la pieza que se usa en la boca para respirar.
-Observar siempre es bueno.- dijo en tono algo alentador, mientras yo miraba lo que hacía - y si se logra observar lo que se siente cuando se observa, mejor, es más completo.
Se llama pieza de boca o segunda etapa.- me dijo. Sosteniéndola en una mano frente a mí. Pareció haber notando mi curiosidad.- Ahora traigo las fotos de las que te hablé, si quieres.
-Claro. Me gustaría verlas.
Terminó de armar el regulador de buceo, guardó las herramientas en una caja de metal marrón y las puso en una punta de la mesa.
- Tiene suerte de tener un árbol en su casa. Hay muy pocos aquí.- (se trataba de un eucalipto)
- Si, estoy muy agradecido por eso también. Es muy difícil para un árbol crecer aquí, en esta zona. Esto demuestra lo que es el cuidado y la atención. Espera, ya vengo.
Indio se metió en la casa. Lo vi por una ventana encender el fuego para calentar agua en una pava. Tomé el regulador y me puse a mirarlo, intentando adivinar cómo funcionaba.
Cuando regresó puso las cosas para hacer mate sobre la mesa y me alcanzó unas cuantas fotos.
Algunas eran increíbles, tomadas desde la costa a corta distancia; ver esas fotos sacadas tan de cerca, me devolvió la esperanza de lograr obtener buenas imágenes con mi cámara. Otras estaban tomadas desde una pequeña embarcación; otras desde la superficie del agua y otras subacuáticas. Entre éstas había una que me llamó la atención en particular.
Era la foto de una gran ballena junto a un buzo la cual revelaba proporcionalmente el tamaño de estos cetáceos.
-¿Es usted, Indio?
-No, es mi ex mujer, por decirlo así. Ya no está más por aquí.
Hizo un breve silencio. Yo no me animaba a preguntar si había fallecido o simplemente se habían separado.
-Se la comió esa misma ballena. – Expresó en tono triste y demencial.
Quedé aterrorizado. No podía creer que una ballena se hubiera devorado a una persona, sobre todo la Franca del Sur que tiene barbas y se alimenta de plancton.
-¡¡Nooo!!- Me dijo en tono flexible y alcanzándome un mate – Está siguiendo su aventura por otros lugares. No te alarmes.
Me quedé más tranquilo. No sé por qué, esa mentira obvia, había logrado ponerme nervioso.
Regresé a las fotos que estaban tomadas desde la costa a una distancia muy corta. Estaban casi pegadas a la costa, me dieron ganas de quedarme unos días más, si no se acercaban en los dos días que restaban.
-¿Se acercan seguido a la costa? ¿Hay que esperarlas mucho tiempo para engancharlas? - pregunté a Indio en un tono ansioso y algo concentrado.
-Yo creo que mucho influye saber esperarlas.
-Sí, hay que tener paciencia, pueden aparecer en cualquier momento, quién sabe.
-¿Sabes nadar? - me preguntó.
-Algo, me desplazo digamos, pero no tengo estilo ni técnica.
-Para aprender a esperar a las ballenas es bueno saber bucear.
No entendí la relación que tenía esperar a que se acerquen las ballenas con saber bucear.
-¿Por qué? - pregunté en tono desconfiado.
-Y... porque si sabes bucear las puedes arrear como a ganado - dijo, otra vez, riéndose puerilmente.
Yo no podía evitar reírme también; aunque lo que decía no me hacía mucha gracia, esta vez su risa me contagió, distendiéndome.
- ¿Usted enseña buceo?- pregunté.
- Más bien enseño a bucear.- respondió.
- No lo recordaba pero siempre me sedujo la idea de aprender a bucear. Cuénteme alguna anécdota con ballenas.- le solicité ya más distendido-.
-Mejor que lo vivas tu - me dijo - Es la mejor forma en que realmente puedes comprender lo que yo tenga para contar. Sobre todo si te gusta observar.
Me quedé cortado - ¿Para eso es necesario hacer un curso de buceo?- dije al fin.
- ¡¡¡No!!! - exclamó suave pero enérgicamente- No te confundas. Hacer un curso, aprender y saber todo de buceo o hasta ser un buzo destacado no tiene nada que ver con saber bucear verdaderamente. Hasta el buzo más ágil y fuerte está limitado si todavía no ha llegado a desarrollar su verdadero potencial; y para aprender a esperar a las ballenas es necesario saber bucear correctamente.
-Bueno, usted acaba de romper toda idea y ganas que yo tuviera con respecto a todo esto.
-¿Por qué?
-Porque lo dijo como que saber bucear es algo inalcanzable.
-No, si intuyes el fin de lo que es desde el principio.
-¿Qué otro fin puede haber que el de aprender a bucear?...conocer el mundo submarino...?
-Muy bien- me dijo. No te molestes, pero no me sale contar una anécdota de la nada. Además, te dije, que mis anécdotas no las apreciarías si no sabes bucear.
-¿Por qué no? - pregunté notando que estaba comportándome molesto, infantil y sin comprender, en realidad, qué me quería decir.
-Porque no podrías guiar las impresiones para que seas una parte viva de la anécdota.
-Creo que me está subestimando - me defendí sin seguir entendiendo.
-No es que te subestime como crees. Simplemente quiero decirte que no tienes las impresiones necesarias, sólo por falta de este tipo de experiencias que se consiguen buceando. Por lo tanto, una anécdota de estas pasaría a ser sólo un pensamiento idealizado por ser algo diferente a lo que conoces, dado que nunca buceaste. Si quieres puedo contarte otro tipo de anécdotas. Por ejemplo cómo hacíamos el amor con mi ex mujer. Pues a tu edad ya debes tener experiencias de este tipo. ¿o no ?
Pensé que estaba frente a un demente. Me sentí trabado y sin respuestas.
-Bueno, si Dios quiere el año que viene puedo regresar con un curso hecho y algo de experiencia y si usted se encuentra aquí, lo voy a venir a visitar para que me cuente alguna anécdota.- dije serio e irónico.-
-Si quieres y puedes quedarte un tiempo puedo enseñarte a bucear y después puedes juzgar si estoy loco o no.- Dijo revelando mi pensamiento.
Pensé que intentaba venderme un curso de buceo mediante la elaboración de una bruma misteriosa y creando un desafío. Me sentí incómodo, puse una excusa para irme de la mejor manera posible y me volví al campamento.
Me acompañó hasta la puerta de calle sin dejar de prestarme plena atención manifestando una discreta alegría. Al despedirme dijo: - Un gusto haber hablado contigo: aquí, en la aldea, siempre hay información de los nombres. Tal vez te decidas aprender a bucear.
-Gracias. Yo voy a estar dos o tres días más en Pardelas. Si anda por ahí pase a visitarme. – dije mecánicamente.
-A lo mejor las ballenas se arrimen en estos días que te quedan. Ojalá puedas tomar esas fotos que quieres sacarles de cerca.
-Ojalá.
En el auto, durante el viaje de vuelta, fui reflexionando de lo extraño que había resultado todo esto. No podía entender el trasfondo que había. Otra vez Indio me repetía que en la aldea siempre había "información sobre los nombres". La primera vez creí que había escuchado mal y que en realidad había dicho hombres. Ahora no tenía duda. Tampoco sabía bien a qué se refería con decir "nombres", en vez de decir "gente", "personas" y más allá de todo lo raro que me resultaba esto, se me estaba presentando la posibilidad de aprender a bucear en un lugar mágico, algo que siempre me gustó desde chico junto con la idea de estar cerca de una ballena, otro sueño; y ni siquiera había considerado realmente lo que me estaba presentando la vida.
Desde la ruta de ripio noté viento en los arbustos.
Cuando llegué al campamento el oleaje del mar era tan fuerte que las olas que golpeaban contra las paredes salpicaban unos diez metros hasta del borde del acantilado.
Estaba oscureciendo y sentía un leve agotamiento mental. En presencia plena del viento me recosté a descansar en la carpa y me dormí sin poder parar de pensar en la forma de lograr los recursos necesarios para quedarme allí un tiempo y hacer realidad lo que Indio me había ofrecido, lo cual no me desagradaba en absoluto.
Toda la noche sopló un fuerte viento.






Capítulo 5
CUESTION DE ELECCION


A primera hora de la madrugada el viento cesó. El tiempo y trabajo que me había tomado para armar y asegurar bien la carpa no fue en vano. Me pregunté qué habría pasado con el techo del mirador. Esta había sido para mí una noche de sueño liviano, de esas en las que uno puede darse cuenta de lo que pasa por la mente; y por mi mente seguía pasando cómo podría arreglar todo para permanecer un tiempo en Pirámide. El sueño de descubrir más profundamente el mar se había desencadenado.
Cuando salí de la carpa, estaba cubierto de arena todo lo que había dejado bajo el sobretecho y el alero, el cual no había alcanzado a soltarse pero se había aflojado. Sacudí las zapatillas y luego de ponérmelas me dirigí hacia el mirador que había sido otra víctima del viento. Pensé en arreglar el campamento, desayunar y luego ir a armar nuevamente la sombra del mirador. Cuando llegué allí, surgió en mí la idea de arrimarme al acantilado, donde en ese momento había unos diez metros de distancia vertical hasta el agua. El mar estaba casi sereno, con pequeñas ondulaciones.
Seguí con la vista toda la costa y luego continué hacia donde una delgada lonja de la costa se metía unos doscientos metros hacia el mar, en forma de lengua, como una pequeña península.
De pronto mis ojos se detuvieron en una roca que sobresalía, me paralicé porque me resultó extraña. Cuando enfoqué bien la vista noté que lo que parecía ser una roca, era la cabeza de una ballena que venia navegando hacia mi lado. Corrí descontroladamente hasta la carpa en busca de la cámara fotográfica para poder volver antes de que la ballena se fuera. Cuando regresé aún no había pasado, venía navegando pegada a la costa muy lentamente.
Pensé en Indio, lamenté no tener equipo necesario para tirarme al agua y no tener conocimientos de buceo.
Traté de imaginarme qué se sentiría estar ahí, junto a ese enorme mamífero que de sólo ver su tamaño impresionaba. Me adelanté hacia donde venía el animal y comencé a sacar fotos. La cabeza era enorme y tenía algo que parecía ser callos o crustáceos y que era la razón por la cual la confundí con una roca. Siguió navegando por toda la costa hasta que llegó a un lugar donde no la pude seguirla más. La habré seguido unos dos mil metros sacándole fotos. Cuando todo terminó me encontraba exhausto, exaltado y con júbilo.
Impulsivamente quise ir a ver a Indio bajo cualquier excusa.
Pensé en qué necesitaba para no olvidarme nada y fui a la aldea dejando el trabajo de reparar el alero para cuando regresara.
Cuando llegué a la aldea fui directamente a la casa de Indio.
Yo no sabía en qué momento podía encontrarlo. Golpeé las manos, aún con adrenalina en el cuerpo.
Se abrió la puerta y la figura de Indio se asomó.
Quise contener mi entusiasmo cuando me di cuenta que no sabía bien qué decir.
- ¡Buen día, Indio!
Hola, ¿cómo te va? - contestó saliendo de la casa y acercándose sin dejar de mirarme.
-Bien; vine a comprar unas cosas y quise pasar a saludarlo.
Me miró fijo a los ojos un breve instante.
-¿Cuántas eran?
Su pregunta me sorprendió, frenando mi impulsividad.
-¿Cómo "cuántas eran"?
-Si, las ballenas que viste, cuántas eran.
-Una, pero pasó pegada a la costa; la seguí unos dos mil metros sacándole fotos. Al principio le había confundido la cabeza con una roca; se parecen. ¿Qué es lo que tienen pegado en la cabeza? -la ansiedad me desbordó-.
-Bueno, se ha cumplido tu anhelo, brindemos con algo. Adelante, entra.
-¿Cómo supo que había visto ballenas?
-Tus ojos parecían haber visto ballenas o hermosas sirenas. Me arriesgué por ballenas.
Mientras tomábamos mate le fui contando detalles.
-Lamenté mucho no saber bucear, ni siquiera tener los conocimientos para tirarme al agua. Justo anoche traté de buscar la forma de poder venir a Pirámide, pensando en su oferta. Quisiera ver con usted cómo podemos arreglar, cuánto me cobrará y todo lo que necesito tener en cuenta. Pasado mañana, cuando regrese a Buenos Aires, teniendo ya en claro todo esto, voy a buscar la solución para poder venir
-No creo haberte “ofertado” nada objetivamente. Yo dije que te podía ayudar a saber esperar a las ballenas.
-Entendí que usted ofreció enseñarme a bucear.
-Si. Pero no del modo en que lo estás interpretando. Tú, querías ver y fotografiar a las ballenas a corta distancia, algo que has logrado, y yo te dije que para eso era bueno saber esperarlas, y que para entender esto era bueno saber bucear, y que yo podía enseñarte, asistirte. Pero en realidad, no hice ninguna oferta como dices.
-Bueno, yo entendí que enseñarme a bucear era una oferta.
-No es una oferta. - dijo en forma absoluta.
Yo no sabía si estaba haciendo un juego de palabras para confundirme y hacerme sentir idiota o realmente no alcanzaba a entender lo que me decía.
-¿A qué te dedicas? - me preguntó.
-Enseño artes marciales.- (Esto era para mí lo más verdadero con lo que contaba hasta entonces y lo que, de algún modo, me contenía. Había nacido en un barrio suburbano, a unos veinte kilómetros al sur de Buenos Aires capital, en un marco con muchos espacios verdes que fortalecieron mi niñez y una condicionada cultura popular; y hasta que comenzó a suceder esta historia era anónimo para mí mismo).
-Ah, qué bien, las artes marciales son muy buenas. Sí, sí.
-Si coordinamos los tiempos ¿puede enseñarme a bucear? - pregunté ya con dudas.
-Sí, si quieres puedes aprender a esperar ballenas y entender las anécdotas relacionadas con ellas.- dijo con sonrisa bondadosa.
-Necesito hacerle unas preguntas antes de irme.
-Pregunta.
-¿Cuánto tiempo durará el curso?
-El tiempo que quieras.
-¿Un mes estaría bien?
-En un mes aprenderías a saberte bajo el agua, no a esperar ballenas. ¿Cuál es tu motivación?
-Suena interesante el aprender a esperar ballenas pero no sé si lo entiendo. Yo estuve una semana en Pardelas y tuve paciencia hasta que por fin se arrimó una y pude fotografiarla. Yo estuve esperando a que se arrimen y lo hicieron.
-Sí, fue así. Aunque también pudo haber sido que la ballena pasaría inevitablemente por ahí y tú estuviste para presenciarlo. Eso no tiene nada que ver con el saber esperar a las ballenas que yo digo. También puede ser que inconscientemente lo hayas hecho. En ese caso has tardado una semana para lograrlo y no sabes cómo ni por qué sucedió. Esperar a las ballenas es un artificio del Espíritu; es usar lo que no se ve y flota en el aire para estar en contacto conscientemente con lo que quieras. Para saber esperar a las ballenas hay que aprender a llamarlas y a escucharlas.
- Yo las escuché una noche que no podía dormir. Su canto realmente me estremeció.
-Esa es una forma simple de escucharlas. Es superficial. Pueden escucharse prescindiendo de los sentidos: Puede percibirse su presencia sin escucharlas con los oídos ni verlas con los ojos. Así puede establecerse un vínculo de ida y vuelta distinto a lo que es nuestra costumbre. -Se quedó un rato en silencio. Yo no sabía qué decir. -Puedes mirar a un animal a los ojos y ver su imagen. Si tienes sensibilidad puedes notar que te está mirando. Si tienes aún más sensibilidad y penetración visual puedes percibir que manifiesta intentos de comunicarse contigo desde un mismo lugar en común.
Otra vez me dejó descolocado. ¿Saber comunicarse con los animales era saber esperar a las ballenas?
-¿Puede una persona comunicarse con un animal como la ballena?
-¡Claro que sí!
-¿Es lo que pasó con usted ese día en Pardelas?
-Sí...
-¿Cómo lo hizo?
-Hay que aprender a sentirlo. No sirve de nada que te lo cuente, ya te lo dije. - hizo un breve silencio; parecía no estar conforme con la respuesta-. Para aprender a sentirlo es necesario limpiar todos los canales sensitivos que poseemos como seres humanos y que no tienen nada que ver con cómo vive la humanidad actualmente.- expresó cerrando la idea-.
Aunque muchas personas tengan desarrolladas herramientas de percepción, la mayoría está alterada como con " hollín" y no generan nada bueno. Para ponerlo en el marco de la Naturaleza, es antiecológico. Es un poder mal usado y sumamente peligroso. Aunque esas personas quieran acercarse a los animales, ellos no se acercarán porque en todo ese manojo percibirán cosas como ambición, o ira, que ha acabado con especies enteras. Una persona que se interesa con buen corazón por algún aspecto de la naturaleza o de la vida misma, puede aprender a descubrir en sí mismo las propias herramientas para establecer vínculo con el resto de todo lo que existe.
El hombre está separado como especie y como individuo, necesita moverse y compartir con todo lo demás. No puede ignorarse lo que existe de la piel para afuera o tenerlo en cuenta sólo por propio placer. Es enormemente estúpido.
Es por eso que el buceo y aprender a esperar a las ballenas pueden ser buenos medios para encontrar, desarrollar y limpiar nuestra percepción, y el mar con todo lo que vive en él un espejo donde podamos observar, aprehender nuestro conocimiento en común. No existe un fin en sí mismo. La vida misma es un medio.
No comprendí claramente lo que quiso decirme, pero me gustó. Sonó interesante. Me quedé en silencio un instante y luego empecé a imaginar.
- Por favor, ni pienses que te convertirás en héroe. Lo que digo no es como escuchar palabras e imaginar; es arduo y duro, no hay un tiempo específico de duración ni probabilidad de piadosos resultados aunque, a fin de cuentas, puede suceder en cualquier ahora. Sin embargo detrás de todo esto, está la belleza del juego, la Eternidad de donde fluye la danza perpetua entre la vida y la muerte; y tocarla es estar vivo de verdad... El buceo y aprender a esperar a las ballenas es sólo una puerta. Nosotros sólo podemos entrar y transitar un camino: el propio.
Por otro lado, si quieres bucear y sentirte orgulloso de haber visto una ballena, puedes hacer un curso de buceo para moverte con seguridad bajo el agua, pagar una excursión y opinarte tremendo. Tendrás para contar tal anécdota y sentirte importante ante los demás. Pero no tendrás una vida verdadera. Y la belleza de la danza entre la vida y la muerte seguirá su juego sin que ni siquiera te des cuenta.
Miedo, incertidumbre, confusión, incredulidad, ansiedad y curiosidad se mezclaban en mí con el trasfondo de un sentimiento de querer saber qué era todo esto de lo que Indio me hablaba en forma seria, confiada e impersonal.
Le dije a Indio, que apenas fuera solucionado el tema del tiempo lo llamaría por teléfono para avisarle cuándo volvería para comenzar.
- Yo en una semana tengo que ir a La Boca. El día 29 a la noche podemos hablar por teléfono nuevamente y encontrarnos allá si quieres. Pero si decides hacerlo debes prepararte para lo peor. - me alertó-.
Cambiamos números de teléfono, direcciones y nos despedimos hasta entonces.
- O hasta cuando sea, agregó él.
- Nos vemos en Buenos Aires - contesté.
Muchas cosas pasaban por mí. Tenía sensaciones que no conocía. Transitaba un estado que me generaba confusión. Sin embargo simultáneamente seguía buscando la forma de encontrar el tiempo.
Durante el viaje de vuelta se me ocurrió la solución. Pensé en alumnos avanzados. Podría combinar con alguno de ellos para que me cubra en las clases. Lógicamente, arreglaría sistemática y económicamente con él.
También algo de mí, quería comprender de qué se trataba todo lo que Indio me había dicho luego de que yo le pidiera que me enseñe a bucear; así como su forma particular de utilizar sus conocimientos técnicos y el modo de expresar sus ideas. Yo no podía creer que lo que me había dicho fuera verdad. Pero tampoco tenía motivos para no creer. Lo único que yo conocía enteramente, fue haber presenciado esa particular escena entre Indio y la ballena; lo cual entendía podía haber sido casualidad o como Indio dijo, la ballena saltaría inevitablemente y él estaba allí para presenciarlo. Por otro lado me inquietaba su forma de ser, si bien podría estar mal de la cabeza, en ese caso habría de ser un loco sano hasta donde yo lo conocía.
El día 18 a la mañana emprendí el viaje de regreso a Buenos Aires. Salir de la aldea me produjo algo así como un desgarramiento que dejaba un extraño vacío.
Me fui con la emoción de volver.




CAPÍTULO 6
PRIMERAS ADAPTACIONES



El día 29 a la noche telefoneé como habíamos quedado a donde Indio se hospedaría durante los días de su estadía en Buenos Aires.
Me dijo que si realmente estaba convencido de comenzar el curso me llevara unos pantalones cortos para tirarme al agua. Le pregunté a qué pileta iríamos. Me contestó que el Puerto de Buenos Aires estaría bien.
Me impactó un poco ese escenario. No me había cerrado bien la idea de aprender a bucear en el Río de la Plata, por el hecho que ya estaba prohibido como balneario por su contaminación desde la década de los 80, pero por mi ignorancia en el tema, no presté mayor atención a que no me cerrara la idea.
Al otro día llegué a la dirección que Indio me había dado para encontrarnos. Era la casa de un amigo suyo. El número de la altura de la calle, 623, estaba pintado de amarillo en un portón azul un tanto abierto.
Vi a Indio adentro del terreno de la casa cargando algo en un jeep gris, con la pintura algo corroída.
- Buen día - dije en voz bien alta para que me oyera.
Me saludó con real afecto y luego me pidió que lo ayudara a cargar una soga a la que llamó "cabo", un peso de hierro relleno con cemento de unos veinte kilos, al que llamó "muerto" y una bolla neumática de color roja. Me señaló que si estábamos convencidos de hacer lo que vinimos a hacer, era recomendable aprovechar el tiempo que tuviéramos en nuestras vidas.
-¿Tanto tiempo lleva aprender a bucear? – Le pregunté.
-El buceo puede no tener límites para desarrollarlo y llevarlo a la práctica. Ya hablamos de esto, parece que te cuesta usar tu memoria. Entiende: el límite está en nosotros. Nuestro límite llega a donde llega nuestra comprensión y eso somos. A ti te gusta mucho observar y preguntar, pero tienes que hacer algo para solucionar lo de tu memoria.
Me sentí bien porque había resaltado ciertas condiciones que me gustaban, sin embargo, quedaba una vaga molestia cuando escarbaba y develaba lo que no era una buena condición en mí.
-Hay que darle un virtuoso uso específico u objetivo a esas buenas actitudes- me dijo como si hubiese oído lo que pensaba. -Una linterna, que puedes comparar con tu atención para observar, no puede alumbrar el planeta entero, mucho menos el Universo. Se necesita tener la altura y la luz del sol para entender todo lo que está bajo de él y puede observarse. Nuestros sentidos no alcanzan ni siquiera para tener ordenadas cuatro cosas porque el mundo que recibimos a través de ellos es aparente, engañoso, cambiante...
Sentí que mi sensación de orgullo había quedado injustificada ante esa imagen. Cuando hablaba con Indio, sobre todo cuando lo escuchaba, mis sensaciones cambiaban creando incomprensión hasta de mí mismo.
- Pero no te preocupes. El mismo sol no absorbió todo lo que es de un solo saque.
Salimos rumbo a la Dársena F del Puerto. Mientras costeábamos el río me enseñó a reconocer los distintos tipos de buques que estaban amarrados: remolcadores, areneros, petroleros, dragas, cargueros, de guerra, de placer, de pasajeros, un enorme rompehielos... Me nombró las distintas partes básicas de los buques e hizo algunos comentarios sobre propulsión y gobierno. También me habló sobre el movimiento general de los puertos. El Río de La Plata es ancho como un mar y la contaminación paulatina que se creó con el desarrollo de la polución y de la industrialización, se ve a simple vista. Sin embargo parecía normal y sin cuidado en la actitud social.
Cuando quedamos en silencio viendo el río, al pensar más conscientemente que estaba a punto de empezar a aprender a bucear en el Río de la Plata, volví a recordar aquella vez cuando de niños jugábamos a bucear en el muelle derrumbado por el agua. Volvieron a mí las imágenes de los grandes bloques y columnas de cemento que formaban pasadizos, cuevas y túneles encima y debajo del agua. Recordé la sensación de imaginarme ser un buzo, la fantasía que tenía y el no sentir miedo de quedarme atrapado entre las piedras o sin encontrar la salida bajo esas aguas oscuras. Me recordé buceando con los equipos puestos en mi imaginación. Nadaba entre los huecos tocando con las manos para saber por dónde podía pasar, me sumergía con los ojos cerrados aguantando la respiración . Me sentía como un buzo de la serie Caza Submarina, como un buzo táctico en alguna misión o como el pequeño buzo de plástico que se sumergía con mi mano para comenzar su aventura.
Hice el comentario a Indio sobre aquellos juegos infantiles. Me escuchó atentamente. Sus ojos brillaban como si él mismo estuviera reviviendo la anécdota tanto como yo.
- ¡Bien! - dijo exclamando con serena alegría - Tienes esa experiencia registrada y puede que sirva para tu adaptación al medio.
- Sí, pero eso pasó hace muchos años y era sólo un juego.
- El “reflotamiento” de la experiencia, la fuerza de la impresión es lo que cuenta. No importa si fue un juego o un sueño. La intensidad con que se revive un recuerdo tiene en sí misma el valor que éste lleva.
Llegamos hasta una punta de la dársena F. Indio la había elegido porque tenía escaso tránsito marítimo.
- Prepárate porque pronto estarás nadando en una inmensa pileta llena de mierda - dijo con una sonrisa con un tinte melancólico.
- ¿No hay problemas de infección estando en estas aguas?
- Si no tienes cuidado es probable que te agarres cagadera u otitis cojudas, pero nadie que yo sepa ha muerto por esto; sí por otros motivos de descuido.
Ese último comentario me puso serio por un momento. Pero me tranquilizaba saber que ahora solo iría a nadar.
La punta de tierra separa de un lado la dársena con agua tranquila y del otro el ancho río abierto con olas y corrientes como un mar marrón. Preparamos todo para comenzar del lado de la dársena.
- ¿Cuánta profundidad hay acá, Indio?
- Varía según la altura del río, ahora debe haber unos seis o siete metros.
El color del río es de un marrón pardo oscuro, algo rojizo, pero el agua en las dársenas del puerto, estaban aún más oscuras. Yo le daba explicación a la diferencia de color por el hidrocarburo que desprendían los buques y que flotaba en la superficie del agua y al poco movimiento que éstas tenían por estar semi cerradas.
- Este río es muy sedimentoso. Si observas, la luz no puede penetrar más de un par de milímetros. Tiene muchas partículas en suspensión, a lo que se suma la mugre que ha recibido de los “seres superiores” del planeta - La visibilidad del agua es un factor a tener en cuenta y los diferentes grados de visibilidad sirven para obtener y explotar diferentes fuentes y modos para aprender a bucear.
- El agua en su estado puro es transparente. Como te enseñaron en la escuela es inodora, incolora pero no insípida. El agua es como el Espíritu - dijo con una sonrisa.
Hubo un silencio.
-¡Bien! - dijo cambiando la atención - Ahora vamos a saber qué tanto te gusta mojarte. Hizo mucho hincapié a que prestara suma atención a su voz mientras permaneciera en el agua.
La idea de lo que tenía que hacer era entrar y nadar cerca en forma de círculos un tanto amplios y cuando me lo pidiera mantenerme a flote en superficie e intentar hacer lo que él me sugiriera mientras estuviéramos en pleno aprendizaje. Me pidió permiso para manejar los tiempos y mis límites. Le dije que no abría problemas mientras me pareciera bien.
Me quité las zapatillas y me tiré de cabeza al agua para comenzar a nadar. Al ingresar noté que al olor arenoso propio del río se le agregaba el de los hidrocarburos que se encontraban en forma concentrada en las dársenas. La temperatura del agua me resultó un tanto fría, pero pronto esa sensación desapareció al enfocarme en hacer lo que Indio había dispuesto.
Si bien mi estado físico era bueno, gracias a la práctica de artes marciales, en el agua no era lo mismo. Noté que estar en el agua sin conocimientos técnicos previos, me demandaba un gran esfuerzo y desgaste de energía. En pocos minutos me encontré exhausto en un medio que pronto se convirtió en algo desconocido e incómodo, que me absorbía y no me dejaba respirar con comodidad.
Comencé a sentir el cansancio de mis extremidades, mi respiración agitada y mis movimientos descoordinados. Traté de disimularlo por miedo a no tener las condiciones necesarias a las cuales Indio había definido como "adaptabilidad en el agua".
Seguí nadando a pesar de tener visibles problemas para no tragar agua y mantenerme en superficie. Comenzando a perder el control, miré hacia donde estaba Indio. Ya no podía ni siquiera gritarle que no podía más. Había tragado bastante agua.
- ¡Párate y flota! - Vocifero como para que lo pudiera escuchar a pesar de la situación.
Físicamente estaba agotado y mentalmente iba perdiendo la calma cada vez más.
- Mantente vertical y flota, recupérate del cansancio - me gritó una vez más.
Cuando más braceaba y más pateaba para mantenerme en forma vertical más me agitaba y más me hundía a causa de la desesperación que provocaba la pérdida de control, producto del cansancio y de la incapacidad para flotar.
En medio de la desesperación escuché la voz de Indio que me seguía gritando, pero con la calma y convicción de un hipnotizador.
-¡¡Relájate y acaricia el agua con brazos y piernas; dile con tu sentir que la quieres, que no te hunda; sé respetuoso, no le temas!!
Para mi asombro noté que la situación empezaba a cambiar haciendo menos esfuerzo.
- ¡¡Respira profundo, llena bien los pulmones!!
Comencé a realizar respiraciones hondas desde el abdomen.
- Cambia rápido el aire por la boca. Inclina la cabeza hacia atrás y relaja todo lo que puedas. Relaja los músculos, los pulmones, la mente...
Con cada indicación que Indio me daba, mi comodidad en el agua iba en aumento, recuperando poco a poco la confianza al ver que podía.
- Respira profundo y relaja los pulmones.
Al cabo de un instante mi respiración mejoró; mi fatiga se fue calmando junto con mi mente y mis músculos.
Ya estaba intentando mantener la cara lo más afuera posible del agua.
- Inclina la cabeza bien hacia atrás y cuando tengas los pulmones lo suficientemente cargados aguanta la respiración y deja el cuerpo quieto, bien relajado, sin tensión. Abandona el pensar. Siéntete flotar y, cuando lo necesites cambia todo el aire con una respiración rápida y elástica por la boca; usa todo el volumen de aire que puedas y vuelve a retenerlo. Los pulmones bien llenos te mantendrán sin esfuerzo muscular.
Con voz ya más suave me pidió que relajara totalmente el cuerpo y la mente, que mirara al cielo y que comenzara a disfrutar de estar contenido por la masa de agua.
- Identifica la técnica - me susurró.
Intentando transformar esa situación tuve que hacer un gran esfuerzo para no ir hacia la orilla y atender a lo que me decía la voz de Indio. Entendí por qué me había recomendado que prestara mucha atención a su voz. Realmente fue un gran esfuerzo mantener el equilibrio interno y conservar la atención cuando estaba a punto de entrar en pánico.
De pronto me encontré flotando cómodamente en el agua, vertical y de cara al cielo, con el cuerpo relajado e inmóvil. Me sentía sostenido por el mismo elemento en el cual me estaba hundiendo momentos atrás.
Comencé a escuchar los sonidos del lugar y supe que así podría permanecer durante horas, y que era una excelente forma de recuperarme del cansancio o de calambres en el agua. Era como tirarse a descansar al costado del camino luego de haber estado corriendo un largo trecho.
Después de haber estado unos cuantos minutos identificando la técnica, Indio me llamó y me pidió amigablemente que saliera del agua.
Caminamos hacia el lado del río abierto. Nos sentamos a la orilla y nos quedamos mirando hacia el horizonte. Se veían algunos buques que estaban en rada esperando para entrar al puerto. Indio estaba como sumergido en sí mismo. Luego comenzó a hablar:
- Nosotros, en este caso tú y yo y todo lo que ves aquí como Creación Natural, crecimos y nos desarrollamos con el agua. Hemos evolucionado a través de ella. El mar es el seno de toda vida en este planeta y todos necesitamos continuamente del agua. Así, podemos entender la vida que el agua posee. El mar, por ejemplo, tiene vida propia y es muy poderosa; lleva consigo un caudal inimaginable de energía. El agua en sí, es así. Tú o yo somos simplemente una gota que el mar puede cobijar en su seno o matar. Por eso es que es más inteligente ser respetuoso, emplear cierta conciencia y no trasladar los males del hombre a este lugar puro donde paradójicamente puede ser curado cualquier mal si aprendemos a abrirnos. - miró las aguas del río extendiendo una mano como para invitarme a ver - alguna vez este río, hoy tan contaminado, no hubiese estado en contradicción con lo que dije. La existencia provee a todo de un medio para su desarrollo ¿Y qué hacemos? ¡¡¡Destruirlo!!!... y cuando tomamos conciencia a medias nos decimos plaga, destructores, nocivos y seguimos así, como si esa fuera nuestra más profunda naturaleza. Nos proponemos un falso crecimiento personal impulsado por la creencia de adquirir a cualquier precio una seguridad falsa. “La ley del más fuerte sobre el más débil” ¡Jhá, puro miedo! Luz espejismo.- Una especie de conciencia mezclada con un sutil dolor pasó por mí - En fin... Sabes Hugo: Tu te adaptas al agua; no el agua a ti. Si blasfemas o luchas contra este medio, mueres. Si te entregas con respeto, te recibirá con respeto y tal vez te entregue su misterio y el tuyo. En mi vida he pasado muchas horas viendo y escuchando el mar. Él respira sensibilidad, furia y conocimiento.
En un momento, mientras indio hablaba sobre el mar, fue como si estuviera contemplándolo. Sus ojos parecían nostálgicos. Hablaba como si el océano estuviera allí, expandido en frente nuestro.
- Es así, Hugo. En el agua todo se adapta armoniosamente. Así logras tu espacio en ella.
Cuando llegamos al hotel en el que se alojaba indio, me pidió que le contara mi experiencia. Le dije que si bien al final había logrado sentirme cómodo y controlado en el agua, esto se limitaba a permanecer en una posición (me dijo que tal posición en buceo se la llamaba posición vertical estática), pero creía que en cuanto me pusiera a nadar perdería el control y la comodidad nuevamente.
- Si practicas la natación, la misma práctica te quitará el cansancio, causa del descontrol. Sin embargo también debes trabajar concentrándote abiertamente en coordinar los movimientos con la respiración. Aprender a relajar la mente y en cierto aspecto el cuerpo. Todo esto te ayudará a una mejor flotabilidad con menos gasto de energía. También tienes que encontrar tu ritmo y aprender a adaptarlo en distintos grados.
- ¿Qué quiere decir el "cuerpo relajado en cierta forma"?
- Para la flotabilidad estática es más sencillo relajarse totalmente porque se prescinde de pensamientos y no se emplean ningún músculo para realizar movimientos. En cambio, por razones obvias, no puede ser así cuando estás nadando, pues necesitas la fuerza de todos los músculos para desplazarte. Sin embargo hay una relajación interna, en la que la acción de pensar no es enfatizada. Puede crearse mentalmente y tú tienes que comenzar a buscarla sólo. Puedes practicar esto que te digo en cualquier lugar y momento y luego trasladarlo gradualmente a la natación.
Yo entendía perfectamente este concepto, pues las formas de Taekwon-do se practican de esta manera alternando entre la concentración y la relajación máxima de los músculos.
Durante tres días seguimos practicando sobre el principio de respiración y relajación en el agua. Indio también me describió detalladamente las leyes físicas que se manifestaban en el buceo. Como para que las fuera analizando, comprendiendo y absorbiendo. Me dijo:
- Puedes tomar apuntes para no tener el problema de olvidar. Estos conocimientos se tienen que hacer instintivos lo más rápido posible si quieres aprender a esperar a las ballenas. Comienza por un entendimiento intelectual lo más claro posible. Luego se hará instinto cuando lo logres fusionar con la experiencia y las técnicas de buceo. Después tendrá que aparecer la conexión instinto-intuitiva junto a tu propio estilo.




Capítulo 7
BAJO EL AGUA



La consigna del día sería bajar por el cabo de descenso en apnea, sin respirar.
Indio me dio una luneta y me pidió que me tome del cabo rodeándolo con las piernas cruzadas, y comience a descender con los ojos cerrados sin soltarme de él.
Me dijo que cuando cruzara tres o cuatro veces las manos hacia abajo por el cabo de descenso, entonces recién abriera los ojos y que luego siguiera bajando hasta el fondo. Me explicó cómo compensar los oídos y me recomendó que estuviera atento. Luego le contaría todo lo sucedido.
Llegué hasta la boya que habíamos puesto en el canal, me tomé del cabo, entrelacé las piernas a su alrededor, llené de aire los pulmones, cerré los ojos y comencé a descender. Crucé tres veces las manos, y abrí los ojos. La sensación fue que mi mirada se perdía en la oscuridad absoluta. El corazón me comenzó a latir más rápidamente. Quise seguir descendiendo pero la falta de oxígeno y el susto contradecían mi intención. Subí rápidamente a la superficie golpeando bruscamente la boya con la cabeza.
Cuando miré a Indio, estaba disimulando sus ganas de reírse.
- ¿Qué pasó? ¿Qué viste? –me preguntó con seriedad fingida, ojos brillosos y la boca apenas semifruncida, conteniendo su sonrisa pero sin salirse de la seriedad del echo.
- Oscuridad absoluta. –Respondí serio pero con cierta alegría. Como bromeándome a mí mismo.
- Bueno ven, cuéntame, veamos que pasó.
- Cuando bajé con los ojos cerrados lo primero que advertí fue que estaba aguantando el aire en los pulmones. Sentí la presión del agua en el torax. Estaba atento respecto a cuándo necesitaría respirar nuevamente.
- ¿Estás seguro que eso pasó al principio? Empieza a recordar desde que tomaste aire por última vez, cerraste los ojos y metiste la cabeza bajo el agua.
Indio me había ubicado en el origen de lo sucedido.
- Lo primero que quise hacer fue cruzar las manos tres o cuatro veces para poder abrir los ojos. En esa acción también pensé en cuánto tiempo podría aguantar y quise saber hasta dónde no tenía necesidad de respirar. Sentí presión en los pulmones y cuando abrí los ojos mi mirada se perdió en medio de la oscuridad, como si se diluyera en ella; me asusté. En ese momento tuve ganas de respirar. Pensé que era muy poco tiempo el que había retenido la respiración; quise seguir bajando, crucé dos veces más las manos, sentí una molestia en los oídos que desapareció cuando compensé y ya no pude resistir subir a la superficie.
- Pasaron veinticinco segundos. -Dijo Indio mirando su reloj. -Realmente una cagada. Empezaremos a incrementar ese tiempo.
Indio me explicó una serie de respiraciones a las cuales llamó hiperventilación. El hacer ésta correctamente produce una disminución de dióxido de carbono en el cuerpo. Por lo tanto incrementa considerablemente el tiempo de apnea.
Estuvimos practicando apnea con hiperventilación un rato con la cabeza apenas hundida en el agua. Mi tiempo de apnea se había incrementado hasta un minuto y medio, se había cuadriplicado. Luego me explicó lo siguiente: el oxígeno lo utiliza el cuerpo para producir energía. La ecuación matemática sería: menor movimiento, menor gasto de energía, más durabilidad del oxígeno en el cuerpo. Ahora bien, todo tipo de tensión tanto física como mental produce consumo de energía. Bajo estos principios debes procurar tener cuidado en todo tipo de tensiones innecesarias. Los pensamientos, por ejemplo: "voy a aguantar; estoy sin respirar; me voy a morir ahogado", producen tensión mental y física, y por lo tanto gasto de oxígeno innecesario. En vez de pensar deja que tu cuerpo sienta. Nada mejor que él te puede mantener mejor informado claramente al instante sin la necesidad de estar pensando qué pasará. Tu podrás estar consciente de lo que sucede en tu cuerpo mediante el sentir, tendrás que ir aprendiendo ese nuevo lenguaje. Ahora baja hasta el fondo de la dársena, hiperventila y desciende intentando no enfatizar el pensamiento. Deja hablar a tu cuerpo.
Comencé a bajar nuevamente por el cabo, dejando que mi cuerpo suelto llegara hasta el fondo y volviera.
Fui bajando concentrado en llegar al fondo, pendiente de mi cuerpo. Compensé tres o cuatro veces los oídos cuando de repente, mientras me deslizaba por el cabo, me topé con el fondo barroso de la dársena. Enterré la mano siguiendo el cabo para llegar al muerto y saber cuánto estaba enterrado. Mi brazo se hundió completamente hasta mis hombros. Mi cuerpo empezó a inquietarse por falta de oxígeno. Regresé a la superficie. Antes de sacar la cabeza del agua, en los últimos metros tuve la sensación de no poder aguantar más las ganas de respirar. Realmente la sensación corporal es más aguda y certera que tratar de saber a través del intelecto cuándo estoy por tener ganas de respirar.
Cuando le conté esto a Indio, me respondió que antes de desmayarse uno por falta de oxígeno aparecen ciertas convulsiones o reacciones fuertes involuntarias del diafragma.
- ¿Te acuerdas de algo más que hayas observado?
Pensé durante un momento. Indio me estimuló para recordar y revivir lo que había sucedido. Le comenté que había observado un inmenso silencio que me envolvíó y que no sentí en las veces anteriores que había hundido la cabeza bajo el agua, y que en ningún otro lado había notado la presencia del silencio de tal manera. Me aseguró que íbamos bien, pero que no me lo creyera de manera fantástica, pues – dijo- esto nunca se termina.
-Mañana será la última vez que vendremos aquí y lo haremos con el equipo completo. Entonces, mientras te adaptas a él, tendrás que encontrarte con alguien ahí abajo.


CAPÍTULO 8
EXTRAÑO ENCUENTRO


Durante esa mañana estuve practicando apnea con equipos básicos. Luego de comer algo, Indio me dio una charla sobre el funcionamiento del equipo autónomo y me recalcó todo lo que debería tener en cuenta para evitar dañarme. Me explicó, relacionándolos entre sí en forma enhebrada, los cambios de presiones, el comportamiento de los gases y las distintas partes aéreas a nivel fisiológico y me dijo que, más adelante, volveríamos a tocar el tema.
Mientras separábamos los equipos, Indio me pidió que piense e imagine para qué servía cada componente. Cuando terminamos de separar cada pieza y yo de sacar mis conclusiones, comenzó a darme información de cada cosa. Me pidió que, en forma paralela e imparcial, fuera comparando mi pensamiento e imaginación con la realidad.
Ambas cosas me separaban de la realidad en un aspecto y en otro me acercaban.
Separamos un equipo completo para mí, el cual me enseñó a ensamblar y desensamblar ente las piezas que lo integran y las partes de cada pieza entre sí. Me dijo que para lograr un buen dominio, tenía que hacerlo en un tiempo considerable dentro de lo que podía llamarse breve y luego con los ojos cerrados. Dijo que recién así estaría en condiciones de dominar los equipos, y que también tendría que practicarlo en el agua.
Ahora me encontraba sujeto a la boya con todo el equipo puesto, listo para comenzar a descender. Estábamos conectados por una soga delgada, a la que Indio llamó "cavo de vida", y con el cual nos comunicábamos a través de tirones. Un tirón era "OK", dos tirones "seguir", tres tirones, "arriba"; cuatro tirones, "emergencia".
El primer choque consciente que tuve, fue el de haber aguantado la respiración para hundir la cabeza. Me acordé que podía respirar del regulador. Fui deslizándome del cabo hasta llegar al muerto; descendí con los pies hacia abajo. Solo sentía el cabo, al que apretaba fuertemente con las manos; la boquilla del regulador, a la que mordía bien para que no se me saliera de la boca y el sonido de las burbujas, a las que imaginaba yendo hacia arriba. Mucho tiempo después identificaría esas actitudes como ansiedad por temor a la incertidumbre natural por lo que no se conoce o no es; o sea, al futuro. Cuando llegué al fondo noté que mis piernas habían quedado enterradas hasta los muslos en un barro acuoso que adquiría más densidad acorde con la profundidad. Me despegué un poco del barro y me quedé quieto, escuchando mi respiración. La notaba un poco acelerada. Intenté controlarla mediante inspiraciones más profundas. Sentí que un aire frío me inundaba completamente los pulmones.
Noté cómo mi cuerpo comenzaba a relajarse. Luego, en medio de la oscuridad y tras el sonido de mi respiración y el de las burbujas formadas por el aire exhalado, noté que yo estaba ahí, respirando bajo el agua. Allí en el fondo barroso de la dársena, sentí mi propia presencia.




Capítulo 9
VUELTA A LA PENINSULA


Al consumirse el tiempo que Indio estaría en Buenos Aires, quedamos en que yo terminaría de arreglar mis cosas y después viajaría a Puerto Pirámide, donde nos encontraríamos para seguir el aprendizaje.
Pregunté a Indio qué fue aquello que lo convenció para que se tomara de esta forma, seria o verdadera, darme un curso de buceo. Me contestó que primero no podía llamarlo simplemente un “curso de buceo”, como yo lo entendía. Me confió que él no había decidido nada. Que las cosas sucedieron así hasta el momento, que sólo lo había dejado ser; que simplemente se limitaba a permitir que las partes sanas de su vida avanzaran por sí mismas, y que esos avances tuvieran relación recíproca con su más íntima voluntad. Y aquello que lo había convencido de enseñarme a bucear, fue que yo tenía tendencia a la observación y también que pude escuchar y seguir sus indicaciones aún estando a punto de entrar en pánico. Esos fueron dos acontecimientos decisivos, me dijo. Yo le contesté que casi me había estado ahogando cuando entré en pánico y que no me pareció necesario haber pasado por esa situación. Indio me contestó que tal situación sirvió para marcar distintas reacciones en mi cuerpo y en mi psicología y probar el poner a prueba mi atención al máximo. Me volvió a repetir que yo podía extraer algo más que aprender a bucear y que con el tiempo lo iría absorbiendo.
"Si es que puedes tallar tu madera." - subrayó sonriendo.
- Sabes, Hugo- me dijo.- por sólo decir algo que sirva de introducción... En aprender y enseñar, en realidad, nunca se sabe a ciencia cierta quién aprende y quién enseña. No hay jerarquía si ambos aprendemos, tal vez, afinidad y orden...naturaleza. –enfatizó. Así que bienvenido sea esto que parece ser que tenemos que hacer. Tú te apareciste ahí, curiosamente, en una situación diferente para cualquier ojo humano, aunque es probable que sólo yo lo haya visto así...igual las ilusiones necesitan mucha energía para mantenerse... hasta que se hace insoportable; yo no siento esfuerzo en esta realidad – acotó – y también me resultó ”gustoso’’ que te gustara observar. A mi me gusta trasmitir lo que sé en lo que veo y la escena en la dársena terminó de convencerme que todo nos llevaba a esto.
Me quedé meditando cómo Indio, se relacionaba con los acontecimientos de su vida. Yo nunca me había imaginado tal interacción.







Capítulo 10
MENSAJES PARALELOS


Cuando volví a Puerto Pirámide, al ver la aldea y el mar, sentí una sensación de felicidad. Estaba mediando el mes de Noviembre y las ballenas se estaban yendo hacia la boca del golfo con rumbo desconocido. La primera noche dormí en la casa de Indio, quien me agradó mucho volver a ver. Al día siguiente buscaríamos una casa rodante para mí, dentro del camping.
Pronto nos pondríamos a preparar todo lo necesario para lo que Indio llamaba "aprender a esperar a las ballenas".
Al otro día encontramos la casilla, dejé mis bolsos y fui para aprontar las cosas con Indio.
En la casa había un galpón donde Indio guardaba todo lo relacionado con el mar y el buceo.
Mientras preparábamos y revisábamos los equipos y el semirrígido, Indio no paraba de darme información sobre todo lo que tocábamos. Era tanta información sobre cada cosa que me era imposible retenerla. Me dijo, respecto a esto, que perdiera cuidado, que en el momento en que necesitara acordarme me acordaría, y si no, me lo repetiría otra vez.
Esa noche, cuando volví a la casilla y acomodaba el contenido de los bolsos, fui anotando alternadamente en un cuaderno, cuando venía a mi memoria algo de lo que Indio me había informado acerca de todos los factores que influyen en las inmersiones. Cuando Indio hablaba del buceo parecía no tener separación entre las diferentes partes que lo componen, aunque quedaba bien claro cada cosa como una materia específica. Era como si el buceo fuera un cubo mágico e Indio un maestro para mover cada pieza y hacer coincidir con cualquier cara. Por supuesto que esa impresión podría ser exagerada, pues yo estaba gateando en el tema e Indio podría parecerme el padre del buceo. Sin embargo, había una cosa en él que estaba más allá del amplio conocimiento del tema y su manejo: había una experiencia, como de profundidad o de totalidad, que por mi ignorancia, permanecía oculta.
Cuando me acosté sentí mi cuerpo tenso y los ojos abiertos como los de un búho, tal era mi ansiedad. ¿Cómo podía un aprendizaje de buceo despertar tanto interés en mí? La respuesta era vaga. Con el pasar de los minutos el sueño me absorbió.
Al día siguiente pregunté a Indio en qué lugar iríamos a hacer las prácticas. Comenzó a hablarme a cerca de las condiciones climáticas que hacían que el lugar elegido funcionase como pieza móvil y del azar para bucear. Luego se quedó quieto, como mirando fijo el aire, parecía pensar.
- De todos modos, lo dejaremos libre al sentir. Aprovecharemos todas las condiciones climáticas que se presenten. El mar no deja de ser el mar y nosotros podemos ser nosotros en las distintas circunstancias. Eso será muy interesante y servirá en tu aprendizaje. ¿Qué dices?
Sólo me vino la imagen de la mañana en que me desperté con viento sur y el mar estaba incontrolable. Cuando las olas pegaban con fuerza en las paredes de la costa, salpicaban elevándose a gran altura. Imaginé por un momento estar allí en el agua y sentí una ráfaga de miedo que corrió por todo mi cuerpo.
De pronto tuve un "darme cuenta": A veces, Indio hablaba o contestaba a las preguntas de dos o más maneras , como con mensajes paralelos; yo no sabia si me estaba ridiculizando, pero hasta ahora no había ningún motivo para desconfiar en él. Aunque su forma inusual de ser y de expresarse producía cierta desconfianza que merodeaba en mi cabeza, había otro componente, un poco más difuso que, como contrapartida a mi desconfianza, me dejaba una sensación de respeto o consideración. No solo hacia mí, sino en su misma relación con todo. Tal era la contradicción que tenía sobre él.
- Mañana iremos a saludar al mar. Quiero que te vea y se empiecen a conocer. ¿Cómo estás para eso?
- Bien – contesté con ganas y sin entender clara y profundamente qué se proponía. Supuse que quería ver cómo reaccionaba o me comportaba frente al mar. Pero como mi entusiasmo era grande no había ninguna resistencia que me hiciera pensar más o de otro modo.






Capítulo 11
EL LLAMADO DEL MAR



A la tarde fuimos a Punta Pardelas y nos sentamos en dos grandes rocas que se habían desprendido de los bordes. Esas rocas pertenecieron alguna vez al fondo marino. Estaban compuestas por moles de conchas de mar de hace millones de años, y al formarse la Cordillera de los Andes quedaron retiradas del mar, el cual permanecía unos diez metros por debajo.
Indio y yo nos quedamos mirando desde esa suerte de entre piso cómo todo cambiaba al ponerse el sol. Cuando llegó la noche, el sonido del mar parecía haber aumentado.
- ¿Qué piensas del agua, Hugo? - preguntó Indio.
Sus preguntas no llevaban tono intimidatorio, ni intentaban hurgar mis conocimientos o pensamientos para cuestionarlos, sino que eran formuladas en un tono más bien libre, reflexivo y que daba origen a una conversación sin trasfondos.
- El agua es tan importante como el aire para la vida - comencé a expresar -. El Hidrógeno es la molécula base de este planeta y de todo lo que crece en él – continué -. Me da pena lo que está pasando con el agua y cómo está sufriendo el planeta. No sé si antiguamente existió un tiempo en que el agua haya quedado tan desconsideradamente como un producto ante nuestros ojos. Así es como pienso que las cosas, muchas veces, quedan ante nuestra vista, flotando en una superficialidad que condena a debilitarse a nuestra capacidad de asombro y de sentir. El agua es un símbolo filosófico de fuerza, adaptabilidad y purificación. Ha seducido a innumerables hombres y mujeres de distintas formas. Yo, personalmente, creo que el tacto y el sonido del agua, sin ir más lejos, enseñan una mística que fue generando un interés en el hombre; como motivado en conjunción por la curiosidad y un anhelo de descubrir. Como usted dijo: el mar es el seno de toda la vida, aquí. – expresé mientras lo escuchaba y lo contemplaba.
Estas palabras, que empezaron con un esfuerzo intelectual, terminaron fluyendo de mí como de un estado atemporal, sorprendiéndome. Tales palabras salieron sentidas como una inspiración reveladora. Como si estuvieran celosamente ocultas, escondidas en alguna parte; sentí como un salto al vacío, desde la razón.
- Anda- me dijo Indio- acércate y comunícate con él, tal vez puedas escucharlo.
Me paré y caminé hacia él, como en estado de fascinación. Al llegar a la orilla me detuve; sentí gran silencio: de pronto el mar parecía estar saludándome. Comenzó a revivir en mi memoria el recuerdo de cuando era un adolescente de dieciséis años y vi por primera vez el mar desde la costa de Buenos Aires. Me había llevado hasta allí un profundo anhelo de conocer las aguas azules. Tal empeño, se había gestado de esa forma en mi niñez, simplemente con la idea de verlo ante mí, con mis propios ojos.
Recordé que esa situación me había provocado una sensación de libertad. Su espíritu libre había creado en mí, la idea de liberar el mío, junto con la sensación de lo agradable que debería ser.
Ese era un hecho que había olvidado hacía tiempo y que de pronto, en ese momento, retornó a mí, no a través de pensar en algo que pasó, sino en revivirlo completamente. En ese instante, sólo en la oscuridad, comprendí que, sin saber cómo, algo como una semilla había quedado sembrado y que yo era el principal responsable de lo que hiciera con ese suceso. Me vi en ese recuerdo, inconsciente de lo que había pasado y me pregunté de qué estaría inconsciente en éste momento que estaba viviendo.
Cuando volví y conté esto a Indio, dijo que lo que había pasado era un buen augurio, y que lo podía considerar como un llamado del mar. Para mí en ese momento el mar había dejado de ser sólo una masa de agua: lo había sentido vivo, sin mi imaginación que siempre lo creyó así, y una sensación me estimulaba el pecho en todas direcciones.
- Vamos a casa - dijo Indio - ya encontramos lo que vinimos a buscar. Mañana volveremos con los equipos y aprenderás a entrar e intentar ser parte de él.




Capítulo 12
PREEXPERIMENTAR LAS ACCIONES



Cuando de tarde regresamos a Pardelas, lo hicimos con el gomón, los equipos de buceo, una carpa y víveres. La idea era, si no se levantaba viento fuerte, quedarnos y pasar la noche allí. Primero experimentaría con el equipo básico y, al día siguiente, probaríamos hacer mi primera inmersión en el mar.
Durante el viaje Indio iba contando técnicas para aprender buceo, que resultaban estúpidas. Indio sostenía que tales métodos solo servían para atontarnos aún más. "¡Y cómo!", decía Indio con alegría melancólica. Como si ese hecho le produjera diversión y tristeza al mismo tiempo en yuxtaposición. El sostenía que esos métodos se basaban sólo en la transferencia de conocimiento y que tal acción era como comer excrementos ajenos.
-No entiendo – dije.
- La experiencia es comida fresca y el conocimiento es excremento, algo procesado...es algo limitado. Mira, tu aprendes algo y luego vives próximas experiencias desde ese conocimiento, no hay nueva energía en ello, es comida muerta, imagina cuando el conocimiento ni siquiera viene de tu propia experiencia. Tu alma pasa hambre, se va muriendo porque no puede vivir de ese alimento. Mira en la realidad, vivir del conocimiento pasado hace perder el alma, es permanecer siempre en un mismo lugar del cerebro; comiendo lo que se defeca continuamente. Así, en un sentido, el mundo ha sido reducido a un continuo reciclado de excrementos.
- Me paralizó la imagen, fue fuerte y dolorosa, pero vi la verdad que encerraba.
Cuando llegamos con el auto hasta los acantilados, Indio terminaba de enfatizar lo saludable del método experimental.
- Así es, Hugo!! Cada experiencia fresca es agregar espacio al alma.
Había un poco de viento. La marea, que en esas latitudes tiene una diferencia de cinco metros, estaba en baja y tardaría unas tres horas más en terminar de bajar. Caminamos hasta la orilla. La costa era muy irregular y las olas golpeaban contra las rocas.
- Dado que hay unas cuantas variables para hacer un buceo - comenzó a explicar Indio - hay que estar atento a percibir y descubrir el lugar y el punto de entrada más adecuado para no golpearse. Puede ser desde la costa, como lo intentaremos ahora o desde una embarcación, y aunque de las dos formas hay variantes, es más complicado desde la costa; al menos desde esta. Como verás es diferente en cada tramo, sus formas son sumamente irregulares. También varían las distancias al agua, profundidad y movimientos del agua. Como ya practicamos en la dársena varias formas de entrar y colocarse los equipos, es mejor dejar a tu cuerpo que encuentre la forma que más le atraiga.
Cada experiencia vivida en el buceo sólo cuenta de base para una próxima experiencia similar. En otras palabras, no es beneficioso trasladar la atención al aprendizaje de experiencias pasadas. No sería más que teoría. Si quieres podemos llamarlo “puntos teóricos”. No habría espacio para la experiencia fresca y nueva. No estarías en contacto directo con la realidad ni estimulando tu inteligencia. Lo que sí puedes hacer en cada nueva situación es preexperimentar cambiando la forma de mirar con tus ojos y conectando con tu inconsciente.
Traté de entender lo que quería decirme, mi poca y casi nada experiencia me limitaba. De todos modos intentaba comprender lo que me decía; confiando en que, lo que quedara a oscuras, en el momento necesario se iluminaría. También creía que Indio lo hacía con ese propósito.
Luego traté de saber qué significaba “preexperimentar”: yo entendía algo así como hacer una evaluación y verificación intelectual minuciosa de los detalles que Indio me había presentado, como “planeamiento del buceo”: profundidad, visibilidad, temperatura, objetos peligrosos con que podía cortarme, golpearme o engancharme y todo lo que en buceo se denominaba “condiciones ambientales”, en superficie y subacuáticas. Incluyendo también una evaluación personal y de los equipos que utilizaría.
Indio decía que para descubrir cosas nuevas se debía ir más allá de lo conocido y del propio conocimiento. Pues esa obviedad a veces no muy considerada, era la única forma de aprehención verdadera y por lo tanto de crecer; y sobre todo un buen método de mantener vivo el cambio que alimenta el espíritu de los humanos. Agregó que un conocimiento “prende” cuando se crea una modificación interior, un espacio nuevo que se agrega. Eso era la aprehensión del conocimiento y que, para que el conocimiento quede puro, no tenía que haber ni pizca de fe ciega; sino que tenía que ver el hecho con mi propia comprobación. El conocimiento estaría aprehendido cuando comprendía.
- Cuando empieces a evaluar la situación es probable que tu mente comience a asociar con experiencias pasadas para comparar y buscar la forma de hacerlo. Pero, como te dije antes, nada queda sujeto a experiencias pasadas; a su vez una experiencia pasada sólo puede servir intelectualmente, si se la recuerda junto con las sensaciones físicas y las emociones que habían surgido de tal experiencia. Otra forma de recordar es dejando que el cuerpo actúe de forma instintiva. Pero para tal cosa debe haber acumulada experiencia.
Se quedó callado como para darme tiempo a que yo considerara lo que me había acabado de decir. Al yo no decir nada, siguió hablando:
- Esa misma energía mental que usas para recordar experiencias pasadas puedes ponerla alerta y abierta para dejarte tocar, cambiando el foco de los ojos y quedando alerta a la información que se producirá cuando seas tocado. Todo esto se realiza con los sentidos sutiles que debes aprender a identificar visualizando tu lago emocional.
Hizo silencio otra vez, mientras se trasladaba hasta una roca que sobresalía del agua.
- Si te paras aquí y observas dónde entrar, recordarás las experiencias pasadas más similares...
- Yo nunca estuve por entrar al agua en un lugar similar a éste - comenté serio.
- Entiende el concepto por favor. Empezarás a evaluar cada técnica que practicaste en el río, recordarás sensación, espacio, movimientos, etc. Tal vez las rocas te transporten a cuando eras niño y jugabas a bucear entre las piedras de ese muelle derrumbado. Pero aunque el lugar fuera el mismo, nunca será igual. ¿Comprendes?
Indio debe haber visto la cara de confusión que tenía en ese momento.
- Vamos otra vez -dijo sonriendo. Luego se volvió de entero hacia el mar-. Mira... Por ejemplo yo me paro aquí. Estamos en una costa irregular, con muchos bordes filosos, y las olas golpean peligrosamente contra las rocas. Dejo que todo mi cuerpo comience a observar los lugares. En algún momento el mar me mostrará el lugar por dónde entrar y la forma de hacerlo. La luz o la energía conciencia lo captará a través de mi cuerpo. Hay que estar muy consciente de esto, es muy importante, si hay distracción la información no llegará a ti. Cambio el foco de mis ojos y comienzo. Veo cómo es el dibujo de las formaciones rocosas que están sobre y bajo el agua, luego enfoco el agua, cuándo y cómo llegan las olas y cuándo y cómo se van; aprecio su fuerza y su movimiento y luego considero el lugar por donde puedo entrar, pasar, deslizar, etc. Una vez que observé y enfoqué conscientemente con mis sentidos sutiles, me quedo atento; algo me revelará el lugar por dónde entrar y la forma. Si mi cuerpo no encuentra la forma, si ve o siente que se lastima, me abstengo a entrar hasta que encuentre un modo que me inspire confianza y placer. Siento la presencia del mar que está ahí mirándome y sabiendo mis intenciones.
Si mis intenciones son nobles, puedo obtener de él protección y maestría. Claro que las enseñanzas, a veces, no son dulces. Es necesario entrar en sintonía con todo lo que estamos hablando; luego que sentí el lugar, mis sentidos sutiles experimentarán la forma. Mis sentidos sutiles son los que primero se tiran al agua entre las rocas; ellos experimentarán el salto y la entrada, experimentarán el descenso, la navegación y el camino por donde salir del movimiento del oleaje y la resaca, hasta que lleguen a un punto donde permanecerán observadores otra vez, como cuando evaluaron anteriormente, para unirse con todo el fondo. Mis sentidos sutiles como primeros exploradores me mostraron por dónde y cómo entrar. Así vivencié el presente de un ciclo de movimiento. Ahora mi cuerpo físico lo tendrá evaluado e intentará vivirlo también.
Miré a Indio para hacerle una pregunta. Sus ojos parecían encendidos.
- ¿Qué me quieres preguntar? Anda, pregunta - se anticipó.
- ¿Usted quiere decir que la realidad será igual que la imaginación?
- Estará muy cerca de serlo si no es una imaginación barata. Pero esto depende de cómo se siente en intensidad los sentidos sutiles de quien lo hace. Además, recuerda que la experiencia total, o como tú llamas “real” se darán en diferente tiempo y que en el tiempo todo sigue en movimiento. Los ciclos se repiten pero no son específicamente iguales.
- ¿ Cuáles son los sentidos sutiles?- pregunté a Indio.
- Básicamente los mismos que tus otros sentidos. Sólo que con ellos puedes percibir sin entrar en contacto físico con la materia.
- ¿Con qué estaré contactando entonces?
- Con tu energía conciente. - respondió con simpleza Indio.
- ¿Cómo puedo saber si la energía de mis sentidos sutiles es fuerte o débil?
- Porque cuando usas esa energía tú eres el lugar, el salto, la entrada, el agua, los objetos y así sientes cada cosa como si estuvieras en ellas o ellas estuvieran en ti.
- De alguna manera entiendo lo que usted me dice. Es decir, puedo comprender y sentir esa realidad. Me acordé mucho de cuando jugaba de niño en el muelle derrumbado, sin embargo la duda y el temor también persistían en mí.
- Dudar y temer no es más que energía que puedes utilizar en cierto grado para prevenir cosas y estar más atento. Todo está en observar, compenetrarse, diluirse y percibir; cuando el agua viene, vienes con el agua: dejas llevar tú vista con ella y te entregue su sensación. Sientes el fluir del agua previendo los posibles problemas. Si no hay forma de evitarlos te infiltras en ellos... Por ejemplo, si percibes que el flujo de agua o una ola, puede arrastrarte contra las rocas, buscas cómo cortar el impulso de ser arrastrado. Si tu cuerpo siente que puede ser lanzado de tal forma, debes crear amortiguadores, defensas y salidas rápidas, y eso lo puedes hacer en una experiencia de preexperimentación al estirarte, sentir y ver con los sentidos sutiles anclados en tu cuerpo.
Estuve alrededor de cuatro horas intentando encontrar el modo de preexperimentar la acción. Buscando, identificando y fortaleciendo en mí los sentidos sutiles, había comenzado por lugares no riesgosos, luego entendí que mi cuerpo, abierto a percibir, estaba sintiendo y eligiendo por dónde y cómo.
Cuando por fin logré hacerlo en el lugar rocoso, Indio me miró sonriendo. Pensé que iría a felicitarme como recompensa.
- Pon atención a cómo funciona la duda, esta puede agudizar tu inteligencia - dijo.
Con mal humor me tiré a descansar por un instante; cuando Indio, se puso a narrar en forma sana y graciosa la historia de un hombre que se enojaba con la gente a causa de sus propios condicionamientos y complejos. La ira se transformó en risa al darme cuenta que el enojo venía de mí mismo. Indio me animó para que permaneciera con la sensación de ira y de risa y lo observara.
- Es energía, recupérala. - me dijo.
Al sentir la ira, vi la estupidez que encerraba esperar un premio; y con el tiempo, explorando atentamente esa sensación y comparándola con el disfrute de cuando hacía algo plenamente, me di cuenta que tal actitud la había adquirido. O sea que cuando hacía algo con plena atención, realizándolo de la mejor manera posible, el premio era el disfrute de contemplar lo realizado y venía de mí mismo. Esa es la forma que adopté de aprender y realizar en adelante. Me sentí estúpido por pensar en el hecho de esperar un premio, a la vez que mi panza se relajaba creando más espacio en mí mismo.
Cuando le conté la experiencia a Indio, dijo que aquello que no era creatividad propia, él le llamaba luz espejismo, y que los humanos éramos proclives a ser absorbidos por la luz espejismo y que de esta forma nos convertíamos fácilmente en víctimas o victimarios.
- ¿Cómo? – Pregunté.
- La mayoría de la gente la usa para manipular, a la vez que son usados por la misma luz ilusoria. Muchos la usan en forma deliberada y otros, inconscientemente, por imitación o contagio. Las publicidades y los discursos políticos están hasta el borde de esta luz ilusoria.
Las falsas promesas y el engaño están hechos de esa sustancia -agregó-. Y la gran luz espejismo es la ilusión en todas sus manifestaciones. Pero eso no es nada, esa luz consume la mayoría de la Energía Consciencia de los humanos, vaciándolos de la realidad individual y única.
- ¿Qué sucede entonces?
- El espíritu creativo no encuentra el canal adecuado para fluir y se entorpece la evolución individual y colectiva. La inteligencia se deteriora y la mente pasa a un estado de robot, el humano sufre, se enferma y se transforma destructivo para sí mismo y para el ambiente. Por supuesto que se pierde con ello la magia y el deleite de estar en semejante manifestación de vida. Ver esto en carne propia es el propio antídoto -me adelantó.
El viento fue menguando. Estaba atardeciendo y vimos otra vez como a medida que el sol caía, todo cambiaba de colores y de apariencia. Me acordé del día anterior. Otro cielo igual pero totalmente nuevo y diferente. Yo también me sentí algo diferente.







Capitulo 12
LA RESPIRACION DEL MAR



Para la media noche el viento se había calmado y nosotros nos encontrábamos un tanto alegres.
El cielo estaba tan limpio que se veía el fuego y la iluminación de las constelaciones. Caían constantemente lo que llamamos estrellas fugaces; el aire era fresco y el mar estaba calmo. Desde donde acampábamos no alcanzábamos a verlo pero percibíamos su presencia.
Por un momento me di cuenta que estaba con la mirada hundida en el cielo, sintiendo el lugar que me mostraba con chispazos electrónicos de éxtasis la fuerza de la vida.
- El mar es un espejo - comenté a Indio.
- Está descansando- me contestó-. Está pasivo en su actividad, respirando relajadamente. Aún así sigue despierto, en su más grande introspección. A veces lo siento como con ojos esperanzados que se van resignando, o como una paciencia que se va acabando. Como si desde hace mucho tiempo se estuviera adaptando a nuestra ignorancia, a una civilización ciega, que en algún momento tendrá que darse cuenta, tal vez a su debido tiempo; como un cambio de estado del mismo mar que encuentra su calma luego de haber permanecido agitado.
Otra vez me vino la imagen del mar como un inmenso ser, con todos sus organismos vivientes, y nosotros como visitantes, como algún virus o bacteria cuya visita altera de diferentes modos la armonía del gigante.
Esa idea impulsada por lo que había dicho Indio anteriormente continuó con el recuerdo del mar de diferentes formas. Pensé en los maremotos como situación o estado extremo y sentí la furia y el desborde de sí mismo como una explosión emocional de inmensa energía, con la cual se cura de alguna enfermedad que lo contamina, de saqueos y de tantas cosas incomprensibles para la altura de su ser.
Una sensación de ira e impotencia corrió por todos mis tendones al pensar en los grandes ciegos que tiran desechos al mar, los bastardos que hacen pruebas de armas de toda índole, los avarientos depredadores de especies... No pude pensar en otra cosa como respuesta a la ceguera de los hombres ante la belleza; y de la ignorancia de los que se creen amos del planeta y no ven sus colosales egos nocivos.
Luego pensé: Si el mar estuviera deseando algo, si estuviera emitiendo plegarias, si el planeta entero estuviera concentrando fuerzas para llevar a cabo su deseo, ¿cuál sería ese deseo?
Caminando ensimismado por la costa, de repente empecé a saber de manera vaga sobre las intenciones de Indio: me estaba ayudando a descubrir otra realidad, la cual dejaba que yo mismo fuera viendo y experimentando. Al menos eso estaba sucediendo a juzgar por los pensamientos nuevos en mí.





Capítulo 14
PURO ASOMBRO



El sol hacía notar nuevamente su presencia en un cielo limpio.
Mientras desayunábamos, Indio me pidió cortésmente que analizara dónde podríamos realizar mi primera inmersión marina. Había un suave viento norte. La elección no era muy difícil, pues la costa del mar donde parábamos estaba protegida por los acantilados. O sea, el viento venía desde atrás, estando nosotros situados frente al mar. Así que dije a Indio que allí abajo me parecía un excelente lugar, pues era de esperar, según mis conclusiones, que estuviera sereno como una pileta.
Desde donde habíamos armado el campamento no podíamos ver el mar, me arrimé hasta la costa para garantizarme que había hecho una buena deducción. Estaba ansioso por ver dónde haría mi primera inmersión marina.
Llevamos los equipos y el gomón hasta la playa de canto rodado. Tiramos el gomón al agua y navegamos hasta un lugar situado a unos cuatrocientos metros de la costa frente al campamento.
- Aquí hay unos doce metros - dijo Indio. Tira el ancla y prepárate para entrar al agua.
Mientras me colocaba los equipos Indio tiraba el muerto con el cabo de descenso que había atado directamente al gomón. Me preguntó si recordaba cómo funcionaban los equipos de aire comprimido y todo lo que tenía que hacer para no lastimarme.
Mi memoria repasó detenidamente la explicación que Indio ya me había dado; desde cómo se almacenaba el aire en los tanques, cómo se comprimía dentro de él, cómo el aumento de moléculas se comprimían entre sí, cómo se movían y cómo aumentaban la densidad, cómo variaba la velocidad molecular según la temperatura y cómo todo esto producía variables de presión. Todo esto me lo había explicado de manera muy graciosa representándose él mismo como molécula gaseosa e imaginando muchas más a su alrededor, con las cuales hablaba de lo que les sucedía en distintas situaciones.
Respecto a respirar aire comprimido a mayor presión que la ambiental, me había comentado sobre los beneficios que esto producía, ya que al inspirar por la boca se lograba gran caudal de aire; y que la respiración profunda, tanto inspiración como exhalación, producía por si sola un “lavaje” de pulmón y que ésta a su vez podía ser aprovechada para conseguir una mayor relajación muscular y mental. Y si se consigue una perfecta ingravidez podía lograrse la relajación completa.
- De lo único que hay que estar plenamente consciente, es de que no se caiga el regulador de la boca o se ponga de lado, pues se respiraría agua.- Me dijo en tono irónico, mientras se quedó mirando un instante con expresión abierta mi reacción -. Me sonreí.
Recordé el funcionamiento del regulador y las leyes físicas a que estaría sujeto mi cuerpo. Indio se había asegurado que yo hubiera entendido a la perfección toda la teoría del buceo para que ahora con la práctica fuera descubriendo cada aspecto y así estuviera lo más consciente posible de la experiencia.
Gracias a los años de práctica de artes marciales yo contaba con una aceptable concentración y conocimiento de mi cuerpo, lo que me estaba permitiendo en cierto grado darme cuenta de lo que iba aconteciendo en el ámbito de sensaciones físicas, las que paulatinamente iba reconociendo con mayor profundidad.
Indio me pidió que me sentara en el pontón contrario de donde estaba el cabo de descenso. Luego me dijo que desde esa posición dejara a mi cuerpo que buscara por sí solo la forma de entrar.
Yo había visto películas de cómo se entraba desde esa posición. Simplemente había que rodar hacia atrás. Pero ¿una vez en el agua? Así que sin esfuerzo deslicé el tacto y la vista de mis sentidos sutiles, aún yo estando de espaldas al punto de entrada, dejándome caer al agua rodando hacia atrás. Luego preexperimenté, ya estando en el mar, asegurar el regulador en la boca y luego hacer medio giro hacia delante para quedar enfrentado al gomón. Luego, en otro intento, preexperimenté dar la vuelta completa como un rol hacia atrás en el agua y pasar nadando por debajo del gomón hasta el otro lado. Eso le gustó más a mi cuerpo y así sucedió.
Al entrar al agua sentí el frío de la temperatura del agua que luego fue menguando con la protección del traje de buceo.
-¿Todo bien? -preguntó Indio.
- Ok - contesté con señas.
Luego de haber pasado por esa experiencia me di cuenta de que mi cuerpo buscaba equilibrarse, pues la sensación del tanque en la espalda era nueva para mí. Noté que estaba teniendo destellos de conciencia de las reacciones de mi cuerpo que antes daba por sentadas e identificandolas conmigo mísmo.
- Bueno, ya es tiempo de no pensar más - dijo Indio en un tono que me llevaba a concentrarme en lo que tenía que hacer. Me relajé y me entregué al mar.
La consigna consistía en descender muy lentamente por el cabo hasta el fondo y poniendo plena atención en todo lo que sucedía en mí y en el entorno. Cuando llegara al fondo solo tenía que seguir haciendo lo mismo sin soltarme del cabo de descenso. Indio me dio la punta de un cabo delgado con el cual me recomendó hacer un lazo y sostenerlo amarrado a un brazo, me dijo que él lo tendría del otro extremo y así estaríamos comunicados.
- Así tendrás que prestar atención, además, a otra persona, y tendrás en cuenta la superficie o lugar de salida.
Indio me pidió que mirara los instrumentos, los cuales me había enseñado a leer, sólo antes de descender y antes de empezar el ascenso. Me volvió a marcar que prestara atención a todo lo que pudiera sin distraerme con imaginaciones involuntarias.
Volvió a recordarme que cuando me hiciera un tirón por el "cabo de vida", sería para llamar mi atención y preguntar cómo estaba. Con un tirón alcanzaba para contestar que todo estaba bien. Dos tirones para demorar el tiempo de ascenso o para seguir; tres tirones significaban ascenso y cuatro ascenso de emergencia o problemas. Sobre el resto no me adelantó nada más. Dijo que tratara de estar consciente de mis procesos internos y de cómo fuera respondiendo mi cuerpo.
Me tomo un tiempo para ver qué me pasa antes de sumergirme. Mi cuerpo está un tanto nervioso e impaciente por saber qué sucederá y qué verá ahí abajo. Siento correr adrenalina que me impulsa a sumergirme de una vez. Tengo una sensación resaltada de incertidumbre y mi raciocinio salta de pensamiento en pensamiento, de recuerdo en recuerdo, forzándose por analizar todo lo que puede pasar y qué debo hacer...
Me coloco el regulador en la boca, miro el cabo de descenso que se pierde en el azul oscuro de la profundidad, entrecruzo las piernas alrededor y empiezo a descender con los pies hacia abajo. Me detengo un instante; debo haber descendido uno dos o tres metros de profundidad. Noto cómo mi atención está concentrada y aumentada sin hacer yo esfuerzo. Siento cómo mi atención está agudizada en todo mi cuerpo para saber qué estoy experimentando, sin importarle mi propia voluntad racional. Mi razón cuenta con los conocimientos suficientes para participar a favor. Sigo descendiendo unos metros más. Vuelvo a parar un poco más abajo. Siento la presión en los oídos; compenso y noto cómo se equilibran. Mi audición parece más clara que de costumbre.
Percibo la presión del agua en todo mi cuerpo. Noto mi respiración. El caudal de aire que entra por mi boca es enorme; siento un río de moléculas de aire que corren por todas mis vías respiratorias. Distingo una mayor densidad fluyendo por mi garganta y que se concentra en mis pulmones. Noto el sonido de cuando tomo aire y cuando lo exhalo en forma de burbujas produciendo el típico ruido de la respiración de los buzos. Esto me hace reír un poco; es algo raro, porque me río por dentro por miedo a tragar agua, y esto me genera más risa aún... Vuelvo la atención a mis pulmones; siento que se llenan de aire más que de costumbre. Como observador separado de la acción, siento mi cuerpo tenso y alerta, experimentando otra forma de percibir, ver y escuchar. Me relajo con una exhalación profunda; el tacto también es diferente; todo es raro y poco a poco lo voy descubriendo. Es como si algo en mí se hubiera expandido.
Miro mis manos, me sorprendo del tamaño que las veo, me doy cuenta del color grisáceo de mi piel, estoy un poco impresionado porque con el aumento de tamaño, se asemejan a las de un muerto ahogado. Siento mis ojos confusos, como engañados.
Cuanto más desciendo más siento la densidad del aire en mi garganta. Pienso que se debe al aumento de presión. Creo no tener pensamientos imaginarios, solo algunas asociaciones relacionadas entre lo que está ocurriendo y lo que sé. Es raro pero muchas veces, después de que sucede algo, entiendo la realidad del concepto teórico que Indio me da con anterioridad o viceversa. “El saber intelectualmente no matará la experiencia mientras ésta la vivas plenamente”, me dijo… y por eso quiere que descarte todo tipo de imaginación o pensamiento en cadena o involuntarios. – como los llamó. Sin embargo, sé poco de lo que está sucediendo y aquí abajo todo es una placentera incertidumbre. Me doy cuenta de que acabo de tener un pensamiento.
Siento un tirón en la mano, lo que da origen a una comunicación:
-Hey, Hugo! Imagino a Indio hablándome.
Doy un tirón al cabo – Sí!!- dice mi pensamiento.
--Otro tirón, lo traduzco a ¿estás bien?
Respondí con un nuevo tirón - Todo bien -.Digo con todo mi cuerpo
-Indio ejecuta dos tirones.
- Doy dos tirones expresando “continúo”.
Sigo bajando… sin darme cuenta doy un tanto bruscamente contra el fondo. Miro alrededor. Veo grandes piedras con algas de colores pegadas a su superficie, desparramadas por todos lados sobre el fondo arenoso. Noto frente a mis ojos partículas en suspensión que se deslizan suavemente e ante mis ojos por la leve corriente. Es una sensación parecida a como estar viendo el aire; siento que mis ojos se esfuerzan para ver.
Distingo dos peces oscuros con grandes ojos, parecen mirarme, me hacen notar de la lentitud de todos los movimientos; los comparo con los de la atmósfera aérea.
Por un momento, vino a mí la imagen del hombre en el espacio. Retengo la respiración; noté el silencio absoluto y la paz del lugar.
Otro tirón me saca la atención del lugar y me obliga llevarla a superficie, para comunicarme nuevamente con Indio. Luego volví para caer en manos del asombro total. Me estiro un poco para tomar una piedra. Cuando intento agarrarla, mi mano sólo acaricia el agua: el efecto de la luz, deduzco. Sigo jugando con las distancias. No puedo dejar de fijar los ojos en las cosas de una manera extraña. Estoy en otro tiempo, otro mundo…
Sentí tres tirones a los cuales contesté, miré los instrumentos, estaba a catorce metros. Había consumido ciento cuarenta bares y habían pasado casi cuarenta minutos. Si hubiera tenido que deducir yo el tiempo, habría concluido en no más de veinte minutos. Miro hacia la superficie veo cómo las burbujas de aire se agrandan a medida que se alejan hacia arriba.
Comienzo el ascenso lentamente, siento cómo mis oídos se van descomprimiendo. Miro hacia abajo y veo el fondo marino desfigurándose acorde me alejo de ese mundo oculto que continua con su vida. Miro nuevamente hacia la superficie, desde la intimidad del mar distingo el gomón flotando que se zarandea con el movimiento del mar; veo la unión del agua con el aire; de aquí da la sensación que el agua jugara a salpicar, invadiendo constantemente el reino aéreo. Saco la cabeza fuera del agua y noto nuevamente un cambio en mi percepción, veo que se produce al pasar de un medio a otro, no le encuentro una explicación a ese hecho. No lo comprendo. Es como acceder a otra realidad inyectado por un túnel; como nacer.
-¿Cómo estás, amigo? - preguntó Indio.
Yo me encontraba alegre, aunque un poco aturdido.
- Tienes algo para contar ¿No?
Me costaba hablar. Me limité a asentir con la cabeza.
Me ayudó a quitarme y subir los equipos al gomón. Me ofreció agua. Levanté el muerto, el ancla y salimos a toda marcha.
-¿Ves esa oscuridad que se nota en el agua?
Se veía una línea oscura que cruzaba la mar, paralela a la boca del golfo.
- Sí, ¿Qué es?
- Viento. En poco tiempo estará por acá, mejor nos apuramos para levantar el campamento e irnos a la aldea.
Llegamos a la costa, sacamos el gomón del agua y enganchamos el trailer al jeep.
-¿Sientes? - preguntó Indio.
Podía percibirse como una leve brisa que llegaba.
- No parece tan fuerte como para salir corriendo - dije.
- Aguarda, mira por donde está.
La línea oscura se había acercado cruzando bastante más de la mitad del golfo.
Cuando terminamos de levantar rápidamente el campamento, el viento tenía una velocidad de unos treinta nudos por hora, según Indio; yo sólo puedo decir que era fuerte.
Antes de salir, desde la costa, miré el mar. No parecía el mismo. ¡El lugar no parecía el mismo! Daba la impresión como si un gran espíritu que reinara allí hiciera notar su poder. Sentí mis piernas arder por la arena que me estaba “esmerilando” las piernas. Subimos al auto y comenzamos a recorrer los dieciocho kilómetros de vuelta hasta la aldea de Puerto Pirámide.
Durante el camino conté a Indio todo, de lo que había sido consciente. Él me escuchó atentamente, sin interrumpir. Durante la narración me dirigió miradas con movimientos de cabeza que transmitían que iba comprendiendo.
Para cuando terminé de contarle lo sucedido, ya habíamos llegado a la aldea. Descargamos y enjuagamos los equipos y los guardamos en el galpón.
Estaba oscureciendo y dije a Indio que me iría a duchar. Me respondió que el también haría lo mismo y que mañana temprano fuera a acompañarlo a desayunar. Me dijo que si reflexionaba antes de dormirme sobre todo lo sucedido, en especial en la inmersión, sería muy productivo para mí. Agregó que podía hacer un recuento desde que empezamos, desde el inicio mismo en que todo esto se generó. Mañana hablaremos. - me dijo - Nos saludamos y fui al camping donde estaba la casilla en la que paraba.

El camping de Puerto Pirámide abarca prácticamente toda la playa en una línea paralela a ésta y se caracteriza por tener dos filas de nobles tamariscos que crecieron sobre los médanos y que le dan al lugar una protección única respecto del viento y creando algo así como un microclima.
Era Diciembre y casi no había gente además de la que trabajaba y vivía allí, con quienes aún no había tenido mucho contacto a causa del poco tiempo que había permanecido en el camping.
Antes de dormirme reviví todo lo que pude recordar del día y de la experiencia de la inmersión, ensamblándolo con todo lo que había sucedido antes.
Al otro día, cuando llegué a su casa, Indio me estaba esperando con facturas. Yo me puse a hacer mate.
Mientras conversábamos, Indio me dijo:
- Por lo que me contaste ayer, la experiencia fue bastante rica y productiva para ti. Pudiste identificar cómo afectan los cambios de presiones y cómo, por la densidad del medio, la luz pierde velocidad y todo cambia. Todo esto está relacionado con la diferencia en el punto de enfoque en el nervio óptico. Cuando te encontraste con que algo pasaba en tu mirada y no sabías a qué se debía, tu cuerpo era el que quería”saber” qué estaba pasando. De esto te diste cuenta según me contaste. El cuerpo, al no estar acostumbrado a ese medio, a esa atmósfera mucho más densa y líquida y debido a su propia inteligencia busca saber por sus correctos medios qué es lo que está pasando. Lo manifiesta con un impulso natural que llega a ti con un “darte cuenta espontáneo”. Para eso - y esto no tiene explicación - se apodera de tu atención. El cuerpo así recibe toda la información de su alrededor y está en la habilidad de cada persona descubrirlo. Al apoderarse tu cuerpo de tu atención se produce un aumento de conciencia y según cómo se utilice esa atención serán los resultados.
- O sea que si yo hubiera puesto atención en mis temores hubiera entrado en pánico.
- Si te hubieras identificado con ellos muy probable, -aseveró- y llevado nada más que por un pensamiento imaginario, nada real. Pero como pusiste la atención en observar, en “a ver” y al no haber acrecentado tus temores poniéndole energía, viste las cosas un poco más reales. Entonces esa energía que puede despilfarrarse en pensamientos e imaginaciones estériles o peligrosas, pasa por instinto a la conciencia del cuerpo, despertándolo y poniéndolo alerta. Adrenalina. Los ojos al no estar acostumbrados a penetrar en el agua, sino en el aire, donde por costumbre ya no hacen esfuerzo, más que para enfocar algo específico y observar detalles, no obstante ni siquiera así llegan a ver en forma real, por tener uno la mirada cargada de pensamientos que distorsionan lo esencial; en el agua, los sentidos intentan recuperar un enfoque más potente y sin esfuerzo. Necesitan tiempo en el medio para adaptarse. Por eso viste sólo rocas y un par de peces, cuando en ese lugar hay millones de cosas para ver. Necesitas tiempo para adaptar la visión al medio; así comenzarías a ver cada vez más detalles. También, tu cuerpo, por ser la primera vez que vive este tipo de experiencia, capta toda tu atención, lo que hizo que no te dieras cuenta de haber llegado al fondo y dieras de golpe contra éste. Cuando tu cuerpo termine de adaptarse y comience a saber podrás tener el control de tu atención y dirigirla hacia fuera y hacia adentro de ti alteradamente y luego a ambos lados al mismo tiempo, sin dualidad sujeto- objeto. Así irás descubriendo diferentes cosas.
- ¿cosas como qué? – pregunté curioso.
- Tienes que bucear mucho para eso y no perderle el rastro a tu atención. Esta misma te guiará a lugares que por ahora ni imaginas. Pero debes bucear mucho. A propósito de esto, hablé con Jorge; él tiene una operadora de buceo. Me dijo que podías acompañarlo en las salidas con turistas. Eso te ayudará a que vayas ganando experiencia. Bucearás con compañeros y aprenderás bien la flotabilidad y a orientarte, a cambio de ayudarlos con las maniobras. ¿Aceptas?.
- Claro - afirmé- puede ser un desafío interesante.
- Luego seguiremos con la instrucción. Sigue viviendo las experiencias como estás aprendiendo y no las comentes con nadie. Pueden llevarnos presos - me murmuró irónicamente en tono de complicidad sospechosa-.
Pasamos un rato en silencio.
- Sí - dijo Indio imprevistamente - comenzarás en un par de semanas. Esta semana bucearemos juntos y practicaremos todo lo que debes aprender a dominar a la perfección.

Fuimos todos los días a bucear durante dos semanas. Nos sumergíamos dos veces por día. Poco a poco mis sensaciones se iban adaptando. Buceábamos a no más de doce metros. Indio me ayudaba sutilmente a adaptar la vista, señalándome diferentes clases de animales, plantas, microorganismos, objetos o formaciones del fondo. Lo que me llamó poderosamente la atención fue que en gran número de las veces que buceábamos, Indio señalaba detrás o al costado mío y cada vez que giraba para ver, me encontraba con un lobo de mar mirándonos. Las primeras veces, al verlo de golpe, producía un asombro acompañado de temor que luego fue atenuándose. Cuando creí que dejaba de ser casualidad hice el comentario a Indio. Me dijo que él los invitaba a venir a donde estábamos para que me vaya familiarizando con su especie.
En esos días de buceo continuo fui distinguiendo cada vez, más formas. Sobre todo pequeñas, también se fueron atando varios cabos como por qué fui divisando más ballenas con el correr de los días; y sobre todo comencé a creer que Indio realmente podía comunicarse con los animales, como lo revelaba, a demás de las apariciones diarias de lobos, aquel evento que se produjo con una ballena el día que lo conocí.









Capítulo 15
SENSACIÓN DIRECCIONAL



Luego de esas dos semanas intensivas de buceo, quedamos en ir al desierto de Pirámide, sobre los acantilados, frente al mar, para discutir los métodos que nuestro cuerpo puede utilizar a fin de orientarse. Me dijo que por naturaleza contamos con delicados instrumentos para percibir cualquier evento. Sin embargo solemos andar perdidos por la vida por no descubrirlos en su naturaleza y que aprender a usarlos desde la Inteligencia Mayor, potenciaría la motivación de vivir en forma inexplicable. Estos instrumentos, me dijo, son silenciosos y permanentes, pero se hacen huidizos e imperceptibles para una mente distraída que se rige por cualquier pensamiento o imitación.
Pregunté a Indio por qué, si el buceo se realiza bajo el agua, lo practicaríamos en el desierto. Me dijo que me daba la oportunidad de reconsiderar mi pregunta.
- Piensa, me dijo, dónde te orientas mejor, bajo el agua o en la tierra?
Realmente, todavía nunca había podido orientarme en una inmersión, y siempre cuando sacábamos la cabeza fuera del agua, al terminar cada buceo con la guía de Indio, me sorprendía salir en el punto justo, ya que mi sensación era distinta.
Indio me dijo que había notado tal desorientación en mí y por eso, para no molestar a Jorge respecto a que tuviera que ir a buscarme a ciertas distancias en cada buceo, había elegido el desierto que era, según él, un punto intermedio entre el mundo subacuático y un lugar donde podía orientarme sin hacer ningún tipo de consideración preestablecida.
- Pero sobre todo, lo que pesa es que, en el desierto, cuando estemos verbalizando sobre el por qué y el cómo de nuestra orientación, al menos no tragaremos agua. - dijo sonriendo satíricamente -.
Quedamos en salir en un par de horas antes que anocheciera. Rápidamente deduje que de esa forma evitaríamos el momento en que los rayos del sol están más fuertes, aunque en ese momento estaba algo nublado. Regresaríamos para ver el atardecer desde la cima de las bardas que están en la aldea.-Creí -.
Llegada la hora, empezamos a caminar desde la parte alta de la costa. Abajo estaba el mar y la imagen panorámica era estupenda. Podía ver casi toda la geografía del golfo Nuevo.
Caminamos sin hablar durante unos cuarenta minutos, calculé. Llegamos a un sitio en medio del desierto al pie de unos pequeños médanos.
- Bien ¿Dónde está el mar?- preguntó Indio.
Estaba esperando con entusiasmo esa pregunta. Señalé sin dificultad en dirección al este.
-Muy bien - dijo festejando de manera graciosa y exagerada.- ¡¡¿Cómo lo hiciste?!!
- Caminamos primero con el mar a la derecha y luego le dimos la espalda.
- ¡Correcto! Has pasado el primer grado superior...- dijo, como burlándose de mi simple lógica.- Es relativamente fácil guiarse con una costa de parámetro. De todos modos hay que tener en cuenta la irregularidad y longitud de la costa.
Hizo silencio y observó el lugar donde estaba. Mientras lo hacía me pidió que yo hiciera lo mismo sin levantar la mirada al horizonte.
- Grábatelo en la cabeza -me dijo con vehemencia. Tendrás que traerme de vuelta a éste lugar. Se trataba de un círculo de diez metro de diámetro.
Después de que estuve también seguro de reconocerlo, comenzamos a caminar sin extender la vista a más de unos veinte metros, y sin dirección concreta. Al salir, yo sólo sabía donde estaba el mar.
Cuando caminamos unos minutos Indio me pidió que fuera observando espacios más chicos y que me detuviera en los lugares donde viese algún movimiento que me llamara la atención, cómo se manifestara la vida, y que en esto el propósito era darme cuenta de todo lo que encontrara vivo a mi paso, teniendo en cuenta que un arbusto era parte de la vida del lugar. Me dijo que en la observación jugara con una búsqueda activa y una espera pasiva.
- Hay mucho para observar aquí.- cerró Indio creando el inicio de una conducta plena de silencio y observación.
Comencé a poner atención en el suelo para detectar vida y formas de la misma manera que lo hacía cuando estábamos buceando.
Primero detectaba los arbustos, las formas, los espacios y la profundidad que había entre estos. De esta manera asegurábamos que nuestra mirada no se extendiera a una mayor distancia que la estipulada, de una forma entretenida. Una gran ave sobrevolaba nuestras cabezas. Hice un esfuerzo para levantar mi mirada sin extenderla hacia el plano desértico. Indio se limitó a decir que era un jote, su vuelo era implacable.
Regresé la vista al suelo y seguí atento a detectar animales que se movieran, volaran o permanecieran escondidos en cuevas o entre los arbustos. El desierto no era tal desierto. Nos detuvimos a mirar una colonia de hormigas de una especie que antes no había visto.
- Es interesante el mundo de los insectos. - comentó Indio con paz sutil y gesto alegre.
Cuando me volví para mirarlo dibujaba una expresión abierta , misteriosa y cómica en su rostro.
Mientras observaba cómo se movían las hormigas, qué hacían y cómo no podían parar, se me representó la imagen de ciudades, de países, extendiéndose hasta formar el planeta entero. En esa imagen encontré similitudes y el contraste de desarmonía, como si estuviera observando desde la atmósfera al planeta y desde esa altura pudiera ver a toda la especie humana; como al pequeño mundo que estaba observando en un punto del desierto. De pronto sentí la mirada de Indio y todo el entorno apareció. Estuve tan compenetrado observando que no había caído en la cuenta del paso del tiempo. El sol se había puesto y las nubes quedaron otra vez teñidas de rojo y el desierto iba cobrando un color dorado.
Nos paramos a tomar agua cruzamos un gran médano y nos recostamos en un claro para recuperar energía. Mientras la luna asomaba y las primeras estrellas comenzaban a aparecer, observaba a un ratoncito de grandes orejas que merodeaba entre los arbustos.
-Mira.- dijo Indio. - Hizo su aparición en la escena un cascarudo que llevaba rodando un fruto esférico. El fruto, al rodar, se incrustó en una espina de un arbusto del lugar haciendo que, por más que el cascarudo empujara, no consiguiera seguir llevando el fruto, tal vez a su cueva. Al hacer fuerza las patitas le patinaban en la arena y empujaba más el fruto hacia la dirección equivocada. De pronto comenzó a girar alrededor del fruto clavado en la espina. Fue y volvió de atrás para adelante y viceversa tres o cuatro veces hasta que empezó a empujar el fruto desde el otro lado, quitándolo de la espina y siguiendo su camino.
- ¡Viste! – Susurró Indio . ¡Eso es!
Nos levantamos y caminamos unos minutos más, ya sin contar con ningún rastro del sol, el cual era el último punto de referencia para facilitar sin ningún problema la vuelta.
- Ahora vayamos al punto.
Cuando me dijo eso, variedades de impulsos y pensamientos pasaron por mi cuerpo y mi cabeza formando caos en mí.
- Puedes guiarte observando a cualquier distancia.
A pesar de que Indio había anticipado que al final del camino yo debería destinar el retorno, ahora entendía que mi atención para ello se fue desvaneciendo con la observación de lo que sucedía en la caminata. Realmente estaba confundido. El observar el desierto hizo que no reparara en la orientación. Indio había realizado una treta magnífica para el ejercicio y por más de que lo había intuido levemente, no pude conservar un sentido de dirección y ubicación.
Le dije a Indio que no tenía ni idea de dónde estábamos y mucho menos de donde estaba el lugar desde el cual habíamos comenzado a caminar. Afirmé que pronto sería oscuro y que ni siquiera me sentía capaz de tener una idea aproximada de hacia dónde ir.
- Vamos - me dijo- contrólate y deja de justificar que estás perdido. Sólo intenta recordar. Haz memoria desde que empezamos a caminar hasta aquí, y desde aquí para atrás.
Si fuese de día no sería difícil encontrar el punto: Lo podrías ver desde la punta de un médano, sería fácil; o si desde aquí, pudiéramos ver las luces de la aldea... pero lamentablemente estamos en una zona en la que no puede verse ni el resplandor de ella, así que eso por ahora es imposible.
- La conjunción de la oscuridad de la noche con la luminosidad de la luna hará de buen simulador de la escasa visibilidad submarina.
-La única forma de volver es haciendo memoria y confiar en algo más allá de tu propio razonamiento, tu intuición, la cual puedes reforzar con fotos mentales de los lugares que te parezcan claves.
Me quedé buscando "lugares claves", intentando recordar, pero las imágenes estaban desordenadas y quedaban inconsistentes en la oscuridad de la noche. Lo más concreto que tenía era las formas de algunos médanos y en qué dirección fueron quedando al irnos alejando. Sobre todo tenía más clara la dirección de los últimos que habíamos pasado.
- ¡ Vamos, llévame, que tenemos poco aire! - dijo Indio para que decidiera moverme-
Y cuéntame el cómo y el porqué de tu orientación.
Pude dirigir la vuelta durante unos minutos, por una cierta distancia, pero al querer seguir, las dudas y contradicciones no me dejaban hacerlo. Y aunque trataba de recordar, no había ningún signo claro que me indicara por dónde seguir.
- ¿Con qué problemas te encuentras Hugo, dime?
- Conque si bien hay buena luz de la luna, no es la misma luz que había cuando empezamos, y en sombras todo es diferente.
- Tienes razón, aunque las formas no cambian tan drásticamente. La forma de un médano es igual a la luz de día o a la luz de la luna. Pero nuestra imaginación no. –Dijo entre risa-.
Es práctico visualizar el dibujo de las formas. Esto puede ser un fortalecedor para la intuición. También hay que tener muy en cuenta y esto es muy importante, que estamos viendo la película al revés, como la mayoría de la humanidad. - comentó, haciendo esta última comparación como para él mismo. - Así que puedes dar vuelta tu mirada.
- Entonces es como si tuviera que orientarme de a tramos, acordarme de la forma y tamaño de un objeto y a reconocerlo de modo que pueda identificarlo de ambos lados con facilidad?
- Correcto, debes observarlo de ambos lados y luego sentir la dirección que sigues. Puedes llevar paralelamente un radar en tu mente, ordenando imágenes y sensaciones y mantenerlo encendido en tu memoria. Vas moviendo neuronas - dijo con ojos sonrientes. -
Teniendo en cuenta y sabiendo observar el cielo, por ejemplo, podríamos saber hacia dónde está el lugar que nos interesa encontrar, pero eso nos marcaría una dirección básica, nada más. El punto específico no puede ser encontrado así; Pero puede ser buscado y hallado con la información que fuiste registrando con datos mentales y sensación direccional.
Para eso debes aprender a llevar un recorrido en un punto más profundo de tu mente, creando una atención de fondo, sin que por ello dejes de disfrutar, gozar, conocer y aprender de lo que ves. Es bueno despertar la sensación direccional para saber hacia dónde vamos.- enfatizó Indio-. La clave es no olvidarse del objetivo último: regresar al punto de origen o lugar de salida después de haber realizado nuestro propósito.
Luego me llevó hasta el lugar inicial de salida; manteniendo, como centro de la lección, la experiencia que habíamos contemplado del cascarudo y mostrándome el cómo y por qué de su orientación. Me confió que la inteligencia creativa que había resuelto el inconveniente al cascarudo y la que nos había llevado al lugar, en esencia era la misma.





Capítulo 16
PRÁCTICA Y FLUIDEZ



Al mediodía fuimos a visitar a Jorge, dueño de una de las operadoras de Puerto Pirámide, para que lo conociera personalmente y para que me dijera cuándo podría empezar a acompañarlo en las salidas de buceo con turistas.
Jorge era una persona algo seca y con humor ácido. Sin embargo me invitó generosamente a acompañarlo todas las veces que quisiera. A cambio, como me había anticipado Indio, yo le ayudaría a preparar las maniobras. Estas maniobras consistían en preparar a las personas que harían la excursión; aprontar y trasladar los equipos de buceo , ayudar a tirar la lancha al agua con un tractor y a tirar y recoger el ancla de la embarcación. Indio y Jorge estuvieron hablando de mí como buzo. Conversaban entre los dos como ignorando mi presencia. Jorge preguntó si podía quedarse tranquilo o si con mí presencia tendría trabajo extra. Indio le dijo que iba a ser difícil que me ahogue, o que suba con un pulmón roto, pero que en caso de que una tragedia sucediera, el mar, que afortunadamente ya me había aceptado, se encargaría de los servicios fúnebres, Se echaron a reír los dos haciendo otros comentarios ácidos y graciosos. Yo también me reía; no había nada mejor que hacer. Indio le pidió a Jorge que se asegurara me moje bien.
Todos los días llegaba a las nueve de la mañana para ponerme al tanto del movimiento de la operadora. Los turistas que se acercaban para averiguar cómo se realizaban las excursiones, demostraban una actitud abierta y alegre. Generalmente para las diez de la mañana ya había formado un grupo para salir al mar.
Estuvimos saliendo a los distintos puntos de buceo de la zona durante cinco semanas con un promedio de dos a tres veces por día.
Realmente las salidas que se armaban con turistas del interior de Argentina y de otros países, eran muy divertidas.
En esas experiencias fui conociendo los diferentes puntos de la zona y había alcanzado a bajar treinta metros de profundidad acompañando a otros buzos.
Luego de experimentar y de tratar de incorporar lo que, hasta ahora, Indio me había enseñado, quedamos con él que cuando hubiera mar de fondo iríamos a bucear. Si bien en esas cinco semanas había buceado con el mar en diferentes estados, en ningún momento el oleaje más fuerte que puede considerarse aceptable para llevar gente se acercaba a lo que yo entendía por "mar de fondo",pues por mar de fondo entendía el mar revuelto a causa de un fuerte viento o temporal, donde las raíces de las olas son más profundas, y en su zarandeo alcanzan a mover, hasta cierta profundidad, todo el fondo submarino.
Por un momento me pregunté en qué estaría pensando Indio cuando habló de ir a bucear en esas condiciones, porque "mar de fondo" es "mar de fondo" aún en su grado mínimo.
Cuando me puse a pensar personalmente cómo sería, pude imaginar la superficie del mar en un estado agitado. Pero cuando intenté entender las condiciones subacuáticas no tuve mucha idea. Algo en mí quedaba a oscuras, sabiendo que no había nada para asociar por falta de experiencia.
Pasamos unos cuantos días esperando el no deseado viento sur. Mientras tanto seguí trabajando sobre lo enseñado, descansé y reflexioné encontrando un mayor entendimiento del aprendizaje.
Por fin el viento sur llegó y lo hizo con furia.
Con la marea alta fuimos a Pardelas en auto para hacer el buceo de costa. Hubiese sido imposible navegar con el mar así. Ni siquiera hubiéramos podido tirar el gomón al agua.
Iríamos a un lugar en la costa donde penetraba una grieta. Ese era el lugar por donde entraríamos, ya que la fuerza del oleaje se vería un tanto disminuida.
En el camino, fue dándome las siguientes recomendaciones:
- Cuando estemos en el punto para saltar, antes de hacerlo, evalúa la situación. Visualiza y deja que el mar muestre a tu cuerpo el lugar y el momento para no golpearte contra las rocas ni ser arrastrado por las corrientes contra la costa. Saltaremos en esa grieta que se formó penetrando la costa unos cuarenta metros. No tiene más de tres de ancho en el punto donde nos sumergiremos. Te recomiendo que le brindes toda tu atención al inconsciente como ya sabes, ahí tendrás que encontrar lo que te une al mar. Si no eliges bien el lugar y el momento justo, correrás serio peligro. Otra cosa importante es que cuando estés en el agua debes descender lo más rápido que puedas sin permanecer ni un segundo en la superficie.
- ¿ Cómo nos encontraremos? - Pregunté.
-Cuando te tires, me tiro y nos encontraremos abajo. No va haber buena visibilidad, así que debemos prestar toda la atención para poder encontrarnos.
- ¿ Cómo va a estar abajo?
- Ya te dije, muy movidito y con poca visibilidad. ¡Acuérdate! Para no ser arrastrado y golpeado abajo debes sentirte agua y usar el ritmo y dirección de los movimientos para desplazarte; déjate fluir con el resto sin entregar el control que te corresponde, tu poder y auto responsabilidad. Iremos bien pegados al fondo. Deja que tu cuerpo haga lo que necesite para trasladarse, amortiguar los empujones y evitar golpearse. Deja que la luz se haga presente.
Realmente estaba asustado. No tenía una confianza completa. Sin embargo había en mí una fuerza que me empujaba a continuar, más intensa que esa parte que me persuadía a no seguir.
- Luego de encontrarnos naveguemos para salir de la grieta. El reto será no perdernos.- dijo Indio -
- ¿Entre nosotros?
- Entre nosotros y nuestra orientación. Estaremos como en la niebla y seremos arrastrados como hojas. Es realmente muy sencillo perderse y golpearse en estas condiciones. Para que esto no suceda tendremos que ir más allá de las condiciones ambientales y mantener atención plena. Es importante volver con aire al lugar de salida, tener que volver por la superficie se complicaría aún más, podríamos agotarnos y eso no es recomendable.
Nos cambiamos lo más cerca posible del punto de entrada y caminando trasladamos los equipos unos doscientos metros. Al llegar a la grieta vimos que la marea estaba un metro por debajo del borde de la costa. Golpeaba y salpicaba unos seis u ocho metros hacia fuera. Las crestas de las olas entraban como por una manga y desbordaban por la parte más angosta de la grieta, donde se cerraba, y cuando se retiraban dejaban un pozo con poca profundidad hasta el fondo. Escasos dos metros.
Antes de ponernos los equipos hicimos unos ejercicios para relajar y aclarar la mente y para concentrarnos mejor. Cuando estuvimos los dos equipados, comenzamos a ver. El viento era intenso y las gaviotas demostraban su total dominio de vuelo. Aquello me mostró una forma de moverme entre las corrientes.
Lo que le daba mayor seguridad a mi cuerpo era saltar sobre la masa de agua cuando llegaba a su punto máximo y cuando se estuviera retirando, pues si me tiraba cuando las olas venían, éstas me arrastrarían contra el final de la grieta que tenía forma de una horqueta y me estrellaría, por decirlo así, contra el cabo. Por otro lado, si saltaba en el pozo cuando la onda volviera, la masa de agua en su retorno podría cubrirme en forma instantánea, dando la posibilidad de romperme los tímpanos. Otra alternativa era saltar en el pozo que se formaba detrás de la resaca, cuando la masa de agua volvía al mar. Esto me daba la sensación de estrellarme contra alguna roca y aunque Indio me había dicho que habría unos tres metros de profundidad en el lugar, en la visualización mi cuerpo no sintió confianza.
Decidí saltar en la inclinación de la cresta de la masa de agua cuando ésta se estuviera retirando, es decir, entre la cresta y el pozo. El agua ayudaría a hundirme al llegar la próxima ola y de ese modo me sumergiría con rapidez. Solo tenía que compensar constantemente para contrarrestar la presión en los tímpanos. Sentí que el mar estaba de acuerdo.
Salté al agua como había decidido con la intención de llegar directamente al fondo. Se veía muy poco. Al llegar pensé en sostenerme de una roca para poder permanecer quieto en un lugar y mirar si encontraba a Indio. Estaba obligado a usar plenamente las aletas para evitar ser arrastrado contra las paredes de la grieta. En pleno vaivén detecté una mancha oscura. Empecé a navegar hacia la mancha pensando en Indio. Mientras avanzaba la mancha se iba transfigurando en una roca cada vez más definida.
Pude ver que se trataba de una piedra plana y alargada, con puntas sobresalientes que servían para sujetarme bien. Cuando llegué a suficiente distancia para distinguir con claridad toda la roca, vi a Indio mirándome sujeto del otro borde, esperando que lo viera.
El movimiento del agua generaba un vaivén constante. Las algas de distintas formas y colores, que estaban amontonadas en el fondo, se movían de la misma manera, dando la impresión que lo que se movía era el fondo sólido. También flotaban a media agua en todas direcciones. Se veía a escasos dos metros. La atención de fondo para orientarse se había comenzado a formar en mí de manera práctica cuando noté que mi cuerpo era sacudido peligrosamente y que de algún modo quería protegerse creando una forma de resistencia. Me acordé de lo que me había dicho Indio en alguna oportunidad sobre la flotabilidad y la relajación: "En tal relajación no tienes que dejar tu cuerpo dormido, sino perceptivo, bajo control, hábil e instintivo".
Noté cómo mi cuerpo reaccionaba en ese momento estimulado por el peligro, respondía con hábiles y precisos movimientos, algunos eran conscientes, otros más inconscientes e instintivos. En el tiempo que estuve yendo a bucear con Jorge, estaba adquiriendo un control sobre noción del tiempo, distancia recorrida, sonidos, dirección, tamaño real de los objetos, tiempo de permanencia y consumo de aire en relación con las profundidades y tiempo y mi dinámica de buceo. Ya había adquirido, gracias a los instrumentos que me arrojaban los datos, una pequeña forma instintiva de control, guiada de manera magistral por Indio.
Llegado al punto en donde teníamos que volver, Indio se perdió como entre la niebla delante de mí. Quise seguirlo; sin embargo no pude dar con él. Salí a la superficie para ver si lo divisaba. La irregularidad del mar, provocada por el fuerte oleaje, no me dejaba ver más que a corta distancia imposibilitándome distinguir burbujas subiendo hacia la superficie ni rompiendo sobre el agua. Si Indio estaba más allá de ese campo de visión no nos podríamos ver. El viento, el ruido del mar y el casco de neoprene, limitaban considerablemente poder oír. No escuché respuesta. Sentí que el permanecer en superficie me quitaba energía, así que decidí volver al fondo, a unos doce metros. A esa profundidad, unos ochenta metros retirado de la costa, el mar de fondo era más leve que cerca de las paredes costeras o en la grieta donde empezamos a bucear, pero la visibilidad era la misma.
Comencé a buscar a Indio con una mezcla de preocupación y despreocupación, pues no encontrarlo y no saber con certeza cómo estaba me preocupaba y por otro lado... se trataba de Indio. Pensé que habíamos descuidado esta posibilidad de perdernos concretamente.
Decidí volver al punto de salida. El movimiento aumentaba conforme disminuía la profundidad. Ya en la grieta, antes de subir a la superficie vi una sombra que surgía desde mis espaldas, era Indio señalándome que mirara el movimiento del agua en la superficie contra la costa. Desde abajo, el panorama se veía con suficiente claridad, lo que atenuaba la peligrosidad de la situación. El agua había bajado y la costa se encontraba a dos metros sobre el nivel del mar; por lo que fue muy entretenido subir a la costa en esa situación y bajo esas condiciones sin golpearse, cortarse las manos, perder equipos o romper el neoprene.
Después del buceo, mientras replegábamos la maniobra, Indio dijo que dejara aparecer en mi mente los brotes del aprendizaje de esta experiencia y que estuviera atento a reconocerlos. También dijo que había estado bien conectado y usado adecuadamente el sentido común.







Capitulo 17

ACCESO A OTROS MUNDOS






A primera hora de la tarde fui a la casa de Indio para ayudarle a limpiar el compresor con el que cargaba los tanques de aire comprimido. Me explicó que los cambios de densidad era un tema realmente complejo y , si se lo abordaba con profundidad, se podía llegar a un punto incomprensible para la razón humana. Como aprendimos todos, -dijo- los cambios de densidades en la materia o unión atómica producían los estados gaseoso, líquido y sólido. Y que estos cambios de densidades se daban en cada estado y los más sutiles se generan en los gases.
-Por ejemplo- dijo- los gases están sobre los sólidos y los líquidos. Y los líquidos se acomodan con los distintos niveles de gravedad.
La diferencia que hay entre los estados sólido y líquido con respecto al estado gaseoso es que los gases pueden comprimir sus moléculas de una manera única; ya lo sabes. Por otro lado, los gases también están ordenados por diferencia de densidad. Los más pesados se encuentran en la superficie del planeta y los más livianos en la última capa de la atmósfera. Y si bien todo está ordenado y separado, en cada cosa hay algo de otra. O sea, que cada estado puede contener, en parte, a los otros dos estados. A su vez cada forma de la materia en su última expresión, o sea el átomo, está sostenida por lo mismo: El Espíritu. Piensa en tu cuerpo no hay diferencia esencial con el planeta, ni con el universo.
Indio hizo un espacio de silencio. Yo traté de entender lo que me decía. Me imaginaba que cada cosa era creada y modificada por lo mismo. Me pareció muy interesante esa idea, la cual seguramente después seguiría analizando. Pero en ese momento quería seguir escuchando a Indio
-El Espíritu se manifiesta a través de diferentes formas de energías cada vez más sutiles e imperceptibles para nuestra manera común de ver.
- Como los “sonidos sordos” de los delfines y ballenas - ilustré adelantándome a su exposición.
- Correcto. Pero hay formas mucho más sutiles que no escapan solo a la vista sino a todos los sentidos identificados con los estímulos exteriores, y que son los pensamientos, los sentimientos y ciertas sensaciones o impulsos que se mueven por todo nuestro cuerpo y que entran y salen de él, como la intuición. Otra cosa interesante para tener en cuenta es la luz del sol y lo que viene dentro de ella, que genera calor y que mantiene vivo a todo este planeta y en constante movimiento y transformación. Es necesario querer comprender y experimentarlo por sí mismo para poder verlo.- afirmó mientras terminaba de colocar el filtro de aire en el compresor.
Luego caminó unos metros y tomo un botellón de buceo al que le colocó un regulador sin segunda etapa. (Sin segunda etapa el aire fluye de forma continua a una presión de diez a doce bares). Apuntó con la manguera hacia la tierra y abrió la canilla de salida del aire comprimido. En pocos segundos se había formado un pozo considerable en el suelo. La sensación que tuve fue ver cómo la tierra se abría de manera invisible.
-¿Qué hubiese pasado si hubieras visto esa imagen en forma parcial en una filmación de video?-me preguntó-. Con imagen parcial me refiero a no contemplar la manguera ni el tanque de buceo.
- Quizás el sonido me habría dado pistas.- contesté.
En lo sutil todo es silencioso. – dijo tierna y misteriosamente - De todos modos en algún momento la comprensión se desvanece al intentar ingresar en cierto campo, es como pedirle a las hormigas que vimos el otro día en el desierto que intenten explicar el mundo de los humanos. Ni siquiera el animal más desarrollado de este planeta puede hacerlo. Ni siquiera pueden explorar su propio mundo ni su existencia. Pero lo que sí podemos percibir de lo que es imperceptible es que, como la materia, todo está regido por leyes incontrovertibles que nos afectan directamente mostrando una forma concreta de presencia. Realmente somos privilegiados, pero estamos como eslabón perdido.
Dejó a un costado el tanque. Su mirada se acentuó sobre las cosas recorriéndolas. Por momentos sus ojos apuntaban hacia el cielo y hacia el sol, hacia las bardas, el árbol, el compresor y hacia otros objetos que se encontraban allí. Luego su mirada me traspasó. Al quedarme mirándolo un breve tiempo sentí que algo entraba por mis ojos provocándome ardor en el pecho.
- Dentro de lo instintivo de la vida, hay energía mecánica, dormida, inerte... y por ensima hay energía consciente, despierta y creativa-. Dijo distendiendo la escena que había creado. Los animales - continuó – tienen acceso a cierta energía con la cual se comunican, se enfrentan y adaptan a todo lo demás, y que no son solo sonidos, olores, poses o colores. Puede decirse que pueden interpretar actitudes antes que sean llevadas a la acción. Los animales de inteligencia desarrollada, como delfines y ballenas pueden captar la intención del sujeto instantáneamente.
La intuición y la telepatía son dos de las formas de comunicación más sutiles a la que tenemos acceso. Encontrando o descubriendo en nosotros mismos estos mecanismos y comprendiéndolos puede hacerse milagros y llevar a cabo cualquier sueño. Y todo esto está relacionado con saber esperar a las ballenas. Lo que se comunica es lo que hay en común en todos lados y permanece inmutable; nosotros sólo podemos atestiguarlo.
El silencio interior o la atención plena y la sutileza de la mente es lo que nos coloca en el espacio correcto desde donde intentarlo. El buceo es interesante como medio para encontrar ese silencio. Este puede despertarse a través del buceo; es como una analogía.
- ¿A qué silencio se refiere Indio? ¿Por qué es necesario crear ese espacio? – pues, según entendía yo, el único sonido que podía escucharse buceando era el sonido de la respiración.
Indio me respondió que ese silencio que surge al sumergirse en el agua era una posibilidad que nos acercaba más a encontrar otro silencio más sutil y que se encontraba detrás de la interpretación asociativa de cada uno, pero primero había que reconocer, observando, toda esa perorata adquirida que sólo produce ruido y confusión en nuestra mente, el incesar del intelecto. Luego, alimentar la atención conciente y trascender todo movimiento interno a través de una observación y autopercepción penetrante.
En ese momento tomé conciencia que muchas veces, entre lo que estaba ocurriendo y yo, se desarrollaba en mí un bullicio de voces; incluso me encontré con él en ese mismo instante, en forma paralela a lo que estaba sucediendo. Rápidamente volví la atención a Indio para preguntarle cuál era el sentido de hacer todo eso. Me dijo que si quería comunicarme con ciertos animales y extenderlo a otros ámbitos de la existencia tenía que aprender a mantener la atención superando la semiinconsciencia.
- ¿Esto está relacionado directamente con lo que pasó aquella vez con la ballena?
- Eso creo - me contestó escuetamente.
Sentía como si algo estuviera abriéndome la cabeza. También sentía una fuerte presión entre los ojos junto a una sensación de incredulidad.
Insistí para que siguiera su explicación acerca de comunicarse con las ballenas.
- La comunicación puede ser a cualquier distancia desde donde un animal puede ser invitado a un encuentro, hasta puede lograrse en un determinado momento y lugar.- enfatizó Indio.- Pero en realidad, el encuentro puede darse tanto de forma preestablecida como inesperadamente.
Puede tomarse como una forma de encontrar compañía y no es cuestión del azar ni de saber literalmente dónde se halla el animal para ir en busca de él.
Imaginé la vastedad del mar en todas sus dimensiones y en las distancias. Pensé en la velocidad que viaja el sonido y la luz. Intenté imaginar la sustancia de un llamado viajando a través del aire o el agua.
- ¿Qué es lo que garantiza el éxito?- pregunté a Indio-.
- Nada. Pero en el convencimiento vacío de la llamada puede estar el resultado del encuentro. Si tu quieres encontrarte con algún personaje del mar puedes empezar a gestionar el encuentro a través de esta misma idea, dejando que esa energía impregne todo lugar. Pero si al mismo tiempo está acompañada de un trasfondo incrédulo lo más probable es que te partas la cabeza todo el día sin que nada pase.- me previno-
También puede ser intentado desde un sentir. Lo importante es que todo esté integrado en una generosa y sutil intención manteniéndola incondicional respecto al resultado.- agregó-
- ¿O sea que tengo que poseer una integridad? - pregunté para resumir lo que iba entendiendo-
- Correcto, sobre todo auténtica. Por eso es tan importante encontrar ese silencio interior para que nada sea distorsionado. El resultado, sin una espera sostenida, puede aparecer de forma asombrosa, refrescando y alimentando el alma. -me confió-
Pero sobre todo debo advertirte que si la intención no es buena o correcta, los resultados de los encuentros pueden ser tristes y hasta peligrosos para ambos; en este caso para ti que estarías en desventaja en el agua. Los animales que pueden considerarse linda compañía, si perciben el llamado con sucia intención, directamente no harán caso a la llamada.
Si en algún momento sucede el encuentro, y para eso no existe tiempo reloj, tienes que mantener tus intenciones sin que cambie la actitud inicial. Aunque se crucen pensamientos opuestos en forma involuntaria.- Añadió.
- La relajación, de la cual ya hemos hablado bastante - me dijo- es importante para dejar fluir las energías del pensamiento y sentimientos puros. La relajación debe ser completa: mental, emocional, física y atenta. Entonces, tu sustancia - dijo acompañado de una mirada cómplice como adivinando mi idea anterior- puede vibrar dirigiéndose a tal personaje e invitarlo para un encuentro. Lo demás es paciencia, confianza y semiolvido.
- ¿Ha tenido inconvenientes con algún animal en el agua? - pregunté a Indio -
- En el agua y en la tierra. Es casi lo mismo. Y no sólo con animales. Inconvenientes siempre pueden aparecer. Hay que estar atento a esto. Estos inconvenientes pueden ser desde insignificantes hasta peligrosos. Pero aún en los peores casos siempre hay una salida junto a una revelación y posible aprendizaje. Para actuar rápidamente yo suelto plenamente mi naturaleza, confío mi seguridad a la parte más adecuada en ese momento para que resuelva la situación. Es bueno tenerla identificada.
- ¿Cómo se da el encuentro?
- Puedes mandar, junto con la invitación, la imagen del lugar por donde estarás. Si el invitado, desde su libre albedrío, accede al encuentro, cuando esté cerca te hará percibir su presencia, para lo cual debes estar atento.
- ¿Usted hace eso?
- Sí. Puede sentirse las presencias en la espalda, en la frente, en el estómago, o en las sienes. Lo importante para esto es lograr poner el cuerpo receptivo. Cuando el animal emite su mensaje, genera un choque en el receptor; éste si está atento lo experimentará.
- Te volveré a repetir esto para que lo tengas muy en cuenta: " las intenciones deben ser claras y provenir desde lo más noble; lo más profundo y sutil de tu ser.
- ¿Tuvo algún problema serio Indio?
- Por suerte, la naturaleza me cobijó con mano segura en mi niñez. Pasaron muchos años y sigue siendo la madre generosa conmigo; me sigue cuidando a pesar de mis errores. Eso es amor.
Y sé, que mientras ese niño que vive y sigue recreándose en ella, no quede ahogado por todo lo ajeno a su alegría inherente, estará en contacto con lo que es la verdad… y allí no hay problemas.

Traté de ver el sentido que conectaba todo lo que Indio decía. Para eso me esforzaba en profundizar las experiencias y en estar atento a mis intenciones y a los efectos que provocaba mi presencia. Nada estaba claro en ese terreno. Me di cuenta de que no contaba con un buen discernimiento acerca de mis estados más comunes, y al volver la vista allí me encontré en un caos que no me permitía reconocer claramente mis propias emociones, sensaciones, pensamientos e intenciones. Me di cuenta de que sólo era consciente de los estados más obvios que producían las situaciones.
En mis siguientes buceos, y con una profunda y sostenida práctica, notaba cómo mi capacidad de asombró se había encendido; y que en cada simple, pero fresca observación los instantes se volvían un acontecimiento original. Comencé a distinguir en cada pez, al que antes veía como forma, tamaño, color y comportamiento general de toda la especie, algo particular y único como si fuera su sello personal. También los ciclos de las cosas cobraban ante mis ojos mayor significado a través de una comprensión distinta a la que normalmente experimentaba.





Capítulo 18
PROCESO DE GERMINACION



Llegó enero y miles de personas arribaban a Puerto Pirámide a pasar sus vacaciones. Jorge me ofreció trabajar con él haciendo bautismos de mar a los turistas. Indio me aseguró que era una excelente posibilidad para descubrir ciertas reacciones de nuestra naturaleza humana y experimentar nuevas formas de comunicación, cuidando de otras personas a las que yo debería atender continuamente. También, tendría que lograr persuadirlos para que pudieran superar sus temores a descender; y simultáneamente comenzar el intento de llamar a alguna compañía.
- No tengo gran experiencia para hacer tal cosa.- dije a Indio-.
- Acércate más a tu confianza. Los bautismos no serán a más de diez metros de profundidad. Sólo debes poner ímpetu sobre quien desea descender sin perder la atención en ningún momento. No luches con quien sienta en el fondo el deseo de no hacerlo. Pero sí trata de lograr que descienda quien tenga ese deseo, aunque experimente un miedo inmenso.
Tienes la posibilidad, desde la mejor de las intenciones, de desarrollar cosas muy importantes para lo que ya conoces sobre esperar a las ballenas.
Con respecto a los llamados puedes empezar por los lobos. Ellos son los más fáciles de persuadir.
No pensé que realizar bautismos me fuera sencillo, pero así ocurrió.
En el transcurso de los días y de los meses de enero y febrero, realmente conocí mucha gente que visitó la aldea.
Fue una experiencia única. Indio tenía razón, pasó de todo. Experiencias muy intensas y ricas, conociendo actitudes personales y miedos ocultos e ingenuos que nos limitaban para lograr lo que queríamos hacer. También reconocí lo que la gente es fuera de sus presiones cotidianas y en un ambiente como en el que nos encontrábamos.
En cuanto a las llamadas, los lobos aparecieron muchas veces. Pero a otros buzos que también estaban realizando el mismo trabajo, también les sucedía lo mismo. En cambio yo creía que la mayor cantidad de apariciones, me habían sucedido a mí.
Indio dijo que , como todo lo que me estaba enseñando, me tomaría tiempo en discernir entre lo que era un encuentro no causado y cuándo se trataba de una respuesta al llamado.
Mientras tanto, en forma paralela el verano se había presentado así: con magia. Fiesta en las noches, amistad con desconocidos, comidas y momentos de gran alegría, amores, aventuras en el camping y en el mar que se generaban constantemente.
Así llegó marzo y Pirámide se fue vaciando, recuperando el ritmo tranquilo que posee, y para mí había llegado el momento en que debía volver a Buenos Aires.
Al no tener contacto con Indio sentí una suerte de vacío, al reflexionar me conmovió todo lo que me había trasmitido incondicionalmente.
Me fui, sintiendo que todo había salido bien con los bautismos. Pensé que había tenido muchos encuentros con lobos marinos, de los cuales en algunos casos tenía una vaga certeza de contestación a mi llamado. Sin embargo no podía creer que ese llamado telepático tuviera un efecto real. Mi mente vieja seguía resistiéndose a lo no racional.








PARTE II




Durante el tiempo que estuve en Buenos Aires volví a las clases de Taekwon-do. Noté una leve transformación del vinculo con el arte y los alumnos. No en el echo de que las posibilidades eran tantas, que me parecía limitado armar la clase con anterioridad. Eso ya era obvio para mí. Se trataba más bien de captar, en lo que iba a enseñar, el propósito, la esencia y ofrecer ese perfume para que cada uno tenga la posibilidad de captarlo también. Claro que ese era un proceso que estaba en plena transformación y en ese momento era inconsciente, intuitivo, como un despertar tímido.








Capítulo 19
COSAS DE LOBOS

Mediaba el mes de mayo y en una conversación telefónica, quedamos con Indio que en cuanto yo regresara a Puerto Pirámide, seguiríamos con el aprendizaje. Indio me dijo que los lobos de mar preguntaban por mí, y que una colonia completa esperaba nuestra visita. Faltaba poco para que llegaran las ballenas y aprovecharíamos ese tiempo para ponernos a tono.
Al llegar nuevamente a Puerto Pirámide encontré a Indio en su casa limpiando el carburador del motor del gomón, sabiendo que yo llegaría.
- Igualmente llevaremos remos. - dijo en voz alta , sin mirarme , antes que yo dijera algo y echándose a reír alegremente - Me da mucho gusto verte, Hugo. ¿Cómo estás?
Le di un abrazo expresando lo bien que estaba por encontrarme nuevamente allí. Sentí un retorno de lo que fue menguando con el contacto de la ciudad y con la lejanía referente a mis vivencias en la península. Podía definir esa pérdida-retorno, como una sensación de paz y un entusiasmo particular.
- Vengo con muchas ganas de seguir aprendiendo a esperar a las ballenas. - le dije.
Mientras Indio hacia un ademán con la mano izquierda, como agarrando aire, al costado y un poco más alto de su cabeza, dijo:- Al conocimiento hay que cazarlo como a una mosca en el aire; venga de donde venga. Podemos permitirnos todo para aprehenderlo. El mismo conocimiento nos pone límites; tanto antes como después de ir ganándolo.
En una distendida conversación me sugirió que me tomara el tiempo, lo antes posible, para acomodarme nuevamente en mi casilla y para que me sintiera en forma completa en este lugar. Que recordara todo lo que pudiera de lo que hasta ahora habíamos trabajado y que pronto – esto sería al día siguiente – con marea alta iríamos a la lobería; pues, como me había dicho, los lobos estaban ansiosos por conocerme.
- ¿Tubo una nueva experiencia, Indio?
- Sí, con una gorda con baby dol - me dijo - en un día de lluvia... ¿Y tú?
- Tuve un sueño muy vívido donde me encontraba buceando y podía respirar directamente del agua. Fue una sensación muy placentera y real.- le confié.
Indio se puso a dar vueltas alrededor de mí mirándome de forma curiosa el cuello.
- ¿Qué me observa?.
- Nada. Sólo quería ver si te habían crecido branquias.
- No me ridiculice, Indio. Le conté lo que soñé porque fue importante para mí.
- Lo que pasa con los sueños es que a veces son chatarra de lo que se vive diariamente; otras veces tienen significados ordinarios o extraordinarios; y otras son deseos profundos que con el tiempo se cristalizan en el mundo de los fenómenos. Yo quería ver si estabas mutando. Nada más. - dijo con mirada entretenida -.
- ¿ Puedo ayudarlo con el motor?
- Te agradezco, ya termino.
- Entonces iré a buscar la llave de la casilla, acomodar las cosas y descansar un poco.
- Mañana saldremos hacia la lobería de Punta Pelada.
- ¡Empezaremos fuerte!
- Es importante darse cuenta de las cosas. - sentenció.
Al día siguiente enganchamos el trailer con el gomón y fuimos hasta la playa de Puerto Pirámide, desde donde saldríamos hacia la lobería.
El mar estaba tranquilo, así que la navegación sería rápida y serena.
El tiempo en esa época es muy bueno, generalmente los días son calmos.
Tiramos el gomón al agua, dejamos el trailer fuera del alcance de la marea que aún no terminaba de subir y comenzamos la navegación. Aparte de los equipos, llevamos agua y chocolate caliente para contrarrestar el frío.
Durante la navegación Indio me informaba que el objetivo sería intentar percibir, más allá de los sentidos, una comunicación con quienes denominaba "sus maestros".
Me aseguró que ni bien distinguieran el gomón, se tirarían al agua, desde la piedra donde suelen estar, para recibirnos.
- Con los miembros de la colonia ya nos conocemos - dijo. En lo que debes estar atento es en dejar salir tus mejores intenciones, pues apenas nos vean querrán detectarla. En lo que resta del viaje trata de crear los mejores deseos de ir a visitar a los lobos como si fueran niños. La consciencia de la colonia es fuerte. -Expresó sonriente.
Indio me confió que cuando se tiraba al agua para agudizar su comunicación con los animales en forma de juego, su “intención vacía” era fundirse con la colonia, en este caso, intentando sentirse un lobo más entre todos. Agregó que el juego servía muy bien para establecer un vinculo con lobos, delfines y hasta con los ballenatos; pero que con las ballenas adultas era distinto, pues estas irradiaban una profunda madurés que forzaba elevar considerablemente la frecuencia de la comunicación.
Me quedé pensando en los comentarios que había escuchado acerca de esa colonia. Los buzos del lugar me habían contado anécdotas no muy alentadoras sobre mordeduras.
Cuando le transferí este pensamiento a Indio, comenzó a reírse satíricamente.
- Si te miras con cara de malo, enojado y con miedo en un espejo, así te verás.
- ¿Qué quiere decir con eso?
- Que para que un ataque de lobo se produzca sobre una persona, tiene que suceder al menos una de dos cosas: Una, que el buzo, no haya advertido que el lobo le estaba imponiendo un límite y lo haya molestado invadiendo su espacio o intimidad. Y la segunda, la más desconsiderada, es que el buzo haya proyectado su miedo y éste haya distorsionado su buena intención provocando una comunicación involuntaria de miedo entre los dos. Así con todos los animales con todas las personas.
- ¿Por eso es tan importante la intención pura para una buena y sana experiencia? - pregunté.
- Exacto.
Quinientos metros antes de llegar a la colonia de los llamados "lobos de un pelo", Indio aminoró la marcha. Nos acercamos despacio para que la visita no fuera una invasión.
- ¿Ves aquél que levanta la cabeza gigante entre todos los demás? - me preguntó Indio cuando nos encontrábamos a una distancia de ciento cincuenta metros.
- Sí... ¿Es el macho, no?
- ¡Uno de los machos! Y es a los que con mayor cuidado tenemos que tratar.
- ¿Son muy agresivos?
- Los machos son los que cuidan al resto de la colonia. Una cosa muy importante: siempre ponte en el lugar de ellos y trata de sentir con criterio común, como si fueras uno de ellos. Eso, tal vez, te facilite las cosas.
Al escuchar eso tuve un signo de claridad intelectual respecto de la actitud que debería adoptar. Cuando estuvimos a una distancia de cincuenta metros tiramos el ancla en el fondo arenoso soltando bastante cabo. Había una profundidad no mayor de seis metros.
Algunas de las hembras y cachorros que estaban en el agua se acercaron inmediatamente hasta nosotros. Indio comentó que habría unos ciento cincuenta lobos formando la colonia.
Yo estaba viviendo un momento de gran incertidumbre; recordando los comentarios que me habían hecho los otros buzos del lugar enfrentados en contraparte a los de Indio. Estaba intentando ejercer las mejores intenciones sin sentir miedo ni desconfianza, cuando Indio comenzó a hablarles. Los saludó de manera muy cordial, honesta y divertida. Les dijo que los veía muy bien, que había venido a visitarlos con un amigo y que esperábamos compartir un momento buceando y jugando.
Mientras nos colocábamos el equipo, más lobos se arrojaban al agua; pronto tuvimos a más de quince cerca del gomón. Algunos levantaban su cabeza por encima de los pontones en una actitud de gran curiosidad.
Parecían querer jugar.
De pronto uno de los machos se zambulló en el agua. Sentí calor corriendo en mí, provocándome ardor en el pecho. En otras palabras, sentí la naturaleza de un gran temor que terminó instalándose en todo mi cuerpo.
- No tengas miedo. Sólo obsérvalo. Es probable que sólo gire alrededor nuestro mientras estemos con parte de la colonia. Simplemente tenlo presente, diciéndole que está todo bien, que las intenciones son buenas. Trátalo como si fuera el padre de una hermosa mujer a quien amas mucho y le fueras a pedir su mano. - Decía Indio con ánimo tranquilizador y sin dejar de divertirse.
- Para ver realmente a un animal, lo que verdaderamente habita su imagen, su apariencia, tienes que enfocar tu mirada en la profundidad de su mirada, y que ésta la encontraría en el fondo de sus ojos mientras, por mi parte, conectara con los sentidos sutiles y los dejara fluir procurando verlo y dejándome tocar a la vez.
Yo le recriminaba a Indio que no era nada fácil tratar de comunicarse con un animal de esa forma.
- Inténtalo, ya sabes cómo.- me contestó en forma seca y contundente.
Llegó el momento de tirarnos al agua.
Indio, con una rodilla en el pontón del gomón advirtió dudas en mí. Miró fijo por un instante la piedra donde estaba la colonia y se volvió enfrentándome.
- Hugo: muchos buzos vinieron aquí a jugar, a filmar, a sacar fotos. Créeme que realmente no vamos a hacer nada de otro mundo. No te sientas como quien buceará cerca del tiburón asesino de la película. La única diferencia que hay entre nosotros y la mayoría de todos los que vinieron a este lugar es que no venimos a mirarlos como puede mirarse a los animales en el zoológico. Vinimos a explorar una capacidad innata de comunicación con otros seres que entre humanos es difícil ver.
Indio había devastado todo tipo de pensamientos e ideas fantasiosas que hubiera en mí.
Saltamos al agua y luego de descender permanecimos unos minutos arrodillados en el fondo. Las lobas se acercaban y pasaban en forma rasante sobre nosotros, haciendo distintos tipos de movimientos perfectos y graciosos.
Indio me hizo señas para que sólo me limitara a observar.
Se acercaban desde todos lados haciendo movimientos seductores y graciosos. De pronto vi a uno de ellos que se paró frente a la cara de Indio. Luego de un instante apoyó el hocico contra el vidrio de la luneta y soltó un pequeño volumen de aire por la nariz, produciendo burbujas. Algo estupendo acababa de ocurrir ante mis ojos. Un animal salvaje estaba jugando y comunicándose con un ser humano. Luego de ese momento me vinieron imágenes de cuando se los mataban en las colonias con picos para comercializar las pieles. Corrieron por mí sentimientos de culpa, vergüenza y odio que pronto se desvanecieron cuando se aproximaron tres lobos muy cerca, casi tocándome.
Cuando los miraba a los ojos y las miradas se entrecruzaban, la sensación cambiaba notablemente.
Luego Indio comenzó a nadar hacia la roca donde se encontraba la colonia. De pronto alcancé a ver una pared a unos siete metros de distancia. Discerní que habíamos llegado al pie de la roca, cuando nos encontrábamos rodeados por unos cincuenta lobos que se movían en todas direcciones muy cerca de nosotros.
Indio me volvió a hacer señas para que observara.
El macho que se había arrojado al agua nos rodeaba constantemente, observándonos.
Indio se lanzó hacia el núcleo de los lobos que formaban un enjambre y poco a poco fue transfigurándose en sus movimientos, confundiéndose como uno más de ellos. Algunos lobos hacían piruetas en formas de círculos, ochos, espirales, tirabuzón; algunos descendían en forma recta como una flecha y como si rebotasen contra el fondo y volvían nuevamente hasta la superficie; algunos parecían volar.
Al cabo de un instante, Indio me hizo señas para que me integrara también yo. Haber estado observando el movimiento de los lobos y como Indio se fue mimetizando con ellos, me daba una idea respecto del modo de comenzar mi intento.
Me introduje en la “sopa de lobos” y comencé a girar y dar vueltas, intentando imitarlos. Los cuadros de imágenes cambiaban constantemente, dividiendo mi atención para no estrellarme contra el fondo, y a la vez conservar un control general de la situación.
Cuando logré medianamente ese dominio, comencé a prestar atención otra vez a las miradas y al comportamiento de los animales. Al quedar enfocados mis ojos con los de un animal, la mirada de estos comenzaba a penetrarme y yo a penetrar en sus ojos. Sentí como cuerdas de algún instrumento que se movían en mi interior.
Era como si sintiera el propio ser en cada mirada. Luego comencé a sentir mis movimientos fluidos sin dejar de sentir todo el conjunto y a cada uno de quienes estábamos como en una danza grupal libre y compartida. Todos moviéndonos en una misma actitud. Sentí la forma de todo el grupo de lobos que jugaban y buceaban con nosotros y nosotros con ellos. Sin palabras, sólo presencia. Luego algo maravilloso sucedió: me llegué a fusionar tanto entre los lobos que por un instante me sentí un lobo más. Fue una sensación que desplazó todo lo que normalmente pudiera haber en mí. Sucedió dos veces.
No podría decir con exactitud cuánto tiempo duró esa danza, ya que el tiempo varía bajo el agua; y no sólo por éste hecho: esa situación lo hacia variar radicalmente.
Mientras estaba en plena vivencia noté que el regulador no me entregaba aire adecuadamente, sino que cuando quería extraer una bocanada con fuerza la salida de aire fluía pesadamente. Quise hacer señas a Indio, pero no podía verme, estaba muy compenetrado en su actitud. Me quedé mirándolo un instante antes de decidir ir a superficie, cuando de pronto se volvió hacia mí. Le hice señas de poco aire y me indicó que fuéramos hacia el gomón.
Llegamos escoltados por unos cuantos lobos, cerca de diez, quienes parecían querer seguir el juego.
Subimos al gomón. Cuando nos quitamos los equipos y levantamos el ancla, nos encontrábamos listos para regresar a la aldea, Indio me pidió que los despidiera hasta otro momento, y que les agradeciera de todo corazón su generosidad. Así los despidió él también. Al salir navegando algunos lobos nos seguían detrás, algunos saltaban por sobre la estela de agua como delfines, echo que me dejó pensando.
- Pronto estaremos con delfines. – dijo Indio
Durante la vuelta comentamos la experiencia. Indio reafirmó con énfasis:- Lo importante es vibrar en sintonía con los animales. Eso es lo que interesa.




Capítulo 20
ESTAR ACÁ



Tres días después salimos de mañana a caminar sobre las bardas; costeando los acantilados. Había sol y nada de viento. El mar estaba casi inmóvil.
Desde arriba se podía distinguir, en la amplia visión de la geografía, los distintos dibujos y matices que producían en la superficie del mar las diferentes corrientes y profundidades.
Cruzamos por un picadero de los antiguos habitantes de la zona, los indios tehuelches. Ellos, allí construían diferentes objetos con piedras: hachas, puntas de flechas, boleadoras, morteros etc. Pensé en la paciencia que debieron tener los artesanos de aquella época para gastar y dar forma a piedras de tanta dureza, en cómo vivían en ese período en ése lugar, bajo ése rudo clima. Imaginé la interacción respetuosa con la naturaleza y cómo cada tribu se acomodaba a los recursos de los lugares. Recapacité en la comunión que tenían con el entorno y, más allá de que mataban para comer y vestirse, en el profundo respeto sagrado que tenían por la naturaleza.
Relacioné el apodo de Indio. Vi cómo él cuidaba hasta los detalles más sutiles y que paulatinamente me mostraba sin reservas para que, en alguna forma, yo eligiera acceder.
Le dije a Indio que me imaginaba como inalcanzable llegar a lograr lo que él quería enseñarme; que ni siquiera podía comprender bien lo que hasta ahora habíamos realizado.
Parecía meditar sus palabras.
-Es un trabajo que puede llevar años de práctica realizarlo sólidamente y en forma simultanea nunca realizarlo plenamente. No debes esperar de ese modo a que "algo suceda". - me dijo con voz cándida - Es necesario adoptar una actitud de paciencia y sin esperar un resultado concreto o estar pendiente de él. Ya hablamos de ello .Lo mejor es aprender a discernir lo que va sucediendo a partir de lo que emana de ti. Ahora es bueno que estés con toda tu atención en lo que estamos realizando, pues cuando te vayas ya no habrá tiempo ni oportunidad para eso porque continuamente vamos gestando momentos. No es recomendable sostener la mirada en el pico de la montaña por mucho tiempo, ya que el paso que debemos dar esta ahí, enfrente de nosotros. Además la cima de la montaña es un espejismo para continuar, porque el pico de la montaña ya está en nosotros y enfocarnos en esa ilusión de subir es una forma de encontrarlo en uno mismo. Recuerda que para mí también pasó un tiempo, trabajo y penurias para tener la oportunidad de trasmitir estos conocimientos a alguien; sin embargo soy siempre el mismo, no he llegado a ninguna parte porque todo parece ser infinitamente multidimensional.
Así cuando llegues a lograr lo que nos estamos proponiendo simplemente será haber llegado a un sitio para abrir otras puertas. Sólo que para atravesar en esas otras puertas, ya sabrás penetrarlas por ti mismo. Y si en algún momento ya no quedan puertas entre tú y el infinito, eso tampoco cambiará la ilusión de la cima.
- Entonces lo de aprender a esperar a las ballenas es una excusa, un engaño? - reaccioné.
Bajamos y nos sentamos en los médanos frente al mar.
- No. Eso no es cuento y tú lo viste con tus propios ojos.
- Pudo haber sido por casualidad.
Me miró fijamente con expresión asesina.
-Tú crees en casualidades y, hablando en términos marineros, andas a la deriva sin gobierno, esperando a que ocurran casualidades. Crees que habernos conocido es casualidad. Crees que conoces la inmensidad que te rodea y que tu interior es un espacio estable y sin mucho para explorar...
Pues yo creo que una parte de ti no quiere sentirse, o se siente frustrada y prefiere creer que el salto de la ballena fue casualidad.¿No ves la magia de las relaciones? Mira, has tenido ciertas experiencias, como la de los lobos hace tres días, que se te revelaron como algo absolutamente distinto.
- Con los lobos estaba usted. Yo estuve un mes entero sentado en la costa, intentando llamar a un lobo, un delfín, una orca y ni siquiera una gaviota se acercaba. Lo único que logré fue sentirme estúpido.
- Tal vez es sólo una parte de ti la que se siente así, la misma qué piensa que eres más importante que un animal. Todo tiene su momento, ni siquiera sabía que existías antes de verte parado como un japonés intentando sacarle fotos a una ballena para mostrarlas y alardear con ellas como un argentino.
La imagen cayó sobre mí creando un sentimiento molesto. Sentí un fuerte enojo. Me defendí diciendo que yo no había tenido las mismas oportunidades que él; que nunca había visto ballenas y éstas me causaban gran admiración; que siempre había deseado verlas y que no tenía nada de malo sacarles fotos.
- No. No tiene nada de malo. Pero cuando tienes verdaderamente sed, es estúpido mirar el agua que está al alcance de tu boca. Es el gran aprecio que le tienes a la imagen que formaste de ti mismo lo que te hace sentir ridículo. Te crees más que un animal. Seguro que has estado con el Creador y te ha confiado ese dato.
Llevamos a todos los animales en nosotros, y eso puede brindarnos una enorme sabiduría; sólo que como otras cosas, están tapadas por nuestra imagen humana de creernos mejores. Pero no adoptamos esa responsabilidad. Esto dificulta enormemente las cosas porque nos hace creer los más importantes del Universo. Pero créeme que si haces un poco de esfuerzo verás que no es así. No damos lugar a que se produzca la magia en nuestras vidas y la limitamos a nuestra propia razón acomodada y al empeño que tenemos sobre ella.
Dije a Indio que no entendía nada de lo que decía y que pensaba que el nitrógeno lo había afectado gravemente.
-No ves, ahí tienes, no puedes ver lo que tu razón no entiende. Vives dentro de sus límites, y para no sentirte un idiota lo niegas. Pero créeme, que nacemos y nos vamos haciendo todos idiotas por creernos únicos; y la paradoja es que realmente lo somos, aunque con una y fundamental similitud.
No damos lugar al pensamiento de que somos, en nuestra corteza, el producto de no saber el propósito de nuestra vida y de la confusión que produce no saberlo. Deja abierta tu razón, verás que no te caerás.
Otra vez sentí un caos en todo mi cuerpo que me desorientó por completo. Podía distinguir una sensación de incomodidad, como de haber quedado al descubierto.
-Duele vernos equivocados. Hacemos mucho esfuerzo en sostener nuestro mundillo. Es lo que conocemos y nos hace sentir seguros. Pero créeme que hay mucho más. ¿Acaso no lo ves?
Todos moriremos algún día, aferrados a una pequeña y desordenada razón, sostenida por un conjunto de experiencias de vida y creencias falsas, o abiertos a disfrutar de la magia de esta increíble, maravillosa e insondable existencia. Algunos habrán intuido la inmensidad, enriqueciéndose enormemente, otros morirán hastiados, otros con dudas y otros con miedo a sentir su verdadera libertad.
Me sentí estrecho y cobarde por ni siquiera considerar más seriamente y con paciencia lo que Indio me decía. Mi reacción de negación y enojo se produjo de forma incontrolada.
Pensé que Indio era una persona que, si bien me mostraba abiertamente su punto de vista sobre las cosas, las dejaba abiertas e imparciales para que yo las descubriera por mi propia voluntad, pensamiento y experiencia. Pero en ese momento ni siquiera quise ver. Pensé que tal vez todo esto calaba demasiado hondo para mí. Me sentí aniquilado.
- Tenerse lástima quita el poder inherente que poseemos. Es el efecto que deja la luz espejismo, trata de verlo. Nada ha cambiado, no te sientas amenazado.
-¿Qué diferencia hay con cuando estás en el agua?.
- Que en el agua soy un descubridor, un aventurero inteligente y capaz.
Ahora pude ver lo pequeño e ignorante que soy. Y ni siquiera pude ver por mí mismo, sino porque usted me lo reflejó. Y de ninguna manera puedo reprochárselo. Reaccioné defendiéndome, como ocultando esa ignorancia... Realmente no sé si agradecérselo o no.
- Todos estamos bajo la misma situación. Nuestra disposición es la gran variable. Ponemos toda nuestra atención en sostener nuestros miedos o nos dejamos tocar por la realidad y ampliar nuestra percepción de lo que es y está. Bajo el agua no nos sentimos amenazados. No precisamos mantener levantada nuestras defensas. Entonces podemos estar más abiertos a la verdad para tomar conciencia a cerca de qué es la existencia.
Sentí que Indio acababa de quebrar parte de mi ingenuidad. Percibí los efectos devastadores que eso produjo en mí.
Más tarde una sensación, como una oleada, comenzaba a provocar el pensamiento de que había tenido suerte en conocer a Indio. Esa sensación se fue expandiendo de a poco hasta hacerse conciencia. Pronto vi que mi mundo se había extendido y yo con él. Y hasta el momento no me había dado cuenta.
Luego mi pensamiento se dirigía a cuestionar la postura en la que descansaba: ¿Cómo podía creer saberlo todo o desconfiar de lo que no conocía, sin nada con qué sostenerlo? Que así yo mismo me estaba dando por sentado o hecho, negándome a seguir descubriendo. Que seguir descubriendo era lo que me permitía seguir asombrándome y creciendo como cuando era niño. Me sentí desagradecido. Fue ahí cuando por primera vez, como un flash, pude ver distintas partes mías que luchaban por poder, paralelo a mi intento, tal vez inconsciente, de amalgamarlas.
Tuve un impulso de agradecimiento genuino hacia Indio. Me miró un instante con ojos bondadosos y brillantes y al fin dijo:
-Realmente estás loco.
-Usted también - dije y ambos nos echamos a reír.
Comprendí a Indio: definitivamente era una persona como no había conocido antes y su forma particular de enseñar buceo estaba en perfecta armonía con todo lo que él, por decirlo así, simbolizaba.
Lejos de resultar una persona mentirosa y de influir sobre las creencias de la gente de manera violenta, Indio me mostraba cortésmente otro punto de vista que, para darme cuenta de la realidad de la que hablaba, tenía que experimentarlo por mí mismo. Me alentaba para que pudiera verificar y comprender lo que él decía y mostraba, no sólo ante mis ojos sino en mi propio interior.
Me decía que cada punto de vista, o comprensión, nunca era final, y que cada experiencia podía ser tranquilamente muy diferente entre dos o más personas y tal vez única, y que había que tener valor para sostener eso y ser uno mismo. Me aseguró que por más que si cierta realidad él fuera el único en percibirla, nunca la abandonaba hasta convencerse de lo contrario y que en verdad la realidad no se puede abandonar, sino, tan solo, ofuscar. Me aseguró que en estos puntos de vista a que se estaba refiriendo no había lugar para la imaginación vulgar, fácil y distorsionada de la realidad acomodada, sino que se trataba de algo que más bien era una ciencia. La llamó la ciencia de " darse cuenta" de las cosas.
Ciencia poco fácil de comprobar y nada difícil de creer que ya la dominamos.
De repente subió sobre mi cabeza la idea de que no sólo el punto de vista de Indio podía cambiar las creencias de las cosas, sino todos los puntos de vista de cada persona podían hacer lo mismo. Pero, ¿para qué lado nos lleva cada punto de vista?
Luego recordé que había considerado a Indio como un loco. Un loco muy particular. Pero cuando pensaba en los cuidados y en todo lo que conocía, entendí que cada uno de nosotros tiene una " locura personal ¨ y un modo de ver particular, y que si bien la realidad debe ser una, inquieta, permanente y autotransformadora, cada uno la consideraba o interpretaba de distintas maneras y que así, la imaginación jugaba y vivía fácilmente en nuestros ojos.
Comencé a notar cómo, la vida y el ruido humanos distorsionaban la realidad. Empecé a sospechar en forma temerosa cómo la estaba deformando yo, pues entendía que no palpaba ni comprendía los aspectos mínimos de la realidad existencial de mi vida, ni la de todos los humanos, y que esa distorsión afectaba directamente mi modo de pensar, de sentir y de actuar.
Ahora el paisaje me estaba regalando una imagen muy generosa. El tiempo ya no era el mismo tiempo que antes conocía. Ahora se presentaba más intenso, y otra forma de ver las cosas también se presentaba en él.
Sin embargo, algo había en mí que me causaba una sensación de resistencia. Algo que no me dejaba sentir completamente lo que estaba experimentando; como un algo que sostenía y que me producía falta de convencimiento total sobre lo que estaba viviendo. Pero de ningún modo había un fundamento lógico, claro y contundente para contradecirlo, porque era mi propia experiencia.

Todo iba sucediendo en distintas formas. Las tendencias opuestas generaban tal contradicción que me arrojaban a un caos que lastimaba. Los momentos transcurrían presentándose discontinuamente en intensidad, en sensaciones, en pensamientos que no podía llegar a asimilar ni comprender. Varias veces había notado como si el tiempo sucediera más rápido, y otras veces más lento. Y que, en la peor rutina, cada minuto caía como un sablazo al cuello. Como si, para no sufrir o aburrirme, necesitara algo que me entretuviera o que me propusiera sensación de drama. Así la vida era drama o distracción. Me quedé meditando un poco sobre la intensidad del tiempo... ¡Cuanto más conscientemente experimentaba, el tiempo era más proteico!





Capítulo 21
El MUNDO AL REVÉS



Una mañana que estábamos haciendo el mantenimiento de los equipos de buceo, dije:
- Indio: creo que encontré una explicación física de por qué la percepción aumenta bajo el agua; creo que la misma causa que cambia los efectos de la energía bajo el agua, es el origen de por qué se modifican las sensaciones de la percepción en nuestro sistema nervioso.
Indio me dio vuelta el punto diciendo:
- La física sólo es una forma de explicar los fenómenos después de haberlos observado meticulosamente como lo hiciste tu, en forma científica mediante el análisis de la experiencia. Así podemos conocer con certeza todo lo que de esa forma fue y es descubierto.
Pero la ciencia - dijo - tiene enormes límites sobre la realidad, sobre lo incognoscible, pues no deja de ser la razón del hombre y tiene, obviamente, los límites de la especie humana que busca conocimiento por naturaleza.
La ciencia debe reconocer el arte -"Intuición, conciencia y comprensión -". Cada uno de nosotros es responsable de estudiar meticulosamente, como un científico, todo lo que respecta a nosotros mismos, incluyendo el efecto que producimos en el exterior a través de nuestros pensamientos; sentimientos y actitudes. - enunció Indio con firmeza -. Para ser conscientes del lenguaje de las impresiones que entran por nuestros sentidos y de las respuestas que damos, no hay otra forma que de intentar verlo por nosotros mismos, es decir por una autoobservación realizada de manera imparcial o al margen de lo que creemos ser. Así lo sostiene la sabiduría y es comprobable.
El quería que aprendiera a conocer cómo respondía mi cuerpo bajo el agua, dentro de las situaciones reales y de las imaginarias, estas últimas, decía, eran proyectadas desde mi mente las cuales podía sentir como real. Dijo que intentando ser consciente de todo esto podrían pasar dos cosas: me estaría cuidando de la mejor manera a mí mismo, trascendiendo mi condición personal e individual, y estaría evitando hacer daño y desorden en otros universos más sutiles y diminutos; lo cual era también otra forma, un poco más indirecta, de cuidarme a mí mismo.
- Si quieres aprender a encontrar mágica compañía para tus buceos debes comenzar a prestar atención a tu atención. - dijo - Y así darte cuenta qué intención real tienes sobre las cosas reflejándote en la relación.
Me remarcó severamente que por ningún motivo, si encontraba intenciones oscuras, debía reprenderme, sino aclarar el sentimiento. Y que podía abstenerme de seguir adelante, hasta que hubiera un sentimiento e intención más puros. O sea una integridad sobre todo lo que yo era.
Dije a Indio que no terminaba de entender claramente y le pedí que por favor, volviera a explicármelo.
- Bien - dijo. Hay distintas formas de buscar y encontrar compañía, conexión. Una forma es estudiar y saber las costumbres de cierto animal, su hábitat y comportamiento. De ese modo, considerando el lugar de buceo, se puede esperar a cruzarse con determinada especie en cierto lugar. En otras palabras, si tu interés es cruzarte con morenas debes ir a bucear en aguas cálidas y mirar entre las rocas.
- Si quiero bucear con lobos debo ir a la lobería - agregué.
- Correcto. Y eso es simplemente porque ahí es dónde viven. Sin embargo, ya sabes que hay otra forma, otra posibilidad de llamar y encontrarte con otros animales que no se encuentran en un punto específico, aunque si en una zona, como las ballenas, delfines, orcas, y también lobos. De todos modos hay una diferencia enorme entre un encuentro casual a uno causal. O mejor dicho, no invocado, a uno invocado o intuido. Así mismo el mundo puede vivirse desde sus efectos superficiales, cambiantes y caóticos o desde sus causas, con conciencia de nuestras propias actitudes; o abiertos a un dejarse llevar por la causa más profunda: La voluntad del Espíritu.





Capítulo 22
BUCEANDO A OSCURAS



Una noche recostado sobre los médanos de la playa de Puerto Pirámide, vi salir la lancha de una operadora con buzos que se dirigieron hasta un lugar de buceo de Punta Pardelas.
Pensé en alguna razón por la cual aún no habíamos ido a bucear de noche. No encontré ninguna respuesta lógica, y a mí criterio no había inconvenientes. Al día siguiente cuando me encontré con Indio quise sacarme la duda.
- Anoche estaban buceando en Punta Pardelas. Creo que en el islote ¿Cuándo podemos hacer un buceo nocturno? - pregunté a Indio mientras preparaba algo para desayunar.
- Hoy. Si está todo bien con nuestro amigo y no se agita hoy bucearemos a oscuras.
A la tarde se había levantado viento durando hasta pasada la media noche. Decidimos postergar la maniobra para el día siguiente. Hablamos con Indio acerca de que el buceo dependía mucho del tiempo climático, y que éste ponía límites.
Indio dijo: - A veces el mal tiempo es como un presagio que anuncia la recomendación de no ir a bucear. Eso puede sentirse en la actitud del mar o del cielo. Yo personalmente decido apoyándome en ese sentimiento, al margen de cómo esté el tiempo y el mar en el momento de ir al agua.
- ¿Sintió un mal presagio?
-Sí, por eso no fuimos.

Para el otro día el viento había calmado y pudimos salir a crear nuestra aventura nocturna. Lo hicimos desde la playa de Puerto Pirámide e Indio se dirigió hacia una costa que yo no conocía. Me dijo que ahí había rocas a lo largo de casi toda esa costa. Anclamos. Mientras estaba a punto de terminar de cambiarme noté que Indio no tenía intención alguna de hacerlo. Estaba jugando con una linterna, encendiéndola y apagándola. Cuando la apagaba se notaba la oscuridad del lugar. No había luna. Solo se percibía un leve movimiento del agua y las manchas oscuras de las paredes de la costa.
- ¿Se siente bien, Indio?
- Sí, realmente me siento bien, gracias. ¿Tú cómo estás?
No supe qué responder. Me sentía algo molesto, curioso y ansioso de ver que Indio no se cambiaba. No sabía qué intención tenía. Me miró creando suspenso en el silencio nocturno.
- Irás solo y sin luz.- me dijo imprevistamente -. Bucearás por entre las rocas como cuando eras chico. Bajarás con un cabo de vida.
Inmediatamente entendí que Indio de verdad quería que hiciera eso, que fuera a bucear solo, desprovisto de linterna en una noche sin luna. Por un lado sabía que habría un motivo, y si no me enteraba antes de ir lo haría después. Por otro lado, consideraba demasiado arriesgado lo que me pedía.
- No te acostumbres a las formas y maneras - me dijo como si estuviera escuchando mi pensamiento. No des nada por seguro y escucha bien: te atarás este cabo a una mano e irás a bucear por entre las rocas. Hay muchas cosas filosas ahí abajo. Ya conoces. Si no tienes cuidado, mañana ni podrás sostener la taza para desayunar. Presta mucha atención a lo que tu percepción te dice. Lo único que tendrás para conectarte con tu exterior será el tacto.
Indio encendió una luz ubicada en el espejo del gomón que penetraba ligeramente el agua iluminando algo el lugar de entrada. Estaba observando esto, cuando Indio apagó la luz nuevamente y todo volvió a quedar a oscuras.
- Comienza desde aquí. Deja que tu cuerpo exprese cautela.
Visualicé la forma. Entré controladamente al agua y me dejé hundir de frente a la costa. Fui cayendo con la punta de las aletas hacia abajo para sentir sutilmente el fondo, evitar golpearme y hacer el menor movimiento posible en el fondo. Como en el río, mi mirada, otra vez se perdía en la absoluta oscuridad. Fui deduciendo la profundidad por las veces que compensaba la presión de los oídos. Deduje que había unos diez metros. Al mover las manos bruscamente frente a mi cara descubrí los microorganismos que forman el plancton llamados noctilucas; estas se encendían como diminutas luciérnagas.
Estando en el fondo y al haberme entretenido con las noctilucas dudé de mi orientación. Me sentí perdido; al instante encontré una forma clara y lógica de orientarme respecto de dónde provenía la tensión del cabo de vida. Me dirigiría hacia el lado opuesto. El fondo era de conchillas. Formé una continuación del cabo con mi cuerpo, me puse en flotabilidad ligeramente negativa y fui en busca de la zona rocosa. Crucé los distintos tipos de fondo. Al dirigirme hacia la costa la profundidad variaba disminuyendo y en consecuencia mi flotabilidad tendía a ser un poco más positiva. Sentí que toda mi atención se había agudizado en mi tacto. No solo en mis manos sino en todo mi cuerpo y podía sentir esta sensación un poco más retirada de mi cuerpo; también sentía una agudeza entre los ojos donde se concentraba mi intento y la información seleccionada que surgía de mi cuerpo plenamente alerta, el pensamiento no participaba en forma central. Podía comprender el lenguaje que fluía desde mi cuerpo del cual estaba siendo consciente, y a través de él, del espacio y los objetos del entorno.
Fui aleteando muy sutilmente y traccionando con los brazos extendidos al tiempo que hurgaba cuidadosamente el fondo. De pronto, mis dedos comenzaron a topar suavemente contra las rocas. Seguía los contornos con la ayuda de mis manos y, a medida que tocaba y avanzaba, las formas se representaban mentalmente. Cuando llegaba a los extremos, antes de abandonarlas, quedaban graficadas y ubicadas de tal manera que me pudiera orientar. También fui formando un mapa mental en mi memoria en el que podía ver mi recorrido, a través de una línea imaginaria, desde que salí del punto en que había caído bajo el gomón. Al menos eso sentía yo. Otras formas del fondo marino también las identificaba con el tacto. Mientras cruzaba la cuarta roca sentí un ardor en la yema del dedo mayor de la mano derecha; lo revisé con la yema del dedo pulgar de la misma mano y noté que me había cortado. A esa altura el agua tenía un movimiento mayor aumentando el riesgo, cuando sentí tres tirones que me hicieron recordar que Indio estaba arriba. Contesté la seña y emprendí la vuelta siguiendo el cabo. Noté que había dado unas cuantas vueltas. Cruzando nuevamente los distintos tipos de fondo sentí más presión sobre los tímpanos que me revelaban mayor profundidad. Compensé, alcancé nuevamente el fondo de conchilla y al ascender hacia el gomón volví a sentir los oídos, esta vez, descomprimiéndose. Saqué la cabeza al lado del gomón y el cielo estrellado apareció sobre mí.
- ¿Ya pasaron cuarenta minutos? - pregunté, dando a entender a Indio que el tiempo había transcurrido rápidamente. En realidad no tuve noción racional del tiempo. Subimos los equipos. Me fijé qué presión había quedado en el tanque. Tenía una presión muy cercana a lo que había calculado sin saber específicamente el tiempo real que permanecí en el fondo. El tiempo empezaba a intuirlo en intensidad.
Los movimientos habían sido tan lentos y cautelosos que provocaron un bajo consumo de aire.
- ¿Cómo estuvo ahí abajo? - preguntó Indio.
Me quedé sintiendo y recordando un rato sin encontrar la forma de responderle. Comencé a decirle que me parecía que había encontrado el canal de comunicación entre cuerpo y mente.
Le conté que cuando tocaba los objetos con las manos, éstos se representaban en mi mente y el no poder ver, había ayudado a que me concentrara notablemente. Le conté sobre la sensación entre los ojos y la de sentir más allá de mi propio cuerpo.
-Muy bien – me dijo- ¿No pusiste la mano sobre ningún cangrejo colorado?
(Los cangrejos colorados tienen poderosas tenazas capaces de tajar los dedos de las manos y producir gran dolor)
Me reí de su humor negro sin decir nada.
Creí que no había más para contarle cuando comencé a recordar como si estuviera viendo que mi cuerpo recorría por su propia voluntad barriendo todo el fondo para evitar golpearse y produciendo una memoria de orientación natural, y que estaba sumamente alerta.
Indio me explicaba que tal cosa sucedió al tener el sentido de la visión anulado. Que de todos los sentidos éste era el que, en forma desarmónica, más energía consumía, y que al anularlo esa energía se dirigió al tacto.
- Inclusive pudiste percibir tu campo energético.
Yo había escuchado algo sobre los campos energéticos de todos los organismos. Pero percibir el mío propio me conmovió.
Indio me dijo que ese campo de energía, que envuelve el cuerpo trabajaba enviándonos mensajes continuamente, pero que no era habitual escucharlos, pues por la elección del sistema de vida que había adoptado el humano ese sentido había quedado bloqueado, y que en una situación de peligro y con la atención estimulada podía escucharse o sentirse con menor dificultad.
- Es como un fresco recuerdo para tu cuerpo que se encontró más sensible y despierto que de costumbre.
Lo que Indio me estaba enseñando a través del buceo se iba asociando con breves destellos de una comprensión diferente a la normal. Estaba provocando que conociera mi propio cuerpo, lo que contenía y lo que me diferenciaba de él.
- ¿Por qué, Indio usted se empeña en enseñarme todo esto?
-Yo no tengo esas respuestas.- dijo- Tal vez sea como la ley de oferta y demanda. Yo me expreso y tú escuchas; luego quieres saber y no tengo problema en volver a expresarme. Míralo como si lo que es aprender a esperar a las ballenas en ti y en mi se estén relacionando a pesar de ti y de mí.
En ese entonces no entendí muy bien qué me quiso decir. Tampoco quise preguntar. Años más tarde supe a qué se refirió.



Capítulo 23
ENERGIA NO DISTORSIONADA




Mientras aprontábamos los equipos para salir a explorar un nuevo lugar, Indio me pidió que tomara conciencia de lo que estábamos haciendo.
- Estamos armando todo para salir a bucear a un lugar nuevo - dije con un tono de obviedad.
- Sí - me respondió amablemente – pero... ¿por qué nos movemos a hacer esto?
- Por nuestro deseo y voluntad - contesté con confianza en lo que estaba diciendo y secundado con la idea de que Indio comenzaba a llevarme a un nuevo sitio.
- Yo creo que estamos inconscientemente soñando y siendo soñados a la vez; y que a través de ese sueño hacemos todo lo que hacemos sólo para experimentar, aprender y evolucionar - dijo Indio, hablando serenamente con voz clara y sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.
Yo me quedé meditando en sus palabras.
- Además creo - continuó - que a su vez estamos siendo soñados o movidos por lo mismo que nos lleva a soñar y hacer lo que estamos haciendo.
Dije a Indio que para mi se trataba de un deseo que se había sembrado en mi mente de alguna manera y que luego produjo la emoción de querer llevarlo a cabo.
-¿Tal sueño es un anhelo profundo de tu individualidad o algo sembrado desde afuera como por ejemplo el deseo que puede producir la sensación de una publicidad?
-Digamos desde mi individualidad.
- Desde mi punto de vista eso sería tu sueño. ¿Pero qué produjo tu sueño?
- La situación.
- ¿Cómo se creó la situación?
- Pues nosotros, Indio.
- Trata de seguirme. Imagina y trata de sentirte como parte de una Conciencia Única. Sin tiempo, ni espacio. Solo parte de una Conciencia Única que ha sido capaz de crearte para que te desarrolles y a través de ti, se desarrolle a sí misma. Intenta sentirla como si estuvieras solo en medio de la nada. Sin ver, ni escuchar, ni hablar, ni sentir y así mismo pudieras contemplar el cosmos entero. En donde, en ese ahora eterno y a través de tu misma conciencia , te podrías soñar en esta realidad en que vives todos los días; y con la que mediante tus sentidos pudieras comprobar y dirigir tus sueños. Ahí, entonces, te tendrías siendo soñado por esa Gran Conciencia desde tu percepción de conciencia, una diminuta parte de la Conciencia Única que lo contiene todo. Y sin sentidos, te sueñas, pruebas y conoces tus sueños con tus sentidos, los cuales te advertirían de esta realidad de todos los días; y de que esta realidad no es fría, ni indiferente, sino que repercute hacia tu conciencia y a través de ésta hacia la Conciencia Total. Así, nada sería lo mismo.
- No puedo entender qué me está diciendo, Indio.- dije sintiéndome perdido aunque palpándolo en algún modo. Pronto me acordé de los límites de la comprensión y de la razón y volvía a caer en la misma confusión.
- Siente este momento como si lo estuvieras soñando. Gózalo y vívelo como un sueño. Déjalo fluir aceptando y sintiendo en una alerta continua.
- Sólo puedo imaginarlo, pero no alcanzo a comprender.
- En tus sueños tú tienes el poder de ser y hacer lo que quieras y como quieras. Inténtalo. Si lo logras, trata de intuir tu buen destino.
En ese momento todo era confusión para mí. Sueños, realidades, conciencia, imaginación. Yo ni siquiera estaba seguro del motivo de lo que estaba haciendo. Tuve miedo de que Indio estuviera sugestionándome.
- ¿Qué más falta? - preguntó Indio saliendo de esta conversación con tinte filosófico.
- Agua y los neoprenes - contesté, volviendo a mi memoria que llevaba el orden de lo que estábamos cargando.
Llegamos a la playa e hicimos la maniobra para tirar el gomón al mar. Indio me pidió que timoneara yo.
- ¿A dónde vamos? - pregunté.
- A buscar un lugar que nunca antes haya sido explorado o visitado por ningún humano. Lo rastrearemos con el ecosonda.
Después de estar un rato navegando disfrutando plenamente de una navegación serena, Indio me preguntó: - ¿Qué se siente timonear la nave?
- Control limitado.- respondí riéndome y entendiendo la analogía.
Yo sabía que siempre había un motivo específico, un sentido para cada cosa que Indio hacía. Y que su forma de enseñar era impredecible.
Le pregunté por qué ir a un lugar nunca antes visitado por nadie.
- Porque hay otro silencio.
- ¿Cómo otro silencio?
- Tu curiosidad te coloca en la línea delgada entre estar advertido y matar el asombro de lo nuevo... Los lugares vírgenes, en cuanto a la presencia del hombre, se perciben diferentes. Cuando estés abajo siente el lugar. Siente y nota qué percibes. Lo demás ya es terreno de lo inexplicable. Experimenta e intenta discernir.
Me cruzó como una ráfaga interior de inconsciencia. Como que mis sentidos me ponían límites.
Encontramos un lugar, marcado por el ecosonda, que variaba de dieciséis a treinta y seis metros. Por su ubicación (estaba bastante retirado de la costa) tenía todo el porcentaje que nunca antes había sido visitado.
- Vamos a ver acá. Tira el ancla.
Nos equipamos y bajamos por el cabo del ancla; había dieciocho metros cuando llegamos hasta ésta, la aseguramos bien en una rajadura formada por una roca partida.
El lugar era una grieta de unos ochenta centímetros de altura y un metro de ancha, que se iba profundizando y a unos cien metros se transformaba en dos aleros similares enfrentados a una distancia de quince metros, estos aleros tenían unos tres metros de altura , unos cuatro de profundidad y estaban cubiertos de anémonas de distintos colores fluo; esponjas amarillas, violetas y naranjas, dientes de perro y cholgas. Había más peces que en otros arrecifes. Se trataba de un lugar hermoso, lleno de vida.
Al ir buceando y ponerme a observar la vida, intenté percibir el lugar con todo mi cuerpo y descubrir el silencio especial al que se refería Indio. Al mirar el movimiento del lugar, vi que el comportamiento de los peces era diferente. De pronto vi algo detrás de toda esa imagen, distinto a lo que había visto antes. Era cierto, no podía explicarse con otras palabras que el silencio era otro. Como si todo estuviera sostenido por algo, y ese algo se presentaba como el silencio del lugar.
Cuando inevitablemente comparé este lugar con sitios que eran visitados con costumbre, noté la diferencia.
Si bien no podía explicar este nuevo lugar sí podía distinguirlo de los otros. La diferencia existía porque en los lugares donde se bucea regularmente, se podían advertir las huellas humanas en los peces, por lo algo estresados y domesticados que estaban. En suma el silencio y la armonía de un lugar sin contacto humano es notablemente diferente.
Empecé a sentir que apenas la mirada del hombre alcanzaba para modificar las cosas, y que esa modificación dependía del pensamiento y del sentir de cada persona. De pronto tuve la sensación de estar soñando. A diferencia de mis sueños más vívidos, yo podía actuar a voluntad, movido por la misma visión del sueño; era como si pudiera dirigir mi sueño y a la vez ser dirigido por este. Luego fue como si estuviera fluyendo esa energía por mí cuerpo y mi mente, que estaba buceando y desde él percibía lo que mi atención abarcaba.
Inmediatamente, al relajar la atención completamente, tuve la sensación de estar siendo soñado. No quien estaba buceando, sino quien soñaba a quien estaba buceando. Todo fue muy claro. Pensé que había sido sugestionado por Indio, pero la sensación era completa y real sin que mi mente participara en forma activa. No estaba imaginando como cuando estábamos hablando horas atrás de todo esto.
Seguí mi buceo envuelto bajo ese concepto, algo que sin lugar a dudas enriquecía aún más la experiencia, porque todo me penetraba, cada movimiento contemplado se reflejaba como en un espejo directamente en mi sistema nervioso. Todo era una sola cosa; una misma inteligencia.
Al terminar el recorrido de ida y vuelta nos dispusimos a subir. Personalmente experimenté el ascenso en forma prodigiosa, incluido el momento que mi percepción cambiaba de medio agua – aire. Luego todo volvió a ser “normal” para mí.
Comenté todo esto a Indio, quien me dijo que todo lo sucedido bajo el agua pudo haber sido para ayudar a que contemplara la información que había recibido en la conversación mostrándoseme, en esta oportunidad, a través de esa experiencia. Me dijo que intentara en algún momento hacerlo en mi vida de todos los días. Dijo que tal vez así, podría lograr cosas que de otro modo no podría verlas como reales.


Capítulo 24
COMO UNA BATISFERA


Promediaba el mes de Abril y el día estaba cálido con un suave viento norte.
- Te voy a contar uno de mis secretos para bucear - balbuceó misteriosamente Indio cuando estábamos sentados contra unas rocas que permanecían sobre un acantilado, mirando hacia la boca del golfo.
Toda mi atención se preparó para escucharlo.
- ¿Conoces las batisferas? - me preguntó.
- Sí, son pequeños submarinos y llegan a grandes profundidades. Con una de ellas se alcanzó a descender a la fosa más profunda del planeta. Los buzos poseen el control desde su interior y tienen robots que también son dirigidos por los buzos, como para extraer muestras o ejemplares y cosas así. - dije a Indio poniéndolo al tanto del conocimiento que yo tenía para que pudiera seguir desarrollando su idea.
- Estás bien informado - me dijo en tono irónico y alegre.
Yo había leído y las había visto en documentales de Jaques Cousteau.
- Bueno, mi secreto es muy simple: cuando buceo yo hago de cuenta que voy en una batisfera.
Hizo silencio como para darme lugar a decir algo. No dije nada.
- Cuando buceo hago de cuenta que voy en una batisfera - repitió.
Esta vez, advertí que daba lugar para ver qué comprendía yo con eso.
- Bien... - respondí - lo puedo entender de dos formas.
Indio se quedó expectante, con los ojos y la boca abiertas, como apuntándome con los oídos. Me causó gracia su expresión.
- Puedo entender que usted fantasea ir en una batisfera imaginaria, que está fuera de su cuerpo y juega a que lleva el control de la inmersión, y que esto ayuda a que el buceo sea más divertido y así también ayuda a crear más atención para observar.
O también puedo entender que usted mismo es la batisfera y que así cumple todas las funciones que requiera la situación.
Traté de dejar la sensación de que ya había acabado con mi comprensión sobre el tema.
- Bien, tienes tendencia a la creatividad. - Dijo ácidamente seguido por un breve espacio de silencio. - No soy yo la batisfera, sino mi cuerpo.
- ¿Cuál es la diferencia? - pregunté.
- Esto está íntimamente relacionado con lo que hablamos de los sueños y con lo que experimentaste luego en el lugar nunca visitado, ahora no frecuentado, por el humano.
¿Notas con que facilidad las experiencias sutiles se desvanecen en la conciencia ordinaria? Eso demuestra que puede expandirse y contraerse, lo difícil es el dominio, el uso adecuado y la exploración consciente de las partes más sutiles. Se requiere sensibilidad para eso. No sensiblería, paspadés emocional. - aclaró- Sensibilidad, es estar atento hasta de las cosas más sutiles. Es tener profundidad y penetración de percepción en la observación. Tiene que ver con estar vivo y despierto. No vivo de viveza criolla, astucia mental; eso es más bien estupidez y falta de confianza en el verdadero Ser que es uno.
Pero volviendo a tu pregunta la diferencia es que yo voy dentro de mi cuerpo y llevo el control de todo, utilizando los sentidos como ventanas y censores . A diferencia de una batisfera, aparte de la dureza, mi cuerpo ya conoce por experiencia de entrenamiento todas las posibilidades de movimientos y formas que funcionan inconsciente e inteligentemente como reacciones espontáneas. Obviamente que estas reacciones deben ser positivas y adecuadas para cada caso; de lo contrario tendría a mi propio cuerpo jugándome en contra.
Esto está relacionado con la inteligencia instintiva e inherente almacenada en el cuerpo de todas las formas vivientes. Esta inteligencia queda bloqueada cuando interviene el pensamiento. Cuando en una situación de riesgo no hay tiempo para pensar siempre está la posibilidad de que esa inteligencia emerja haciéndonos fluir por le puerta correcta, de otra manera, quizás, no nos daríamos cuenta.
Volviendo al ejemplo de las batisferas. Yo, como comandante de la nave, recibo la información proveniente de todos los instrumentos exteriores e interiores de ella como reflejos en un espejo, y actúo en consecuencia dirigiendo y accionando la nave. Desde allí también abarco todo lo que dé mi percepción sin que haya límites entre yo y el resto.
Nuevamente el ejemplo que me estaba dando era maravilloso para mí. Podía entender que los ojos funcionaban como ventanas y los oídos y el tacto como censores. Sin embargo no entendía muy bien a qué se refería con los "instrumentos interiores", cosa que pregunté inmediatamente.
- Los instrumentos, o sentidos sutiles, para hablar de nuestra verdadera imagen, sin compararlo ya con una batisfera, nos permiten darnos cuenta de las cosas que suceden o que sucedieron dentro y fuera de nosotros; y de lo que es real y de lo que es imaginario. Es el inconsciente o conciencia verdadera y la certeza objetiva de una adecuada visión o correcta percepción.
De pronto sentí y comencé a ver, en lugar de la acostumbrada cadena de pensamientos pesados, como si mi cuerpo se hubiera abierto y comenzaran a producirse imágenes vacías que se transformaban en conclusión tras conclusión sin esfuerzo alguno, como gotas de una gotera.

- ¿Se te pulverizó la lengua? Estás dentro de ti y fuera de todo.
Cuando Indio me dijo esto noté que en el transcurso del aprendizaje estaba experimentando manifestaciones internas como un contacto consciente con los sentidos internos a los que Indio se refería y a los cuales siempre di por sentado sin reparar seriamente en ellos, ni mucho menos comprenderlos. Me di cuenta que realmente nunca estuve consciente de qué era cada impulso, de dónde venía y que significado tenía.
Me vi ignorante y tuve miedo. Como contrapartida, sentí cierta normalidad y una leve alegría por haber encontrado un significado a todo eso: la punta del ovillo, por decirlo así.
- Lamento haber roto tu creencia de ser una maza de carne con ojos - me dijo Indio en un tono triste y doloroso, ocultando su humor sarcástico.- Hay algo más que debes saber.- me alertó - Los cables, por decirlo así, que conectan los sentidos y que producen las distintas clases de información y su proceso, podrían estar sulfatados. Generalmente lo están. Así que tú mismo debes evaluar cómo y de qué manera funcionan. Se me ocurre que se parece a una mujer embarazada que recibe continuos estímulos de quien está en su vientre, y ella, por falta de información o capacidad, no puede comunicarse efectivamente con quien lleva dentro e interpreta todo de forma errada; o directamente ignora esos estímulos.
Otra forma es que alguien envía continuamente información por distintas vías pero estas están sucias u obstaculizadas y la información llega, alterada, distorsionada, sin comprensión, justamente porque los canales por los que se desplaza no están limpios. Es normal que se confunda el piloto con la nave, es decir la consciencia espiritual, con el pensamiento y el cuerpo.
Las falsas y aberrantes creencias amparadas por la ignorancia hace que, por decirlo así, el canal se ensucie y todo se vuelva imaginación, simulación propia y distorsionada respecto a lo que realmente está sucediendo. Esto verdaderamente nos vuelve idiotas en busca de electrodomésticos, formando algo de nosotros muy lejano a lo que verdaderamente somos. Nos volvemos criaturas fáciles de atrapar la atención, de intimidar, de formarnos costumbres o hábitos, de sugestionar y manipular con un arma tan simple y poderosa como un aviso publicitario cargado con doble intención o con intención oculta. Después lloramos y nos quejamos porque no somos felices y las cosas no andan bien. Así nos volvemos hipócritas sin sentido y ni siquiera nos damos cuenta.
Sentí furia y resentimiento sin poder contenerlo.
- Siente, pero me gustaría que comprendas que no hay culpa. Yo perdí mucho tiempo y energía en eso, hasta que intenté comprender y querer ver realmente mi propia claridad dejándome de aferrar a cualquier creencia. Es la única forma si queremos sacar esa mierda de nosotros y salir. No dejes de bucear en ti, Hugo. No dejes de explorarte a ti mismo. No sigas ni obedezcas nada sin consciencia de saber por qué, y ten cuidado de no matar con tus pensamientos, palabras y acciones, ni dejes que te maten. Vive de acuerdo con tu corazón. Con tu sabor verdadero. Sé tu mismo.



Capítulo 25
LEVEDAD



Después de haber estado buceando en una grieta de treinta metros de profundidad, Indio y yo estábamos descansando bajo el borde de una piedra impregnada de conchas milenarias que en algún momento perteneció al fondo marino. Estas piedras estaban desprendidas de la parte más alta del acantilado quedando en una suerte de entrepiso, antes de caer al mar. Solíamos concurrir a ese sitio.
Nos habíamos tendido de espaldas bajo la sombra de la roca, cuando Indio me preguntó cómo estaba viviendo la experiencia de bucear.
Le dije que cada buceo era para mí como un eslabón de asombro.
- Cuéntame - me pidió como abriendo una puerta invisible e invitándome a pasar.
Comencé a decirle que para mí, todo había sido cambiante y asombroso. Que desde que había comenzado con la idea de conocer a las ballenas, todo había ido transformándose, que en ese transcurso habían pasado cosas muy buenas y que nunca había vivido algo así. Le conté que mi vida había transcurrido más bien con experiencias desagradables.
- Yo trato de no ponerle nombre a las experiencias - dijo Indio sereno, cortante y agudo - sólo las llamo experiencias. Es más clarificante sentir y ver cómo sucede o sucedió una experiencia que matarla con un calificativo o adjetivo. Y si hay algo que tiende a hacérmela pasar por mala, la doy vuelta y le miro la otra cara. Le veo los dos lados y la neutralizo. Queda sólo la percepción de la experiencia; y ese hecho es lo que vale.
Por otro lado una experiencia agradable se puede convertir en lo opuesto con la sola interpretación.
-¿Cómo puede haber otro lado de una mala experiencia? Si yo tengo una mala experiencia, tengo una mala experiencia.
- Si creo que tuve una mala experiencia, me quedo tan solo con la energía de la frustración de haber vivido esa mala experiencia. En cambio, si sólo la tomo como experiencia, me quedo con el poder de haberla ya vivido. No hay frustración aunque haya sido dolorosa. Puedes hacer, mágicamente si quieres, que las experiencias que creas malas les encuentres la enseñanza antes de haberlas guardado.
Cuando todo se te haga una sola experiencia es que estás viviendo tu totalidad. Ahí estarás unido realmente al Mar de los mares. Vives, no sólo el asombro de cada cosa, sino también, un continuo estado de conciencia. El Buceo, al contemplar la belleza de la sensación que produce el simple hecho de sumergirse bajo el agua, es un buen campo; pero lo difícil para nosotros es no hacer algo como para que eso suceda naturalmente. La costumbre del hombre es frenar esa energía y darle, además, su propia forma, analizando y adjudicándole un nombre a cada cosa.
- Yo no soy así - protesté.
Me dijo que no me sorprendiera mal si me veía, alguna vez, a mí mismo así.
- Somos unos fabulosos creadores de realidades. Claro que creadores de realidades mentirosas, imaginarias y ciegas. Entonces ahí la realidad deja de ser realidad y se convierte en defensa o escape de la mismísima realidad, casi imperceptible entonces.
No puedes olvidarte de ti como observador de eso que observas. Al quedar sólo la observación y la experiencia, la realidad se desnudaría ante ti, cada vez más profunda e increíblemente bella.
Se quedó callado un instante, mirándome.
Me pidió que evocara la imagen de la luz de una linterna.
- El centro de la luz es más fuerte y se va debilitando hacia fuera de su centro. El haz de luz llega hasta donde se va mezclando con la oscuridad. Así es la conciencia interna, y en ésta conciencia lo importante es cómo la experiencia nos afecta individualmente. Medita fuera de esta luz cuando bucees de noche.
Cuando Indio marcó ese ejemplo sentí la inmensidad del mar. La oscuridad que descansaba arriba extendiéndose sobre medio planeta y que terminaba cuando quedaba expuesta ante los rayos del sol. Algo en mí se preguntó si eso se asemejaba a un gran espacio oscuro que se movía dentro de mí y debía explorarlo.
Indio siguió hablando:
- Es muy valioso poner ese foco o centro de la linterna en los horizontes; en las partes más sutiles, como trasladar el centro de luz a los horizontes de la luz, de lo que se percibe, expandiendo los límites. De esa forma podemos llegar a ver más.
Dijo que éramos propensos a dejarnos llevar la atención por lo más sobresaliente a los sentidos y por lo tanto hacer el menor esfuerzo sobre el real potencial que teníamos. Por eso tenía vida el sensacionalismo. De esta forma nuestra atención se debilita como una planta que no se riega. Me alentó a que explorara los horizontes de lo que percibía conscientemente y que abriera, o dejara receptivos, cuerpo y mente.
- Receptivos y alertas- agregó-.
Cuando fuimos a bucear nuevamente hicimos unos ejercicios físicos y de respiración para soltar, relajar el cuerpo y para que la mente se aquietara.
Cuando nos sumergimos iba tomando fotografías mentales de mí mismo, del lugar y de las sensaciones que me producían. Iban surgiendo suavemente emociones y pensamientos que eran acompañados por algo que percibía todo trasfondo. Sentí una nueva profundidad en mí.
Por momentos me sorprendía siguiendo algunos de los pensamientos y volvía sin esfuerzo a ese punto donde podía contemplar todo lo que alumbraba mi luz. Entonces aparecía la presencia de Indio acompañándome hasta ese lugar, ese punto donde podía contemplar todo lo que yo, como un organismo más completo, podía percibir.
De pronto comencé a respirar profundo y a relajarme, como si algo en mí se derritiera. Era como si el agua me absorbiera las tensiones y con ellas a mi yo, quedando solo percepción.





Capítulo 26

ENCUENTRO CON DELFINES




- En cualquier momento aparecen las ballenas. - Dijo Indio.
- Por qué aún no avistamos delfines, Indio. ¿Están?
- ¡Claro que están! Pero estamos transitando un tiempo y un orden.
- Nunca hablamos de delfines y son uno de los animales más inteligentes. Está comprobada su comunicación con el hombre. En un acuario eso se puede ver.



- ¡No! - Dijo rotunda y definitivamente con voz potente, algo que me produjo un golpe de susto. - Es cierto que es un animal altamente desarrollado; pero no debemos confundir lo que es la comunicación con un animal, con el sometimiento a que son expuestos. La diferencia de su estado es fundamental. Libre o cautivo, son situaciones muy distintas. ¿No te parece? Lo que ves en los acuarios es realizado a través de movimientos condicionados, automatizados y sostenidos a base de premios. Un premio tan esencial como la comida. Algo infinitamente aberrante pero digno de ver. No sólo tales animales viven así.- Pensé espontáneamente en algo similar que se creaba en las sociedades entre los hombres. - Tales movimientos- continuó Indio- provienen de haber estudiado los movimientos naturales de cada animal, buscándole la forma para que divierta al público.
Sacar a un animal fuera de su hábitat natural hace que éste se desnaturalice pierda mucha energía. De algún modo sabe que no le queda más que hacer lo que su “amo” diga. ¿Viste algún domador de leones en la selva? ¿O una orca saltar en medio del océano cuando el instructor se lo pidiera u ordenara?
- Usted lo hizo con la ballena.
-Yo no hice tal cosa. La ballena lo hizo por propio placer, no porque sabía que iba a recibir un “pescado”. Fue una forma de comunicación. Podría haber hecho cualquier cosa para comunicarse. Hay mucha diferencia en un mismo movimiento de un mismo animal en distintas situaciones. En otras palabras, es diferente cuando hace algo para comunicarse que cuando lo hace con un fin de supervivencia por cautiverio. La energía de la comunicación se siente en la panza, en el pecho o en todo el cuerpo y es alegre. No proviene distorsionadamente. El sometimiento la vuelve gris. Realmente aquel día fue un regalo que se originó después de brindar las mejores intenciones y de haber sido correspondido. Es una sensación que está más allá de cualquier placer. Y más allá de mí y de la ballena, en algo que ni tú ni yo nunca terminaríamos de entender porque se trata del Espíritu.
-¿Es luz espejismo eso que sucede con la captura de animales?
Por supuesto, todo tipo de control es luz espejismo. De algún modo comprenden que su vida depende de ese premio que saben obtendrán luego de cada acto preestablecido que realicen. Piénsalo un poco, míralo, se ve a simple vista. Estate seguro que están
plenamente tristes, débiles y que viven un tiempo gracias de lo que pueden rescatar de los niños. Y los provocadores de todo esto son los hipócritas que hasta llegan a sentir cariño por su mismo sometido. Se sienten importantes y distintos, pero en el fondo es narcisismo sin poder propio. ¿Has visto alguna vez un show?
- Sí, parece algo divertido y hasta asombroso que una foca aprenda a aplaudir. No puse la atención del lado de la foca.
- Pues cuando te des cuenta de lo que te digo en alguna experiencia, empezarás a encontrar sentido a todo esto...
Pronto iremos al encuentro con delfines, así que es mejor pensar en eso hasta sentir que nos estén escuchando.
De haber estado sumergido en una profunda tristeza por la cara oscura que me develaba Indio, sentí que mi rostro se iluminaba cuando advirtió que pronto iríamos al encuentro con delfines.
Algunos días después Indio me dijo que el clima estaba especial para ir a un encuentro.
Se percibía una quietud total. No había nada de viento y el mar parecía pintado. El único movimiento que se podía ver a simple vista era el de las aves volando en la costa y sobre el mar. Preparamos todo y nos fuimos desde la playa de Puerto Pirámide hacia el centro del golfo.
- ¿Cómo sabe dónde estarán, Indio?
- No lo sé aún de un modo preciso. Dejemos que algo de nosotros nos lleve. Después de todo no hay nada que pueda confirmarnos que nos encontraremos con ellos. Y si nos encontramos, no estemos seguros que se quedarán con nosotros.
Estuvimos dos horas navegando sin ver nada que se pareciera a delfines. Teníamos los neoprenes puestos y un rompevientos encima para abrigarnos del frío que aumentaba considerablemente con la navegación. Personalmente había dejado de prestar atención al avistaje y ya casi emprendíamos el regreso cuando Indio exclamó: ¡Allá están! Había divisado una mancha oscura a una distancia considerable. Indio decía que podía haber hasta ahí unos cinco mil metros. Lo que se podía apreciar era un movimiento en el agua totalmente serena.
- Vamos a acercarnos.
Algunas aves revoloteaban por encima de lo que mis ojos veían sólo como una mancha oscura en la superficie que se deslizaba hacia el noroeste. La mancha era provocada por el movimiento del agua que producían los delfines al nadar; parecido a cuando se ve venir el viento, sólo que la mancha no abarcaba todo un frente.
- Es un gran grupo - manifestó Indio.
Llegamos hasta donde se encontraban navegando. Ciertamente era un grupo enorme de delfines oscuros. Algunos saltaban en parejas de dos, tres, cuatro... en una coreografía exacta y exquisita sincronía. Como si los que participaban del salto fueran una misma alma.
- ¿Nos tiramos al agua? - pregunté ansioso a Indio.
- No, aún no. No hay formado un puente entre nosotros.
- Pero ya nos vieron - exclamé.
- Sí, pero no hay un puente de comunicación - repitió.
Los delfines empezaron a cruzarse delante de la proa y a saltar la estela que dejaba el gomón.
Indio fue menguando la navegación paulatinamente hasta parar el motor.
Los delfines siguieron su marcha.
- ¿Qué pasó? - pregunté un poco descontrolado; querer tirarme al agua se había transformado en una obsesión. Al ver que Indio los dejaba ir sentí frustración y cierta molestia hacia él. Mientras sentía que mi enojo aumentaba vi a Indio quedarse inmóvil, como si estuviera escuchando algo que apenas pudiera percibirse.
De pronto dijo:
- Calma... así no conseguiremos nada de lo que queremos, ya lo viste. Sólo navegaremos cierta distancia entre ellos y luego desaparecerán en un instante como por arte de magia. Créeme.
Sugirió que nos pusiéramos los equipos básicos y nos tiráramos al agua. Sin anclar saltamos del gomón y nos quedamos suspendidos en silencio en la superficie.
- Llamémoslos - alentó Indio - y tengamos paciencia. Tal vez nos escuchen. Y si no tienen algo más importante que hacer, vendrán a saludarnos.
Yo empleé todos los requisitos previos para empezar el llamado. Intenté acallarme y aquietarme interiormente mediante la relajación, soltando la idea de invitar a los delfines a encontrarse con nosotros, junto con la imagen del lugar y el sentir puro de la buena intención de comunicarse jugando en este lugar.
Habremos permanecido así durante una media hora, flotando en la superficie. Yo estaba perdiendo la atención y la fluidez del llamado a causa del frío. Indio me había prevenido en una oportunidad, que cada vez que me diera cuenta que me había salido de la continuidad, lo único que tenía que hacer era volver a ella.
Sentí que mis pupilas se dilataban cuando vi a un grupo de ocho delfines que venían de frente a nosotros. Pasaron bajo nuestro observándonos cautelosamente. Indio recomendó hiperventilar y estar preparados para hundirnos cuando regresaran. Girábamos verticalmente trescientos sesenta grados con el agua al pecho, atentos para ver, si volvían, por qué lado lo hacían.
De pronto los vi venir nuevamente. Me sumergí por debajo de Indio con un golpe de riñón* para que me viera, lo que captó inmediatamente y se hundió al instante.
Venían nuevamente hacia nosotros. Esta vez parecían más: eran unos doce que pasaban a distancia de un brazo y girando a nuestro alrededor.
Percibí como si algo saliera desde mi estómago y pude, literalmente, sentir en mi cuerpo la mirada y los movimientos de los delfines que observaba en ese momento.
Me había olvidado del frío y que estaba sin respirar. No sé cuánto tiempo había pasado, pero no tenía ningún deseo de subir a superficie. Sin embargo, tuve que hacerlo. Indio seguía bajo el agua. Hiperventilé nuevamente y volví a hundirme. Los movimientos y actitudes de los delfines eran sumamente graciosos en su fluidez, agradables y transmitían algo que no se puede traducir en palabras. Me encontraba con mucha alegría. Sin embargo no era una alegría que conocía. Subimos nuevamente a tomar aire y los delfines nos cruzaban en la superficie, frente nuestro y por debajo. Luego tuve la leve intuición de que esa alegría no vibraba sólo en mí, sino en todos los que estábamos allí: Indio, los delfines y yo, unidos magnéticamente por el mar.
Debimos haber estado veinte minutos así, hasta que nos quedamos viendo sus aletas, que se alejaban nadando por la superficie. Se sumergieron y desaparecieron.
A los pocos minutos volvieron como a embestirnos otra vez con sus caras sonrientes. La vivencia se repitió generosamente durante un tiempo similar al anterior. Al final dieron tres vueltas alrededor nuestro y se fueron, dejando esa sensación definitiva.
Subimos al gomón cuando entendimos que ya no volverían exclamando y riendo como chicos. Nuestra expresión de alegría era desbordante. Tal cosa había provocado en nosotros esa experiencia.
- ¡Buen provecho! - dijo Indio.
- ¡Buen provecho y salud!
- ¡Salud, si salud!
Y nos quedamos sobre el gomón disfrutando de lo que acabábamos de vivir.
- Si no hubiéramos estado tan ansiosos, tal vez podríamos haber tenido contacto físico. Indio me miró sonriente. Realmente el ansioso había sido yo, que no me había podido controlar y abandonar lo suficiente.
Regresamos a la aldea.

* Técnica de buceo para descender cabeza abajo.



Capítulo 27
INSTINTO Y RESPETO



Indio había considerado la experiencia con los delfines como un gran progreso. Dijo que tenía noticias de que las ballenas habían entrado al Golfo.
- Ya están los exploradores que vienen a observar cómo está todo.-
Me dijo que era conveniente estar vinculado con el aprendizaje, que evolucioné con lo que habíamos vivenciado, que tenía constantes desafíos para trabajar paulatinamente y que me servirían para no desconectarme de lo aprehendido; y así seguir revolucionandome.
“No estarás sumergido en el mar. Pero seguirás en otro océano al que perteneces por naturaleza”.
- Para celebrar esto, iremos a cazar un gran pez para cenar esta noche.
No podía creer lo que Indio acababa de decir. No entendía que pudiera ser capaz de matar un pez por lo que el mar significaba para él. Le hice el comentario.
- ¿Por qué crees eso? - me preguntó.
- Pues por algo que creo obvio.
- Ocupamos un lugar inquietante ¿eh?... El mar nos ofrece su alimento como un árbol sus frutos. En este caso será así, y hay un enorme respeto y gratitud por eso.
- No es lo mismo. Esos peces están indefensos. Usted me está enseñando a comunicarme con el mar y todo lo que vive en él. Me parece injusto e hipócrita que vallamos a matar un pez.
- No iremos con la idea de arrebatar hipócritamente un pez del mar. Iremos con la plena intención de cazar y no nos será tan fácil como piensas. Créeme, no hay placer de matar en esto. Tu observarás manteniéndote al margen para que veas más objetivamente lo que sucede. Lo único que verás será a un hombre primitivo procurando respetuosamente su alimento. Tal hombre también está en nosotros y es inútil negarlo. En algún momento ese hombre quedará satisfecho y no necesitará hacerlo más. Esta es una celebración especial sobre nuestra relación con el mar, y esta noche los tres estaremos presentes. No engañaré a los peces. Sabrán a qué voy apenas descienda. Tú solo observarás sabiendo que estamos de caza.
Llegamos a una restinga donde había algunas salmoneras. Me coloqué el equipo completo de buceo, me tiré al agua y me sumergí para esperar en el fondo. En mi mente estaba inamovible la idea de cazar. Para mi asombro noté que los peces no se acercaban demasiado; y los que más se me aproximaban parecían estar más sensibles a reaccionar para alejarse con el menor movimiento. Había una profundidad de quince metros. Algo hizo que mirara hacia arriba y viera bajar en apnea a Indio, aleteando velozmente y haciendo oscilar su cuerpo suave y cadenciosamente con el arpón en la mano pegado al cuerpo, apuntando paralelamente hacia los pies. Al llegar al fondo extendió el arpón de punta delante de él; y comenzó a navegar. Daba la sensación de ser un perro de caza. Los peces se corrían y metían rápidamente bajo las rocas acorde Indio avanzaba. Tuvo oportunidad de disparar a varios peces que no reaccionaban. Subió dos veces a respirar tras apneas considerables. En la tercera inmersión pareció haber divisado una posible presa. Vi un salmón de tamaño medio. Yo me mantenía a máxima distancia sin llegar a perder el contacto visual con la escena.
Indio subió a tomar aire. Estuvo más de cinco minutos en la superficie antes de descender de nuevo, y a gran velocidad se dirigió decididamente con el arpón y el brazo extendido hacia el salmón que nadaba a una distancia de seis metros adelante, escapándole. La actitud de Indio era realmente abierta a que lo iba a cazar. El salmón siguió a unos seis metros adelante de Indio que no le quedaría mucho más tiempo sin necesitar respirar. El pez encaró como para meterse debajo de una piedra de unos cuatro metros de diámetro. Cuando se metió, Indio se había adelantado pasando por el costado y hacia el otro lado de la piedra, metió la cabeza bajo la roca con las piernas hacia arriba y desde una posición realmente incómoda apuntó. Escuché el sonido metálico del disparo del arpón. En un movimiento rápido Indio se separó de la roca empujándose con una mano y tirando del hilo del arpón y recogiendo el salmón. Había sido un impacto sumamente certero: la lanza había impactado en la cabeza del animal matándolo instantáneamente.
Al subir nuevamente al gomón y emprender el viaje de regreso, Indio aseguró que el mar había sido muy generoso con nosotros y en gratitud, la cena la compartiríamos con todo lo sucedido en todos estos días que estuvimos viviendo juntos, lo que no podía nombrarse y que llamamos aprender a esperar a las ballenas.












Capítulo 28
LA ESPERA



Luego del ritual de la cena quedamos sentados sobre las bardas, al lado del fuego que aún continuaba encendido. No hablábamos y cada uno estaba en un estado de contemplación cuando empezó a envolverme un ensueño, en el que paralelamente podía reflexionar sobre una nueva forma de comenzar a ver el mundo. Tenía claro que el mundo no había cambiado, sino que recién estaba vislumbrando su apariencia. Comenzaba a verlo distinto a como siempre lo miraba. También a mí mismo. Mis ojos comenzaban a desengañarse de algo a lo que no le encontraba una clara explicación y que me provocaba cierto dolor, cierta desilusión junto a un despertar a otra realidad.
Intuía que a comparación de lo que debería ser todo, nada había explorado, nada comprendido; y que frente a las imágenes que se presentaban hasta entonces, inclusive en lo más conocido había un trasfondo, un sin fin misterioso u oculto de realidades que no podía captar claramente y que era imposible de sondear desde mi forma acostumbrada de interpretar. Pues siempre mis ojos habían mirado un cuadro superficial y confuso de lo que debe ser la realidad. Comprendí que mi atención, estaba atrapada en los condicionamientos de nuestra civilización, del modo de vida, cultura de la época y mi propia educación, defensas y afectos. Todo esto se fue metiendo por mis sentidos, por todos mis poros; invadiéndome mientras no podía hacer más que intentar sobrevivir. Sin embargo, también fui consciente que siempre hubo tirones de desconfianza sobre lo que mis sentidos me revelaban. Se lo adjudiqué a mi corazón.
Todo lo que conocía tenía una definición confusa. Ahora no quedaba nada, salvo redescubrir el mundo por mí mismo.
Hice este comentario a Indio.
Es sabia tu reflexión. Te está enseñando. – susurró.
Hubo un pequeño silencio.
- ¿Qué es para ti una ballena? - me sorprendió Indio con la pregunta.
-... Y una ballena es un animal, un mamífero con forma de pez. - Pensé en una definición científica, mas no encontraba cómo explicar definitivamente qué era una ballena.
Indio permanecía mirándome mientras una suerte de impotencia reflejaba una visible frustración. Por fin dije:
- No sé qué es una ballena. Sólo sé el concepto de lo que es una ballena.
Indio había enfrentado, a partir de la reflexión que le había confiado, un concepto cognoscitivo con el misterio de la realidad frente a mis propios ojos.
- Así es Hugo. La definición y la consideración de la ciencia actual, y por lo tanto del hombre y las palabras. En éste aspecto, muestra el grado inmaduro en que se encuentra en nosotros el mágico intelecto humano. El cuerpo de lo que conocemos por ballena retiene un campo energético indescriptible. A través de él fluye la mismísima energía cósmica, la cual influye directamente en el equilibrio magnético del planeta. Una ballena es un sistema energético con una función determinada. Como cualquier organismo viviente. ¡Cualquiera! - enfatizó.
Se quedó mirándome suave y detenidamente a los ojos. Me quedé mirándolo también.
Sí. Nosotros también. Pero, siguiendo con las ballenas, desde la perspectiva actual no podemos vislumbrar la realidad.
- Usted la conoce. - Afirmé
- No puedo conocerla directamente; pero la intuyo. La intuyo porque vi y sentí la belleza de su movimiento. Sentí sus vibraciones, la sensibilidad que posee y la paz que irradia. Vi su deslizar sereno y su mirar apacible. Cómo se estremece. Su magia pura. La vibración de su energía viva, sin distorsiones. Percibí ese espíritu libre y puro porque me he dejado tocar por él; y así, he descubierto esa misma vida e inteligencia en mi, y en todo...Tal vez ese sea el principio de conocerla directamente
Las palabras de Indio brotaban tras una mirada iluminada; tras gestos vivaces y con una sutil carga emocional cristalina.
-¿Todos los animales cumplen una función?
- Por supuesto. Y, te repito, nosotros también.
- Y qué función cumplimos nosotros?
- Ser humanos. Estate seguro que debe ser algo que la especie ya ha comenzado a soñar.
-¿Qué es?
- ¡Descúbrelo! Sólo puedo decirte que llevas en ti, como todos los humanos, un poder mágico inviolable. Divino. Pero debes aprender a sentir y ver tu propia Naturaleza. Naturaleza básica - añadió. – De otra forma siempre te estarás alejando de ti mismo, del todo, de lo que es.
Indio había sembrado un nuevo conflicto, una nueva incertidumbre, una nueva incógnita; otro de sus tantos acertijos que despertaba en mí la fantasía de querer saber la verdad de lo que podía definir como existencia.
Luego dijo:
- Detrás de cómo eres y de qué eres, está quién eres en verdad. Tienes esta vida para observarlo. Siéntelo. No sabes cuándo cruzaras el umbral de esta vida; pero donde sea que ese umbral esté ten seguridad que el tiempo es breve y único para tal oportunidad. En esta transitoriedad no tiene sentido seguir quejándose, aburriéndose, dramatizando... en fin, enfermando el espíritu. Es hora de asumir la responsabilidad sobre lo que nos fue dado. Ya sabes que ésta vida es un misterio con enormes y sutiles trampas creadas por nosotros mismos y por la apariencia de este mundo; y aunque hubiese libros de queja de qué serviría? Todo sigue desintegrándose e integrándose a un ritmo que no espera razones, pues éstas, verdaderamente no existen. Solo hay realidad creadora a la que nada puede parar ni manipular. Lo que tenemos que hacer para experimentar la realidad primordial, fundamental, esencial. Es alinear nuestro espíritu individual. Lo que en realidad somos íntegramente.
- ¿Cómo? - pregunté angustiado y con sed de saber.
Puso el dedo índice de su mano izquierda delante de la boca como expresando silencio y la otra mano en el corazón. Cerró los ojos con el cuerpo sumamente relajado y la columna recta. En su cara había una tenue alegría.
Luego se volvió a acomodar y quedó quieto su cuerpo parecía vibrar con un leve movimiento circular.
El fuego permanecía encendido, cambiante, consumiéndose, generando calor, esparciendo chispas. Iluminando.
En mí una sensación de falta de sentido se resistía, debatiéndose con una nueva sensación intuitiva de sentido pleno.
Caminé hasta el borde de las bardas. Me senté en un acantilado meditando sobre el hecho de que las ballenas ya estaban en el golfo. Recapitulé, reflexionando sobre lo sucedido en este intenso tiempo. Todo lo nuevo, todo lo indescriptible que había sucedido. "Ir más allá": una obviedad no muy considerada. Pensé en la cena. Vi cómo los momentos eran productos de eventos anteriores. Sentí una voluntad desperezándose, como si hubiese estado dormida desde tiempos inmemoriales. Este tiempo me mostró que en el gozo del corazón no hay conflictos. Una buena manera de vivir y aprehender. Ser sin esfuerzo, sin sufrimiento inútil.
Indio, tras su obra me reveló:
- Hugo. “No des por descontado que sean las ballenas las que desde hace tiempo están esperando por nosotros’’.
Pensé que podría haberse cumplido un ciclo, y que como tal, no volvería a suceder. Me descubrí un tanto más consciente de las emociones, pensamientos y sensaciones que pasaban por mí. Sentí un gran movimiento en mi interior, como si el mar estuviera agitándose dentro mío, cuando de pronto me invadió una enorme soledad. Me sentí profundamente solo, esperando a las ballenas.


FIN






Dedicatoria. A la memoria de mi padre y a mi madre.

Agradecimientos especiales a Laura Vallejo, Virginia Gawel. Joke Heymans, Mariela Hermione, Pablo Gorlero, Fernando Martinez, Liliana Juárez. ¡Muchas gracias por el apoyo y cotribuciónes!


Datos del autor . Hugo Omar Juárez nació el 28 de Junio de 1966 en la ciudad de Rafael Calzada. Trabaja en el campo de la energía vital. Es terapeuta masajista, instructor de artes marciales; buzo profesional e instructor de buceo. Experimentando profundamente en cada uno de estos medios - Juomarez@hotmail.com -


Esta obra nos revela una forma de enseñar y aprender directamente de la experiencia, libre de conflictos, transformadora y autorevolucionaria. Nos acerca a la delicadeza de la vida y nos recuerda las capacidades sutiles de la mente y el espíritu humano. Revela la naturaleza humana dentro de la armonía total, la salud perfecta que puede alcanzarse como individuo y una forma de comunicación sensible desde la esencia; narrado en una de las aventuras que la vida constantemente ofrece.